Revista Cultura y Ocio

Vientos de invierno: Capítulo 13

Publicado el 07 abril 2015 por Isabel Isabelquintin
Vientos de invierno: Capítulo 13

La velada estuvo maravillosa, volver a ese mundo me reconfortó de un modo que no imaginé jamás. Allí estaban todas las personas de siempre vestidos de trajes costosos, bebiendo champagne de la mas fina intentando aparentar que la causa social que los reunía esa noche era importante para ellos y que eran muy dadivosos, iban posando con la sonrisa que les enseñaron desde niños, para los que crecimos dentro de ese selecto círculo las apariencias lo eran todo.
El homenaje a Edward Kirkpatrick reunió a más de un centenar de personas en la biblioteca pública de New York y recaudó miles de dólares destinados a la educación de niños con dificultades de aprendizaje.
Kurt adivino mi estado de ánimo e intentó hacerme pasar una buena noche, pero yo me desconectaba de todo y me perdía en Ian, es sus preciosos ojos, en su voz, en su olor… en que lo vería en unas horas.
Regresé a casa unos minutos después de la media noche, estaba exhausta y asustada, al entrar solo me detuve a quitarme los zapatos, luego me metí a la cama envuelta en mi Versace y soñé con mi viaje a Londres, más que un sueño fue una pesadilla. Desperté cerca de las nueve cuando mi teléfono empezó a sonar, me había olvidado por completo de que mi madre regresaba esa mañana de París.
-Diga
-Estoy bien, hija. Llegué en perfectas condiciones.
-Lo siento, mamá. Llegué un poco tarde y me quedé dormida.
-No te preocupes, ya estoy en casa. Pero tú estás muy extraña, hace mucho que no me cuentas de tu vida ¿Qué ha pasado contigo?
-He tenido mucho trabajo…
-Y ¿Anoche?
-Acompañé a Kurt a un evento.
-¡Oh Dios! Ese muchachito no se da por vencido.
-Intentamos ser amigos, no puedo encerrarme en una burbuja.
-Su mundo es demasiado difícil.
-Un mundo que ya conozco y sé cómo moverme en el.
-Espero que sepas lo que haces. Pero hay algo que te preocupa y me lo ocultas ¿Qué es?
Hice una pausa, era sábado y estaba a pocas horas de ver a Ian
-Ian está en la ciudad.
-¡Oooh! Eso es maravilloso.
-No lo es mamá, quiere hablar y no sé cómo le diré lo de Londres.
-Si se supone que no eres tú la de la culpa, no deberías tener miedo a enfrentarlo y conocer la verdad.
-No quiero que me diga que si es cierto lo que vi…
-Yo no crie una hija cobarde, si lograste enfrentar la vida en Brooklyn, podrás con lo que sea.
-Es distinto, a Ian, yo, pues… lo amo.
-Por eso mismo, puede tratarse de un mal entendido… Como sea, levántate y ponte preciosa, que no se note que te ha afectado todo esa situación. Me llamas luego y me cuentas.
Me armé de valor y me puse de pie, pasé enseguida a la ducha.
Estaba en frente del armario buscando que ponerme cuando el timbre sonó, y siguió sonando con insistencia, no tuve más remedio que bajar envuelta en la toalla y abrir la puerta.
Era Ian.
-Es muy tempano –le dije.
-Lo siento, pero tengo que viajar esta misma noche y no puedo esperar más ¿puedo pasar?
-Es que…
-¿Estás con alguien? Eso es, seguro –apretó los labios, su mandíbula estaba tensa. Bajó la mirada y se giró para irse.
-No es eso, por favor no lo pienses –abrí un poco la puerta y me cubrí con ella para dejarlo pasar.
Se giró para verme y su mirada se transformó, me miró con deseo y eso me encendió. Empezó a acercarse despacio, yo me quede clavada en esa puerta, un ligera sudoración se instaló en mi rostro. Ian me rodeo la cintura con sus brazos y se acercó más, sin pensárselo un momento me besó con furia, al principio me resistí, pero sus manos empezaron a acariciarme y poco a poco fue cediendo, le fui dando más terreno en mi boca hasta que su lengua me llevó hasta el cielo, nunca antes me había besado con tanto deseo. Me llevó más cerca de él, su olor y el de su perfume se mezclaron haciéndome delirar, sus manos bajaron hasta mis muslos donde la toalla terminaba de cubrirme, empezó a subirla. Los recuerdos de Londres se reavivaron y lo detuve.
-No.


