Revista Cultura y Ocio

Vientos de invierno: Capítulo 6

Publicado el 17 febrero 2015 por Isabel Isabelquintin
Vientos de invierno: Capítulo 6
Pasaron dos heladas y blancas semanas en Nueva York. Mi madre salió del hospital y fue James quien se la llevó a casa. Yo me encontraba en Hawái preparando la boda de Teddy la chica que quería una fiesta hawaiana. Fueron dos semanas lejos de casa, de mamá y sobretodo de Ian. Para mi escéptica madre la llamada de Ian al día siguiente era todo lo que necesitaba para asegurare que aún existían hombres caballerosos.Decía que Ian me llamó el día siguiente a nuestra primera cita para decirme que quería verme de nuevo esa noche, solo que esa misma noche yo viajaba así que lo dejamos para mi regreso.Y entonces para mi Hawái, el sol, la playa y la arena no eran mi paraíso porque yo estaba desesperada  por volver a las nieves perpetuas de New York para poder verlo otra vez, tenerlo cerca, muy cerca disfrutando del delicioso olor a Hugo Boss que usaba y con todas las ganas retenidas de darle un beso; ese beso que nos debíamos o mejor, que nos debía mi madre.Mi vuelo se retrasó cuatro horas así que llegué a la gran ciudad a las diez de la noche, con toda la ilusión perdida recogí mis maletas y salí en busca de un taxi y justo me encuentro con la camioneta Ford negra de Ian esperando afuera. Reconozco que la sonrisa se me tatuó en el rostro solo que Ian no estaba dentro así que pensé que me había equivocado o que no iba por mí. Estaba por subir a un taxi cuando oí su voz llamarme a gritos. Me giré y lo vi acercarse intentando correr por la nieve cargando dos vasos de café y una bolsa.-   Lo siento, había demasiada fila en el Starbucks ­– y me entregó el café y galletas de ajonjolí. «Alguien ha hablado demasiado con mi madre»-   Gracias.-   ¡Hola! – dijo enseguida y me besó en la mejilla-   Hola –respondí sonrojada, su roce y el olor de su perfume me hicieron sentir en casa.-   ¡Vamos! Sube al auto, nos helaremos aquí afuera.Subimos pronto, tenía algo de música pude reconocer a Sade.-   Supe que tu vuelo se retrasó, lo supe porque pasé varias horas esperando y hasta puede terminar un libro.-   Lo siento, debí avisarte.-   No lo sientas – dijo mientras bebía de su café – no es tu culpa sino mía por querer sorprenderte. Cuando en verdad tengas culpa no tendré piedad – sonrió y los hoyitos hundidos en sus mejillas me erizaron la piel.-   ¿Cómo te ha ido estos días? – pregunté casual.-   Bien, no me he encontrado con nadie que me haga caer el café encima.Sé que enrojecí como un tomate.-   Y ¿tus días en Hawái? Tomaste buen color.-   Es toda una ironía con este lugar, pero todo muy bien. Ya está preparado el lugar para la ceremonia y el banquete, la boda será el fin de semana.-   Y mañana es tu cumpleaños… - soltó con certeza.-   ¿Cómo lo sabes? -  Hubo un silencio rotundo - ¡Mi madre!-   No la culpes, se le escapó – salió en su defensa – hablaba con Wilde y yo entré y pude oírlo.-   Pues sí – me resigné – cumplo 26 – expulsé una bocanada de aire, eran demasiados años.-   No son tantos años, yo cumplo 32-   ¿Cuándo los cumples?-   También mañana – En Ian todo era casualidad y serendipia.-   No me tomes del pelo.-   No lo hago – terminó su café – Vamos que es tarde.-   Dime la fecha de tu cumpleaños – pedí.Abrió la guantera y tomo su billetera, luego me la entregó.-   Mira tú. Cerciórate.Ian Stevens Dane, 20 de enero de 1971 New York, New York.-   Así que es cierto…-   Yo no miento, Diane. Puede que mi personalidad de pie para que no se me tome enserio, pero soy del tipo de persona que cumple sus promesas, que no miente y que no llega tarde. Tres principios que rigen mi vida.-   Empezaré a creer en ti – respondí apenada.-   Más te vale – y frenó derrapando y girando el volante.-   ¿A dónde vamos?-   Ya verás.Desvió hacia Brooklyn, hicimos el recorrido en silencio y a más de 80 km/h. Manejaba muy bien sobre la nieve pero yo iba apretando la vida en ese cinturón de seguridad. Nos acercamos a la entrada del puente que conecta Brooklyn y Manhattan. Me pidió que bajara del auto y caminamos hasta la mitad del puente. Me dejó unos pasos adelante en la zona de Manhattan y el caminó hacia Brooklyn. Miró su reloj y sacó algo de sus bolsillos me hizo una seña para que avanzara, seis pasos adelante y estábamos frente a frente.-   Tu eres de allá – y me mostró Manhattan -   Yo soy de allá – y señaló BrooklynSonreí curiosa, encendió una mechera.-   Tengo un deseo – dijo mientras cubría la llama – Unir las vidas de dos que son de la misma ciudad y a los que siempre separó este puente. ¿Tienes un deseo? – me preguntoAsentí-   Deseo lo mismo que tú deseas.-   Bien, lo haremos a la vez – e inició una cuenta regresivaSoplamos la llama, mi teléfono sonó, eran las doce y llegaba el tradicional mensaje de Ellen.Se acercó despacio, tomó mi rostro entre sus manos heladas, mi rostro estaba igual. Llevé  mis manos a su cuello y nos besamos; sin tiempo y sin prisas. Disfrutando del sabor del otro.«Por Dios que lo besaría por el resto de la vida»Se separó despacio y buscó mi mirada, lo miré y admiré sus ojos llenos de promesas e ilusiones.-   Esperé dos semanas, ya no puede ser demasiado pronto.Sonreí, tenía razón y además me reprochaba el primer intento fallido. Esta vez mamá no existía. Sólo Ian y yo.Tomé impulso y volví a besarlo, él me levantó y me llevó de regreso al auto ante la mirada de algunas personas que pasaban junto a nosotros. No me importó nada; yo Diane Marie Wilde Connolly de 26 años; estaba tocando las nubes y me llevaba en brazos mi príncipe sacado de un cuento de hadas:
 Ian Stevens.
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Vamos avanzando y ahora necesitamos saber quién será nuestra protagonista femenina.
Aquí la encuesta
Espero que les haya gustado.
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¡Gracias por leer!Vientos de invierno: Capítulo 6

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