Revista Cultura y Ocio

Vientos de Invierno: Capítulo 4

Publicado el 03 febrero 2015 por Isabel Isabelquintin
Vientos de Invierno: Capítulo 4


Qué día tan frío fue ese siete de enero. Desperté antes de las seis y en contra de toda mi voluntad, pasé a la ducha. Al salir me vestí con unos vaqueros, sweater de punto, botas de gamuza hasta la rodilla, cazadora de cuero y un inmenso anorak.-       - No exagero, creo que usted recuerda que ese año ha sido uno con los peores inviernos de la época.-Luego de beberme una infusión de manzanilla, me comí una tostada con café en leche, guardé algo de ropa en mi bolsa y las revistas favoritas de mamá que habían llegado a casa el día anterior. Salí dispuesta a enfrentar el día, hasta que abrí la puerta y la nieve me cubrió hasta las rodillas. La noche anterior solo había un par de centímetros pero lo de ese momento era increíble. Nada que ver con el sencillo tapete frío y blanco de hoy.Y entonces apareció uno de los vecinos que estaba haciendo camino con una pala y me ayudó a llegar hasta la avenida. El transporte había desaparecido, las vías estaban casi desiertas, solo pasaban los camiones que rastrillaban la nieve. Tuve que caminar cerca de una hora para llegar a una estación de metro que no estuviese colapsada, por fortuna la conseguí y unos minutos después de las nueve legué al hospital, quería ver a mamá y darle algunas palabras de aliento para que no se asustara cuando llegara el momento de la cirugía, fue inútil, terminó ella dándome consuelo y fortaleza. Mi hermano pasó a vernos antes de que se llevaran a mamá y nos dio la maravillosa noticia de que estaría en el quirófano acompañando a mi madre por si algo llegase a pasar.-                  ¿Qué? – solté aterrada - ¿Qué puede pasar?-   No lo sé – respondió con desdén – en cualquier caso ninguna cirugía es  tan sencilla como se cree… confiemos en que todo salga muy bien. Sus palabras me dejaron menos tranquila, pero no tenía opción debía confiar en James y en Ian a quien vi unos minutos después cuando ingresó en la habitación para llevarse a mi madre.-   Buenos días Diane – dijo muy casual.-   Buenos días doctor… - levantó una de sus cejas haciéndome reconocer el error – Ian, si… Buenos días.Mi hermano carraspeó para llamar mi atención y al verlos sus miradas de intriga me bombardearon, yo, por supuesto me sonrojé y busqué la huida mirando hacia la ventana mientras Ian auscultaba a mi madre y escondía una sonrisa pícara.En medio de las caras de mi madre, me despedí dándole un beso en la mejilla y un gran abrazo, pero no podía callárselo así que aprovechó para susurrarme:-   ¿Qué fue eso de “Ian”?-   Nada mamá.-   Diane – frunció el ceño y puso su voz de drama – no le niegues nada a una persona que puede que no regrese del quirófano.-   ¡Pero qué cosas dices! – me acerqué y le susurré – Si no regresas te quedarás con la duda.Sonrió con picardía mientras la vi alejarse en la camilla que empujaban las enfermeras, Ian se giró hacia mí y me guiñó un ojo, sentí una sensación electrizante recorrerme el cuerpo. Sonreí con timidez y se alejó.La cirugía tardaría unas tres horas, ese martes en que el invierno tenía colapsada la ciudad; dejé a Corine a cargo de la agencia. Corine era una chica estupenda, enamorada del amor y de Mathew, un guapísimo bombero. Se conocieron una tarde que él y sus compañeros intentaban apagar un incendio a un par de manzanas de la casa de Corine y al día siguiente regresó para invitarla a salir. ¿No es lindo? Desde entonces se hicieron inseparables y unos meses después Matt le propuso matrimonio. Son perfectos, el uno para el otro, ambos son huérfanos y el resto de sus familias están en Corea y Alaska. Su boda fue espléndida pero se la contaré después. - no deje que me desvié -.Le decía que dejé a Corine a cargo porque no podría estar en otra parte que no fuera con mi madre. Vivienne llegó un rato más tarde acompañada del pequeño Ralph, nos reunimos en la sala de juegos del área de pediatría, ella revisaba algunos niños y yo le contaba unas pocas anécdotas de mi infancia. Una hora después volví a la sala de espera, estaba sola allí esperando alguna noticia. Tres horas y nadie se apiadaba de mi cara de angustia; me sentaba cruzaba las manos y rezaba; me ponía de pie caminaba en círculos, me acercaba al ventanal y observaba la capa de nieve que seguía en aumento... Llamé a Corine unas tres veces hasta que me dijo que se iba a comer.Exactamente a las dos treinta Ian y James salieron del quirófano; bromeando entre ellos y yo con cara de espanto ¿Es eso justo?-   Y bien… ¿cómo salió todo?-   ¿El qué? – preguntó mi hermano como si no supiese de lo que le hablaba.-   ¡¿Como que el que?! Pues mamá. ¿De dónde vienes entonces y que se te hace tan divertido? Cuéntame y quizá se me contagia esa dicha tuya.-   ¡Pero, ya va hermanita! Tranquilízate que tienes cara de dolorosa. Todo salió perfectamente.Me abalancé a sus brazos y al fin me sentí completa.-   ¡Eh! Pero si yo no soy el héroe. Agradécele a Stevens que fue quien hizo un excelente trabajo – y se retiró sin decir más.-   ¡Gracias! – Le dije a Ian disimulando el júbilo que no me cabía en el cuerpo.No dejó de sonreír y avanzó unos pasos, luego se volvió para decirme:-   ¿Un café?¿Por qué no? – Pensé – no todos los días puedes sentarte a tomar café con tu súper héroe.-   Claro – respondí aun entusiasmada. - ¿Cuándo?-   Mañana a las siete. Paso por la agencia.- y esta vez siguió andando sin detenerse.

¿Sabe dónde trabajo? Eso quiere decir que no es solo un café… ¡es una cita! – me dije, y algo dentro de mí se encendió.
Muy bien, nuestra querida Diane ya tiene una cita con este maravilloso doctor.
Les dejo una encuesta para que con sus votos me ayuden a elegir a quien dará vida a Ian Stevens (click aquí)
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¡Gracias por leer!Vientos de Invierno: Capítulo 4

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