Revista Cultura y Ocio
Fue el sábado más triste, el fin de semana más triste y en general; el año más triste de toda mi existencia. Ian se fue ese día y nunca más durante meses volví a saber de él: no quiso responder a ninguna de mis llamadas y de haber podido lo habría ido a buscar pero mi vida después de él dio un giro de 180 grados.Luego de sufrir un mes entero por culpa de mi desconfianza e inmadurez, retomé mi vida en la agencia y volví a refugiarme en el trabajo para tener algo en lo cual pensar y gastar toda mi energía, así al volver a casa estaría tan agotada que me echaría en la cama y cerraría los ojos sin tener más que desear que poder dormir el día entero. El verano llegó y yo tenía que planear casi cincuenta bodas al aire libre, contraté a pasantes y mucha ayuda extra para lograrlo. Diseñé treinta vestidos de novia y sesenta de damas y madrinas. Dormía tres horas diarias, comía una o dos veces al día y me bajé siete kilos, estaba esquelética y nada del ropero se ajustaba a mi nuevo cuerpo. En realidad me sentía mal, nunca deseé ser un maniquí de expositor, me gustan mis curvas definidas y los mofletes seductores, pero todo estaba desapareciendo, incluso yo. Ya no era la misma, ni actuaba tan risueña como siempre, me había convertido en una máquina de trabajar. Salía muy poco a decir nada, solo con los chicos de la agencia y en algunas escasas ocasiones con Kurt. Pasado el verano la demanda de trabajo se redujo y una tarde de jueves acompañé a mamá a un control médico en el Presbyterian. Allí volví a ver a mi hermano y se ensañó conmigo, me dio el discurso del año hablándome de salud, de los paradigmas de belleza, de que pertenecer al mundo de la moda no tiene que volverme un fideo, que yo no era así, que estaba perdiendo el encanto, que me veía vieja, que debía comer mejor… Me tragué todos mis replicas para evitar discusiones y prometí asistir a un chequeo nutricional, pero se pospuso porque me llegó una invitación increíble de la casa Chanel, en verdad no era algo abierto al público sé que Kurt lo consiguió para cambiarme el ánimo y verme sonreír de nuevo y si que lo hizo, yo debía preparar una colección, con mis diseños para presentarlos y si lo conseguía alguno entraría en la colección otoño-invierno del siguiente año.Me emocioné muchísimo con la sorpresa y enseguida le di prioridad y empecé a trabajar en ello. Gasté horas, papel e ideas intentando crear algo que resaltara, que generara impacto sin llegar a lo extravagante, pero no lo lograba la inspiración la tenía muerta. Diseñaba de forma mecánica y eso solo significaba que había perdido mi toque creativo.Presa de esa frustración acepté ir con Kurt a Francia, él atendería asuntos de trabajo y yo me inspiraría. Era maravilloso, llevaba años deseando volver a Paris y de la nada surgió la oportunidad. Como siempre Corine se quedó a cargo. Llegamos al mediodía de un miércoles, nos hospedamos y Kurt me dejó en mi habitación, me dijo que cenaríamos en Le Meurice luego de que regresara de su primera reunión. Asentí y luego de desempacar mi equipaje me acomodé sobre la comodísima cama tamaño King. Me quedé dormida y soñé con un gran baile en un castillo que sé que no conocía en ese momento; todos llevaban máscaras menos yo y nadie me miraba; solo inclinaban la cabeza y si me les acercaban, salía huyendo. Desperté algo contrariada y me decidí a pasar a la ducha, al salir; sobre la cama alguien había dejado un hermoso vestido de fiesta, zapatillas a juego, lencería y medias de liguero. Me acerque y me encontré una tarjeta.