Revista Cultura y Ocio

Vientos de invierno: Capítulo 12

Publicado el 31 marzo 2015 por Isabel Isabelquintin
Vientos de invierno: Capítulo 12
Pasaron dos semanas desde mi llegada, pero no fueron como las esperaba. Tuve demasiado trabajo y ni eso me hizo borrarme de la cabeza lo sucedido en Londres. Yo andaba de un lado a otro como un muerto viviente, me veían pálida y se me sentía malhumorada y el trabajo no me rendía; nunca llegué a imaginar que yo fuera de ese tipo de persona a la que las desilusiones la matan por dentro…así fue.El viernes de la primera semana me encontraba con Kate y los últimos detalles ajustables a su plan de boda, llevábamos toda la tarde en esas, tomando té y poniéndonos al día con lo que fue de nuestros años, la noche la interrumpió la llegada de un gran ramo se girasoles y jazmines, eran de parte de Kurt, la tarjeta decía:
“No necesito que me ofrezcas nada, ni que te comprometas. Todo lo que pido es tu compañía, conocernos más y empezar por hacernos amigos”
Tenía razón, tampoco podía culparlo ni entregarme a la soledad absoluta. Salir con él como amigos no representaba un riesgo porque estaba tan triste que apenas si podía mantener la concentración en mis asuntos.Dejé que Kate se fuera y medité por varios minutos la respuesta que le daría a Kurt. Al fin lo hice con un mensaje de texto.
<Creo que podremos salir y conocernos.>
Unos segundos después llegó la respuesta:
< ¡Que maravilloso! Es una concesión que me hace muy feliz. ¿Cenarías conmigo está noche? >
No pude evitar sonreírme con su planificada y descubierta jugada.
< Que no se note que lo planeaste todo… está bien cenemos. ¿Lugar y hora? >
<Creo que hoy me levanté con el pie derecho o el sol de primavera está a mi favor. Pasó por tu casa a las siete treinta, atuendo elegante>
¿Atuendo elegante?
¿Adónde iba a  llevarme?
Y lo más importante, no estaba para enfrentar a la sociedad de New York… estuve a punto de arrepentirme cuando Corine entró a pedirme permiso para salir unos minutos antes, tendría una cita especial con Matt. Accedí a que se fuera y yo me resolví a hacer lo mismo. Iba a disfrutar de esa noche de viernes, ya era hora de cambiar la rutina.
<Ok>
Salí resuelta a comerme el mundo. Abordé un taxi directo a casa. Llegué y no perdí tiempo, pasé a la bañera y me sumergí en espuma por media hora; mientras planeaba que iba a ponerme, tenía varios diseños propios en mi clóset y también estaba el vestido de Versace que me envió Ellen para navidad pero ese lo dejaría para un evento especial, no para una noche común. Salí de la bañera y realicé el ritual de belleza con aceites y cremas, me vestí con un corsé color negro y encima uno de mis vestido de cóctel color uva de escote imperio, algún detallé de pedrería en un cruce a la altura de la cintura, algo de tul para la falda que llegaba justo por encima de la rodilla.Me maquillé enfatizando los ojos y dejando los labios muy suaves, usé un set de joyas que me quedó de mis años de socialité y metí mis pies en unos preciosos Jimmy Choo que me auto regalé en Navidad. Estaba casi lista cuando volví a verme al espejo y me vi el cabello en una maraña descontrolada, hice de todo para que se viera decente pero estaba totalmente electrizado, no quería recogerlo me vería demasiado formal y esa no soy yo, opté por ponerme algo de espuma para peinar y dejar que el ambiente hiciera con mi cabello lo que considerara correcto para esa noche. Ya me había dedicado demasiado a mi aspecto y no quería sembrar falsas esperanzas en Kurt.
Me disponía a buscar un abrigo cuando el timbre de casa sonó. Miré la hora, justo a tiempo.Me puse el abrigo para dejar la sorpresa para después y recogí mi cartera, bajé las escaleras y abrí la puerta.
-Hola… -me dedicó una sonrisa que derretiría a cualquiera que no estuviera en mi estado.
-Hola –respondí- ¿vamos?Asintió y me ofreció su brazo. Cerré la puerta y caminamos hasta que estuve en frente de un espléndido Ferrari rojo.Me abrió la puerta y me invitó a subir, ni yo me lo creía. Conocí el lujo y la extravagancia pero al parecer ya se me había olvidado como olía y como se veía. Él iba vestido con un traje Armani gris plomo ajustado a su medida, que marcaba su cuerpo atlético. Y olía a cítrico Hugo Boss… inconfundible.
La noche empezaba mal por ese simple detalle.¿Cómo dos hombre tan distintos usaban la misma fragancia?
Intenté disipar mis conjeturas y me concentré en conversar con Kurt de todo un poco, salimos pronto de West Village y tomamos camino hacia Manhattan, un escalofrío me recorrió el cuerpo para mi ese mundo estaba demasiado lejano y cada vez que tenía que enfrentarme a ese pasado debía vestirme de hierro para no ser lastimada.
