La palabra Vieja parece que no es políticamente correcta. Como hoy es viernes 13, una fecha supersticiosa para parte del planeta, digamos que basta decir vieja como para que la otra persona te mire como si la estuvieras atacando con un hacha. Yo, en cambio, la reivindico. Para llegar a ser vieja hay que pasar mucho, épocas de contento y también temporadas de sufrimiento, ¿cómo no voy a poder permitirme decir soy vieja, con orgullo? Tampoco lo de "guerreras" se estila ya mucho, por aquello del contenido belicista pero, en este caso, me refiero a su segunda acepción: resistir, rebatir o contradecir. Tres palabras que me encantan.
¿A qué viene todo esto? Pues a que cada vez veo más viejas guerreras, como esta mujer que, con 104 años, ha cumplido su sueño de tirarse en paracaídas (y parece que fue uno de los últimos en cumplir, porque falleció la semana pasada). No digo que todas las mujeres mayores tengan que dedicarse a los deportes de riesgo para "resistir, rebatir o contradecir". Lo que quiero contarles es que hay viejas guerreras por todas partes, como esa abuela que ya está en cama y, aún así, canta cada mañana un trocito de copla; esa señora no tan mayor, pero con mala salud, que se arma de paciencia para ir a comprar el pan; esa vieja a la que siempre llamaron bruja y que se ríe cabalgando una escoba; esa mujer rodeada de gatos, que sujeta un libro con una mano y con la otra acaricia a todos los que se le pongan cerca; esa mujer de ojos cansados, que sigue trabajando aunque ya pasara la edad de su jubilación; esa señora que sale de la peluquería, porque mañana se va de viaje con el marido; esa mujer que sale cargada del supermercado para preparar la comida para toda su familia. Todas son viejas guerreras, que se merecen rebatir, resistir y contradecir cuanto quieran...