Revista Cultura y Ocio

Vientos de invierno: Capítulo 2

Publicado el 20 enero 2015 por Isabel Isabelquintin
Vientos de invierno: Capítulo 2
¿Amigas?

Si, una fiel, Ellen  quien se fue a Francia y se había comprometido con un francés, pero no funcionó y se decidió por emigrar a Italia. Pocas veces nos vimos, pero jamás dejó de llamar o escribir y enviar algún detalle. Las demás se alejaron cuando ocurrió toda nuestra desgracia y fueron muy pocos familiares y conocidos de mis padres quienes de algún modo, nos ayudaron y quienes nos invitaban a eventos familiares y sociales para no quedar en el olvido. 

Mi madre no llegó a resignarse tan fácilmente y siempre buscaba la “casualidad del encuentro” para seguir codeándose con los riquillos del corazón del Upper East Side. Fueron varias las ocasiones en que la vi llorando, al llegar a casa con los vestidos que esas “supuestas amigas” le obsequiaban. “Todos de colecciones pasadas” decía entre sollozos. Pero poco a poco se pudo desprender, yo también aprendí y supimos mezclarnos muy bien en Brooklyn dónde conseguimos algunos amigos más sinceros, como Rose que nos llevó tarta de calabaza en acción de gracias ese primer año y luego, cada año nos invitaba a su piso para ayudar con el pavo y compartir juntas; al cumplir los noventa años uno de sus hijos se la llevó a Luisiana  y unos meses después falleció. También estuvo Marc… el de la sonrisa tímida. Un chico friky del piso de abajo que me ayudó con los diseños y temas tecnológicos, aun me envía tarjetas navideñas desde Alemania dónde trabaja como científico. Y por último están Alice y su padre Joshua. Alice y su vibrante cabellera azul… que revolucionaba todo a su paso; tenía que verla, amaba el rock más que a nada y al cumplir los veintiuno se fue a vivir con su novio, fundaron una banda de rock que se disolvió pronto, emigró a Los Ángeles y se hizo actriz… su padre se casó de nuevo y se mudó a Texas y mi madre y yo tuvimos un nuevo comienzo en el 2000 al morir la abuela Eloise, mi madre vendió la casa que heredó y pudimos invertir en nuestra agencia de planificación de bodas, yo hacía algunos diseños para las novias que vendía muy bien, un par de años después, para mis veinticinco, mi hermano se casó con una cirujana llamada Vivienne y las ganancias de esa boda nos permitieron alquilar un hermoso local, más amplio, luminoso y mejor ubicado; por la calle del atelier de Vera Wang, ni más ni menos. Pero la ley de gravedad equilibro de nuevo mi balanza y entonces mi madre enfermó de artritis reumatoide y a causa de los intensos dolores no pudo permitirse trabajar en la agencia y entonces tuve que hacerme cargo de todo y cuidar de ella.
Para  la llegada del otoño, mi amiga Ellen recurrió a mí para organizar su boda, ésta vez había cazado a un alemán, un futbolista reconocido por esos días. Querían casarse en Marruecos y yo de ese país no conocía lo más mínimo, inclusive se me hacía todo un desafío pronunciar su nombre. Acepté el reto y organicé todo cuanto pude desde NY. Al llegar el momento del viaje, mi madre tuvo una fuerte recaída y tuve que perderme la boda de Ellen y enviar a Corine a hacerse cargo del resto. Para el invierno nos dimos el gusto de pasar unos días en Cancún, México. Mi madre pareció aliviarse un poco con el cambio de clima pero al regresar la noticia de una supuesta osteoporosis nos mermó la dicha y el bronceado. El 2003 llegó para todos los Wilde en el mismo hospital. Mi madre en una habitación y yo junto a ella y James recibiendo a su primer hijo en la noche vieja. Lo llamó Ralph, como nuestro padre. Esa madrugada de año nuevo en medio de lágrimas de alegría y emoción por la llegada del pequeño Ralph, mi madre me confesó sus miedos; el principal, irse y que yo quedase sola, pues estaba por cumplir veintiséis y no había tenido más que dos insignificantes relaciones y no sabía nada de sexo. Lo que era imperdonable a mi edad - según ella -. No puedo negar que yo me lo cuestioné muchas veces y traté de propiciar el mentado momento, pero el chico en cuestión nunca llegó a ser suficiente. 

– No me mire así, sé que es una historia increíble y algo trágica pero le aseguro que está por mejorar rotundamente. 
El nuevo año trajo para mí el cumplimiento de ese deseo infantil… fue para el día de reyes que conocí a Ian Stevens. 
-Sí, Ian es de quién vine a hablarle y perdone que le haya contado toda la historia triste de mi vida, pero si no lo hacía usted no entendería la importancia de ese hombre en mi vida. Pues bien, le diré cómo nos conocimos.

Continuará...


Poco a poco nuestra historia va tomando forma y camino. Espero que les haya gustado. El próximo martes un nuevo capítulo.
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Sinopsis
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¡Gracias por leer!Vientos de invierno: Capítulo 2

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