Revista Cultura y Ocio

Vienen cuando hace frío, de Carlos Sisi

Publicado el 04 diciembre 2017 por Covadonga Mendoza @Cova_Mendoza

Vienen cuando hace frío, de Carlos SisiVienen cuando hace frío

Debido a su falta de empleo y dinero, un hombre, Joe, se retira a una cabaña en Canadá que perteneció a su abuelo, el mítico buscador de oro del Klondike, Cerón Harper. Pero la cabaña, como siempre en estos casos, encierra ominosos secretos y amenazas.

Ya a la vista del argumento se observa que se trata de la enésima versión de historia de terror con un protagonista aislado en una cabaña en el bosque que es acosado por fuerzas sobrenaturales. Si tomamos en cuenta el estilo literario y la forma de narrar estos hechos, pues también nos damos cuenta de que es la enésima versión de un relato "a la manera de Stephen King", con todos los clichés y tics no solo de este estilo sino incluso de la forma de escribir anglosajona en general.

Después de una larga e innecesaria aclaración sobre las razones que llevan al personaje a encerrarse en una cabaña abandonada en medio de la nada, y cuyas circunstancias (el desempleo) luego ni se retoman ni tienen la menor importancia (podría haber ido por cualquier otra cosa a dicho lugar), comienzan a sucederle una serie de eventos misteriosos más o menos tópicos, pero que se leen con cierto interés, sobre todo si uno es adepto al género. Piensas, bueno, es un libro émulo de los de King, pero al menos está redactado con corrección y se lee fácil, a pesar de las detalladas descripciones, que eso sí, son muy visuales y pictóricas.

Esta percepción nos acompaña hasta un poco más de la mitad cuando el tono cambia, y del misterio terrorífico torna a horror cósmico surrealista, plagado de descripciones sobreadjetivadas (y con abuso de ciertas palabras genéricas tipo: imposible, indescriptible, etc), que. lejos de transmitir esa sensación de ominosidad y de espanto, a menudo, por la exageración de las frases y comparaciones, logra indeseados efectos cómicos. Ojo, no es así en toda la narración, solo en las frases más exageradas. Pero, vamos, si al principio nos parecía "a la manera de King", luego es "a la manera de Lovecraft" (con todo lo que eso conlleva).

Perplejos, asistimos a un final con "cosas raras", batiburrillo de influencias de películas (Matrix, El Señor de los Anillos, etc), videojuegos y novelas del género, y lleno de demonios, superdemonios y archidemonios, mundos de pesadilla, amenazas extradimensionales de descripción más carnal y corporal que espiritual (aun siendo espirituales, pues su alimento es más bien etéreo), que provoca cierta confusión en el lector y un no saber muy bien a dónde se dirige la novela ni qué se quiere transmitir con ella.

Hay varias cosas previsibles, sobre todo en la primera mitad, personajes que de pronto desaparecen sin dejar rastro, otros que aparecen de la nada y se hacen "los mejores amigos" del prota de un modo bastante poco creíble. De todas formas, los tres personajes que aparecen son planos, hasta el punto de que poco nos importa su devenir en la trama. El protagonista, en concreto, nada tiene que perder, nada que sacrificar, con lo cual sus decisiones peligrosas no nos causan mucho impacto emocional. También desconcertante que, en medio de la narración, con el punto de vista en x personaje, aparezca un punto de vista de un personaje incidental durante unos párrafos, dando a entender que tendrá importancia y luego no, luego no es nada, se olvida.

En resumen, una obra breve del género terrorífico-fantástico, un poco King, un poco Lovecraft, con un final extraño y situaciones desconcertantes, prolijamente descritas, que podría gustar a los fans de este tipo de historias. A mí es la obra del autor que menos me ha aburrido o que no me ha aburrido, algo es algo. Parece que al menos comienza a cortar por lo sano...

Mira entonces hacia delante y se queda mudo, incapaz de absorber toda la información que se le presenta. Poco a poco, sus ojos recorren la escena y empieza a asimilarlo. Se trata de un espacio inconmensurable, inabarcable, que se extiende hasta donde alcanza la vista. Todo es de un predominante color rojo intenso, vivo, como la sangre. Unas formaciones imposibles bajan desde el techo, invisible a causa de la distancia, hacia un abismo por el que se desplaza una neblina roja. Son como repulsivas columnas que laten y se mecen suavemente, gordas e hinchadas como venas plagadas de pequeños sacos de materia orgánica
Y ahí estaba, ocupando todo el marco de la puerta: un agujero imposible colmado de una oscuridad impenetrable, una atrocidad visual que el cerebro insistía en rechazar; la ausencia de todo, rematada por aureolas borrosas de jirones de un negro absoluto que daban vueltas en torno a aquella forma indescriptible.
Y entonces, como si la sola palabra hubiera obrado una suerte de conjuro, el agujero engendró una especie de capullo, una protuberancia pulsante de un tono imposible. En pocos segundos, creció, abyecto a la vista, y vomitó una mancha oscura que empezó a moverse de manera errática. Las formas que había alrededor empezaron a chillar en su cabeza.
Y entonces, sin previo aviso, el torbellino se lanzó contra una de las formas. Hubo un rechinar imposible seguido de un sonido húmedo, y la forma se sumergió en aquella negrura ancestral que hacía pensar en el espacio en los tiempos en los que aún no había sido poblado de estrellas

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