Con 1,8 millones de habitantes, la capital de la vecina Austria se encuentra 240 kilómetros al oeste de Budapest. Viena (en húngaro Bécs), no necesita una gran presentación, su fama internacional es patente, gracias a su patrimonio imperial, sus afamados cafés, su elevado nivel de vida y su estratégica situación en el centro de Europa. Su área metropolitana cuenta con 2,6 millones de almas, que es casi un tercio de la población total del país.
Viena fue la capital, junto a Budapest, de la antigua monarquía dual del Imperio Austrohúngaro, una potencia mundial y uno de los principales estados de Europa hasta la primera guerra mundial. Tanto Austria como Hungría tienen gran parte de su historia en común. Magiares y germanos tuvieron una convivencia difícil: los Habsburgo de Austria lograron recuperar los territorios húngaros ocupados por el Imperio Otomano, y debido a ello, Hungría quedó sometida al poder económico, político y militar de Viena, lo que terminó estallando en la revolución húngara de 1848 contra Austria. Revolución que, aunque se perdió, sirvió como precedente para que años más tarde, cuando Austria quedó debilitada, terminase reconociendo a Hungría y Budapest como su igual. Pocas décadas más tarde, tras la derrota en la primera guerra mundial, sus amplios territorios se diluyeron casi como un azucarillo para quedarse en dos pequeños países del centro de Europa, incluyendo algunos territorios húngaros que pasaron a Austria, las Burgenland. Luego, el telón de acero los dividiría definitivamente, quedando Austria del lado occidental y Hungría en la parte oriental. Y décadas más tarde, en 1989, serían los primeros países en desmantelar la valla fronteriza que separaba el bloque socialista del capitalista. Hoy en día no hay vallas ni controles fronterizos, pero sigue habiendo un "telón económico" importante, que se nota nada más cruzar de un país a otro.
Esta cercanía y las buenas comunicaciones hacen que las escapadas a Viena sean algo bastante frecuente entre los húngaros y extranjeros de Hungría, y viceversa. Por no hablar del famoso viaje de "Capitales Imperiales" que recorre Praga, Viena y Budapest, tres de las ciudades más hermosas de Europa, sin ninguna duda. En mi opinión, y es solo mi opinión, Viena no llega al nivel de Praga a Budapest. Tengo varios motivos, pero el principal es que mientras que las dos últimas se han construido en torno al gran río que las atraviesa, Viena se ha erigido de espaldas al Danubio, que, aunque atraviese la ciudad, no lo hace por su parte más bella. Una lástima. Además, Viena es una de las capitales más caras de Europa, tomarte un café o comer cualquier cosa supone casi seguro un sablazo, cosa que no ocurre en Praga o Budapest (claro que aquí también hay sitios caros, pero es mucho más fácil encontrar opciones asequibles). La ciudad tiene algunas zonas y edificios bastante envejecidos, sin restaurar (empezando por la catedral de Viena, que tiene aún una gran parte ennegrecida), o avenidas y cruces llenos de cables al estilo de las ciudades del este de Europa, a veces no da esa sensación de que Viena sea una de las ciudades más "ricas" de Europa. Pero ya digo que es mi opinión, y que además, esto no significa que no haya ido de vez en cuando a Viena a disfrutar de la ciudad, que me gusta bastante, por su ambiente, sus avenidas, sus cafés y sus palacios, así como su animada y bohemia vida nocturna. No quiero que se me malinterprete.
La capital del Reino del Este (Österreich en alemán) ofrece principalmente un paseo por su anillo o ringstrasse (varias calles seguidas que forman un semicírculo), por el que se pueden contemplar las principales joyas de la capital, como el parlamento austríaco, la ópera de Viena, la plaza de María Teresa, el ayuntamiento o Rathaus, Heldenplatz, o el Stadtpark entre otros. Sin embargo, el eje neurálgico de Viena probablemente sea Stephansplatz, donde se encuentra la famosa catedral. La entrada a ella es libre, subir a la torre cuesta algunos euros, pero las vistas de la ciudad desde aquí son espectaculares.
El palacio de Schönbrunn, uno de los lugares más visitados de Viena, y que bien merece la pena, está algo alejado del centro, aunque bien comunicado por el metro. Sus jardines también merecen pasear con calma, por lo que su visita nos puede llevar fácilmente medio día. También alejado del centro está el curioso edificio del arquitecto Hundertwasser, llamado Hundertwasserhaus, con sus llamativas formas y colores. Cerca hay un centro comercial con el mismo estilo, y un museo con obras del autor (este último ya de pago).
fotografía: wikipedia
Más cerca del centro está el palacio de Hofburg, situado a medio camino entre la plaza de Stephan y el ring, y que también se puede visitar. El precio de la entrada es de 11.50 €, de todas formas merece la pena visitar al menos un palacio (el de Schönbrunn también tiene el mismo precio). Más discutible es visitar la casa en la que vivió Mozart, la entrada son 10 € y realmente ves muy poco (aunque yo no la he visitado, pero no tiene muy buenas críticas, básicamente es eso, un edificio del centro en el que debió de vivir Mozart, sin nada particular).
Ignoro si ofrecen paseos en barco por el Danubio, si los hay no merecen la pena, porque como ya dije, desde aquí no se ve prácticamente nada de la parte más atractiva de la ciudad. La famosa pastelería del hotel Sacher (donde hacen esta tarta típica austríaca, a base de chocolate, bizcocho y mermelada), suele tener una cola de turistas esperando a tomar un trozo de esta tarta a precio de oro (unos 6 € la pequeña porción), eso sí, la pastelería y el hotel en general son de gran belleza. La opción económica y mochilera es meterse a cualquier supermercado de la ciudad y comprar chocolates y dulces hasta que el presupuesto reviente, que tampoco son baratos, pero cunde mucho más, claro.
Para llegar a Viena desde Budapest, la opción más cómoda y rápida es mediante automóvil, pues el viaje lleva poco más de 2 horas por autopista, dependiendo del tráfico en ambas capitales. Tanto Hungría como Austria tienen el sistema de pago mediante viñeta en sus autopistas. En las áreas de servicio fronterizas pueden adquirirse tanto la austríaca como la húngara, por un precio que ronda los 10 euros y da derecho a usar ilimitadamente las autopistas de cada país durante una semana. No es recomendable circular sin la viñeta porque hay muchos controles (bien con cámaras que graban las matrículas de los coches o controles móviles de la policía que te para directamente si ven que tu matrícula no está registrada en la base de datos). Otra opción más cómoda es tomar el tren, que parte desde la estación de Keleti y cuyo viaje tiene unas 3 horas de duración. Hay gran frecuencia de trenes entre Viena y Budapest, los horarios se pueden consultar en la web elvira.hu. Por último, también hay autobuses que enlazan ambas capitales, partiendo de la estación de Népliget. La moneda de Austria es el euro, y el idioma oficial, el alemán.
fotografía: wikipedia
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