Estacionó en frente de Central park justo en el edificio Mandarín Oriental. Bajamos del auto y el entregó las llaves a uno de los ballet parking, entramos y abordamos el ascensor. Yo le sonreía con nerviosismo, estaba educada para ese tipo de lugares pero la falta de experiencia y de asistencia de seguro se me notaría. Ya eran casi diez años desde que todo cambió para los Wilde.
Las puertas se abrieron y un precioso lugar se mostró a mis ojos. Inmensos estantes de piso a techo repletos de botellas de vino, mesas al estilo art deco y reservado justo hacia la imponente vista de la ciudad.
El maître nos llevó hasta una mesa en una de las esquinas, justo en ese momento un par de las que fueron mis amigas salieron a nuestro encuentro, me recorrieron con una mirada impertinente y al fin atacaron:
-¿Intentando volver a casa? –no esperaba menos.
-Hay quienes nos alejamos pero no dejamos de ser –contraataqué.
Sonrieron a medias y se alejaron. Primera batalla ganada.
La cena transcurrió en calma. Aunque cada dos por tres llegaba alguien a saludar a Kurt, más que todo mujeres muy guapas y demasiado insinuantes. Él se comportaba como si nada e intentaba darme toda su atención, no supe descifrar si me quería dar a entender que conmigo era un caballero o que me estaba perdiendo de algo que muchas apetecían.
Fue una linda noche y pude despejarme la mente y dejar de pensar en mi desgracia. Los días siguieron pasando en relativa calma y en silencio pues nadie me mencionaba a Ian ni por error, se lo pensaban muy bien antes de hablar y aunque yo lo adivinaba se los agradecía.Esa semana pasó algo extraño llegaron a casa y a la agencia ramos de tulipanes de todos los colores y el jueves en la mañana recibí los amarillos y volví a sentir un escalofrío y el temor ya que no tenían remitente.
Ese mismo jueves acompañaría a Kurt en un evento dónde sería homenajeado su padre. Tuve tanto trabajo ese día que todo lo hice en la agencia, me vestí con el vestido de noche color cian que tenía reservado para una fecha especial, Corine me ayudó con el cabello, haciéndome un elegante moño. Antes de las siete llegó Kurt y me ofreció un precioso collar con incrustaciones de topacios para terminar de darle un toque perfecto a mi ajuar, nada quedaba de la Diane que resurgió en Brooklyn parecía que nunca me había ido de la elite de Manhattan.
Nos disponíamos a salir, Kurt me ayudaba a ponerme el abrigo cuando una presencia conocida inundó el lugar, culpé al escoces por usar esa Hugo Boss que también se ponía Ian. Me abroché el abrigo y entonces oí su voz:
-Espero que no estés muy ocupada intentando olvidarme… -su tono fue tajante.
Me giré de forma estrepitosa y sé que mis ojos se explayaron como platos.
¿Qué hacía Ian en NY?
-Buenas noches –le dijo a Kurt ofreciéndole la mano y un fuerte apretón.
Kurt contestó sin saber de quién se trataba el personaje que tenía en frente.
-Estoy de salida –dije luego de reunir mucho valor para poder hablar.
-Se nota –Soltó con cierto tono de enervación. Me miró de arriba abajo y vi que apretó los puños. –Necesito cinco minutos, nada más.
-Claro –respondió Kurt.
-¡No! –Me apresuré a aferrarme a su brazo-. Lo que sea puede esperar a mañana u otro día.
Le dediqué una mirada indiferente.
-Es importante –puso algo de súplica en su tono.
- Si planea una boda puede hablar con mi asistente, también incluimos paquetes con bautizos…
Su gesto fue de duda, frunció el ceño pidiéndome una explicación sin decir una palabra, así era él, demandante con solo una mirada.
-Puedo esperar –dijo Kurt- estamos bien de tiempo -Y salió sin decirme más.
-¿Qué quieres?
-¿A qué juegas, Diane? –me agarró con fuerza del brazo. Estaba furibundo.
-No juego, Ian. No soy como tú… -eso me salió del alma.
-¿Qué es lo que te pasa? Viajas a Londres, te desapareces y luego te haces la que no me oye y abordas ese avió dejándome plagado de dudas….
-No quiero dañarme la noche recordando lo pésimo que resultó ese viaje; hablaremos después.
-¿Cuándo? No vine para quedarme, vine por ti –se acercó a acariciarme el rostro, yo forcejeé para soltarme de su mano.
-Puede ser mañana en la tarde, en mi casa.
Caminé en dirección a la puerta.
-No te vayas con él, por favor, te necesito.
-Prometí que le acompañaría y eso haré. Yo cumplo mis promesas. Permiso.
Y salí casi huyendo porque Ian siempre lograba descontrolarme.
Asistí al evento y puse mi mejor cara; Kurt no preguntó y eso fue más por lo que representa ser de su clase que por gusto propio.
Yo solo rogaba porque la noche no acabara; el regreso de Ian me desestabilizó.
¡Ay Dios! Le llegó la hora a este par, ya veremos que pasa.
Besotes.
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¡Gracias por leer!

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