-¿No? –su voz era más oscura y envolvente- He pasado meses sin ti, no me digas que no.
Intentó besarme de nuevo, pero pude resistir.
-¿Qué es lo que pasa? –estaba un poco molesto, forcejee y me pude soltar.
-Voy a vestirme y ahora regreso.
Salí huyendo y me refugié en mi cuarto, me apoyé contra la pared tratando de recuperar el aliento. Me vestí pronto con un vaquero y una camisilla de tirantes. Bajé enseguida.
Ian estaba sentado en el sofá, con un pie montado sobre una rodilla en una pose bastante varonil, con los brazos abiertos sobre el espaldar.
Me observó mientras rodeé los sillones y me senté frente a él. Estaba nerviosa, no sabía que decirle.
Al fin fue él el que rompió el silencio.
-¿Qué pasó en Londres?
-Lo que tenía que pasar.
-No entiendo, ¿Por qué no quisiste verme?
-Primero, quiero saber ¿por qué no me dijiste que firmaste un contrato por tres años?
Se quedó en silencio.
-Es una buena oportunidad, estoy ahorrando y ese contrato fue tentador.
-¿por qué no decírmelo?
-Es algo difícil, supuse que al hacerlo te perdería.
-Fui a Londres para decirte que esperaría por ti esos tres años…
Ian se levantó y se puso delante de mí, me agarró de las manos.
-Fuiste hasta el hospital y no me esperaste ¿por qué?
-Ian, -me llené de decisión- vi algo que no me gustó.
-¿Qué viste? Dime, por favor.
-Te vi, con una mujer…
-¿A mi?
-Si, a ti. Recibiste el bebé que te dio la enfermera y luego la besaste.
Me soltó de las manos, se levantó y me dio la espalda.
-¿Estás segura de lo que viste?
No respondí.
Volvió a ponerse frente a mí, esta vez su mirada era dura.
-Respóndeme –exigió- ¿Estás segura?
-No
-Solo sacaste conclusiones a la ligera…
Asentí.
Volvió a levantarse. Tomó su abrigo y abrió la puerta. También me levanté y lo agarré del brazo.
-¿Qué pasa? Dime algo.
-No es mucho lo que tengo para decirte, pero recuerda algo, soy del tipo de persona que cumple sus promesas, que no miente y que no llega tarde. Tres principios que rigen mi vida. No te habría mentido con algo semejante como tener una doble vida. No me fui a Londres porque allá me esperara una mujer embarazada, no Diane, me fui por trabajo; porque quería ahorrar, tener un buen capital y poder regresar para pedirte que te casaras conmigo…
Las rodillas se me aflojaron… Ian iba a pedirme matrimonio.
-Lo siento, yo me dejé llevar, tu no me dijiste nada y…
-Ya no importa, Diane. Ya se ha roto lo que había entre los dos.
-Ian…
-Parece que te lo estás pasando bien con el heredero Rockefeller… que seas feliz.
-No puedes irte así, perdóname, por favor.
Me miró de nuevo, en verdad estaba triste y decepcionado.
-También te dije que cuando tuvieras culpa no tendría piedad. Pude perdonarte muchas cosas pero algo como esto no.
-Ian… te amo
-Pero no confiaste en mí y esa es la base del amor, de nada sirven los detalles, ni los sacrificios, ni las promesas cuando no se confía en la otra persona.
Se giró dio unos pasos más y subió a su auto, se alejó dejándome allí sembrada como un árbol llorando con verdaderos motivos para hacerlo.

Espero que les haya gustado el capítulo de hoy.
Quedo atenta a sus comentarios
Besotes
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¡Gracias por leer!

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