Revista Cultura y Ocio

Vieja prensa. La jornada de un ama de casa (1926)

Publicado el 05 octubre 2013 por Aranmb

Hace poco cayó en mis manos, gracias a las chicas de La Mecigaya (lugar ineludible, en Gijón, para los amantes de lo vintage), un tomo recopilatorio de los suplementos del ABC del año 1926 que lleva más de 80 años rondando por Asturias: su destino original fue alguna casa de Veriña, como atestigua una temblorosa letra a lápiz en la portada. Me llamó la atención, desde el primer momento, un artículo de la simpar Isabel de Palencia, titulado La jornada de un ama de casa y escrito para la sección “El hogar español”, del suplemento “La mujer y la casa”. La cosa prometía.

Vieja prensa. La jornada de un ama de casa (1926)
Quien se escondía detrás de aquel seudónimo era Isabel de Oyarzábal y Smith, escritora, política y mujer de mundo la cual, ha de quedar claro, probablemente jamás ni  pasó una escoba por su propia casa, ni vigiló el cocido de los domingos. Era de familia bien y muy progresista para la época; trabajó como actriz, como escritora colaboró con publicaciones tan dispares como Nuevo Mundo, ABC o El Sol y, como sufragista que fue, militó en la ANME. Candidata socialista, inspectora de trabajo en la República -la primera de su género-, embajadora de España en Suecia y tan activa defensora de la II República que habría de exiliarse a México y quedar relegada al olvido por el ABC, en cuyas páginas tantas veces había escrito. En definitiva, aquella mujer excepcional, que titularía sus memorias “Hambre de libertad”, aporta una visión progresista para la época en el artículo que hoy nos ocupa. Téngase en cuenta para percibir cuánto hemos cambiado en menos de un siglo.

“En el ánimo de la mayoría domina la impresión de que la misión casera es limitada y al alcance de todos los entendimientos, aun los menos preparados.” Sobremanera en aquellos tiempos, relativamente cercanos aún al fin de la primera contienda mundial, que ya habían comenzado a conocer las innovaciones tecnológicas aplicadas, también, al hogar. Pero “la fuerza que la mujer puede aportar a dicha obra en el terreno espiritual y en el moral” era “insustituible”. Y la escasez de recursos en España, acostumbrada a vivir bien en los años de su neutralidad en la contienda, hacía que el servicio doméstico se viera reducido al mínimo. En conclusión: que las señoras habían de coger la mopa de nuevo y, además, hacerlo con buen humor.

Vieja prensa. La jornada de un ama de casa (1926)
¿Cuál era la jornada diaria de un ama de casa de clase media (aquella que, en palabras de Isabel de Palencia, resumía “en sí las posibilidades de cultura de la aristocracia y la necesidad de aportar a la vida el concurso de su esfuerzxo personal como la obrera”)? Agárrense los machos, que vienen curvas.

“Empieza su día a buena hora y, si es devota, acude antes del desayuno a la iglesia más próxima”, ataviada siempre con velillo, que hacía las veces de mantilla de a diario. De vuelta a casa, peina a los hijos y les prepara el desayuno, los envía al colegio o bien los lleva ella misma y, acto seguido, “acompaña a desayunar a su marido”. Sólo después de que éste se marche a la oficina, pone ella en marcha todos los cuidados de la casa, no sin antes echar “una rápida ojeada a la Prensa diaria para recoger las noticias más palpitantes de interés nacional e internacional” dejando, claro, “para más tarde los artículos extensos”, no vaya a despistarse el ama de casa con el nuevo cambio de gobierno de turno, por poner un ejemplo, y descuidar sus funciones,  “y sin olvidarse, desde luego, de revisar los precios de los comestibles”. Viste, entonces, la señora el traje de guerra, “un coquetón delantal” y pasa a la cocina para tomar cuenta a la muchacha, inspeccionar los alimentos que ésta haya comprado el día anterior y enseñarle a la cocinera a… cocinar: “…y explicar a la sirvienta la forma de condimentar algún plato”.

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“Hecho esto”, viene lo gordo: “pasa a inspeccionar la limpieza, arregla armarios, repasa las habitaciones para que los floreros, los libros, las porcelanas estén relucientes y en su sitio, y acto seguido sale a hacer algunas compras, casi siempre terminando éstas con la elección del postre, teniendo, por supuesto, en cuenta los gustos diversos de la familia y armonizándolos, como ha de hacer en todo dispendio, con el presupuesto doméstico.” Llegar a casa, echar la mirada a la mesa que, claro, ya ha sido puesta por la sirvienta, “ser el alma directora de la conversación” durante el almuerzo y de comer, en sí, no dice nada el artículo. Se presupondrá, imagino.

A primera hora de la tarde pudiera parecer que, con el ajetreo matutino, ya está todo hecho. Craso error: “es necesario vigilar constantemente para que esté bella y confortable, para que la calefacción no falle y toda persona que llegue de visita, consulta o en demanda de atención sea bien atendida.”

“Atardecido, precisa fortalecer los lazos sociales, ya haciendo visitas o acudiendo a algún té, cuando no ofreciéndole en su propia casa a las amistades de su predilección, o satisfacer sus gustos concurriendo a conferencias y conciertos, o visitando alguna Exposición de arte.” Ojo al dato, porque estas actividades han de ser quehaceres y no placeres propios; destinadas a agradar, pero no a agradarse a una misma.

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El día en que los compromisos sociales no retengan al ama, será necesario “ayudar con sus lecciones a los chicos, cerciorarse de si adelantan al piano, sostener con ellos conversaciones y tomar parte en sus juegos”. Por programa, insistimos, no por gusto. “Por la noche sale con el marido al teatro o le hace compañía al amor de la lubre, charlando unas veces, otras leyendo.”

Cuando ya todos se acuestan, “aún tiene que velar la esposa y madre. Falta dar una vuelta por la casa para ver si todo queda recogido, si las habitaciones están debidamente ventiladas, si alguno tiene el sueño intranquilo y quedó expuesto al frío. Y junto a cada lecho detiénese un instante para colocar mejor una cabecita, para acariciar unos cabellos rebeldes, para encalmar algún corazón cuya inocente serenidad turbó el miedo, y sus miradas, sus caricias, sus palabras, son envolventes, quedas, profundas, como la misma noche.”

“Aún no se acuesta antes sin antes repasar en su mente si dejó involuntariamente algo por hacer y dispuesta a reanudar la tarea con el día.” No acaba ahí la cosa. “Luego se duerme, pero con el corazón tan alerta y amorosamente sobresaltado, que al menor ruido se desvela.” ¡Y, otro día más, los artículos largos del periódico aún sin leer!

Vieja prensa. La jornada de un ama de casa (1926)

Mientras el ama de casa trabaja, su hija cuida a las muñecas. “La niña”, afirma el artículo, “se prepara para su misión el día de mañana”. Y la vida, como dijo el poeta, siguió, como siguen las cosas que no tienen mucho sentido…


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