“Paso por ti a las ocho. No me hagas esperar tanto. Besos, Kurt”Se senté en un sillón junto a la ventana, con el albornoz puesto y una toalla en la cabeza y me deleite con la vista de la torre Eiffel que estaba en frente de mi aunque un poco lejana, empecé a llorar sin ninguna expresión. Solo las lágrimas rodaban por mis mejillas. Sabía lo que me pasaba, estaba claro que no estaba siendo feliz; que Paris, Roma, Madrid Londres no eran el problema; el problema era yo. No importaba el lujo del que me estaba rodeando Kurt y de sus atenciones esmeradas que yo no era capaz de remunerar tan siquiera con un beso… a mí me faltaba Ian, podríamos estar en una trattoria sencilla, en medio del puente de Brooklyn, en el aeropuerto, en el Empire State, en el hospital o en su camioneta y eso me haría feliz; incluso si no podíamos irnos de viaje a Europa y solo podríamos ir a Atlanta y quedarnos en un pequeño pueblo, pero si estaba él todo sería perfecto. Allí lo entendí con claridad, yo era propiedad de Ian, yo era suya desde antes de saberlo, sin que me tocara una sola vez con el mas mínimo roce fui suya y siempre lo sería. Un soplo de ilusión se asomó a mis ojos, el tiempo había pasado y guardé la esperanza de que Ian también estuviera pensando en mi, que me extrañara tanto como yo a él. Entonces, tomé el teléfono y marqué al hospital en Londres, esperé por diez minutos hasta que me respondieron; pregunté por él y la respuesta que me dieron me borró la esperanza:“-El doctor Stevens dejó de trabajar aquí hace tres meses”No podía ser posible, había perdido su rastro. O él quiso borrarlo para que no lo buscara, no quería saber de mi, me había olvidado.De la recepción llamaron para recordarme de mi cena esa noche.Tenía un par de horas más, debía asegurarme de que Ian se había olvidado de mi por completo para poder yo también cerrar el ciclo y volver a empezar otro. Solo había alguien que me ayudaría a ubicarlo; James.-¿Qué tal Paris?- Preguntó con sorna.-Tan iluminado como siempre –respondí.-¿Qué te pasa? –se me notaba la ansiedad.-¿Dónde está Ian?-¿En Londres…?-Tú sabes que no está en Londres.-¿Qué te hace pensar que pueda saber de su paradero?-Eres su amigo.-En primer lugar ¿por qué me preguntas por él?-Porque quiero estar segura de que está bien para poder estar bien.-En segundo lugar, te creí feliz con Kurt en Paris.-Si no resuelvo mis dudas no podré ser feliz nunca más.-(Suspiros) Que jodido es el amor en algunas personas… ¿Qué quieres saber de Stevens?-¿Dónde está?-¿Prometes que no iras a buscarlo?-No puedo prometerlo.-Entones tu primera pregunta debe ser, con quién y cómo está.-¿Con quién? ¿A qué te refieres?-Verás, supe de él hace poco cuando Corine me dijo que la ayudara a contactarlo para invitarlo a su boda.-¿Y el aceptó ir?-Aun no, me lo hará saber casi el mismo día.-Dímelo, no des tantas vueltas.-No sabes lo que me duele tener que decirte esto, hermanita. Pero es lo mejor.-¡Habla!-Ian regresó a Norteamérica hace un par de meses, trabaja en un hospital de Los Ángeles, se casó y vive con una mujer y su hijo…Enmudecí…-¿Estás ahí?-Si… –logré decir -¿Estás bien?-Muy bien, mejor que nunca. Adiós.Colgué el teléfono y me quedé viendo a la pared. No quería pensar en nada, estaba procesándolo todo.¿Se casó con esa mujer?¿Me engañó con su falso enfado?Me estaba muriendo por dentro y él estaba feliz.
No me detuve a digerir la información. Yo había podido con mucho mas, un affair no me detendría. Me vestí con lo que Kurt me dejó y me pinté con la sonrisa más falsa que encontré; no me dejaría morir así tuviera que pasarme la vida fingiendo.
Estoy pensando en publicar dos capítulos por semana
¿Que dicen?
Besotes
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¡Gracias por leer!