Revista Opinión
Amaba tanto la libertad de sus congéneres
que nunca se sintió cómodo teorizando sobre ella.
¿Y si hablar de ella ya fuese un atentado contra ella?
-No, de ninguna manera-, se decía a sí mismo
acostado en lo que pronto sería su lecho de muerte,
como queriendo justificar toda una vida de activismo.
-¡Antes dogmático que cínico!-
Y sin embargo, siempre se sintió un poco culpable, contradicho.
Culpable de no saber dónde se encuentra el límite
entre lo que se ha de gritar y lo que se ha de callar,
entre su libertad de pensar y la de los demás.
