Siniestro Total - Alégrame el día
Esta semana el cuerpo me pide esto. Plantarse ante el televisor a ver las noticias de estos días o ante un diario abierto es sentir vergüenza, asco, indignación y pena. La crisis migratoria, la guerra en Siria, los refugiados, la inacción de Europa o la brutalidad nazi de Hungría... Hay donde elegir, de sobra, pero esta semana tengo grabada tras mis párpados una escena. Un chaval con una camiseta amarilla y una lanza de la que cuelga un rabo como trofeo, y un rebaño de salvajes vitoreándole por haber dado muerte a un toro. No hay más explicaciones que dar, ni que pedir. El cuerpo me pide esto, sólo me salen insultos y maldiciones. Así que os traigo un tema antiguo, más que trillado, y conocido por muchos -espero-. Tampoco es la primera vez que recurro a Siniestro Total en los #VDLN, e imagino que tampoco será la última. Es lo que tienen las bandas tan grandes y míticas, que siempre tienen algún tema que parece perfecto para una situación, y de los que poder tirar. Lástima que en muchos casos y tratándose de un grupo con canciones y letras como las de Siniestro, normalmente sea para criticar, reivindicar o simplemente maldecir algo. Porque de eso es precisamente de lo que se trata esta semana: de maldecir a la panda de bárbaros descerebrados y despreciables que campa a sus anchas por este país. Porque el que un grupo de paisanos, o un pueblo entero, disfrute de una fiesta en la que se persigue, acorrala y clavan lanzas en el costado a un toro -ya drogado al parecer- hasta matarlo, es sólo el botón de muestra. No sé cuántas fiestas populares de esta índole habrá repartidas por toda España. Un país en que la denominada fiesta nacional consiste en martirizar y matar a un animal para el disfrute del respetable, y que éste pague las entradas (e impuestos con los que cubrir las subvenciones) para ver morir a un animal trinchado, atravesado, acuchillado varias veces o ahogado en su propia sangre, es una aberración. Sobrepasa lo vergonzoso, es inhumano, inmoral. Por mucho que besen sus estampitas de vírgenes.
Y encima uno tiene que escuchar y leer argumentos que resultan tan ofensivos e indecentes que cuesta rebajarse a discutirlos, por muy obvios que sean. Llamar a estas carnicerías indecentes cultura, tradición ancestral, o riqueza histórica es para echarse a llorar. Arte lo llaman a veces. Psicópatas me parecen a mí. El negocio de la muerte. Espectáculo infame. Barbarie y salvajismo. Y me temo que todo esto no se cura ni leyendo...
En fin, vergüenza, asco, indignación y pena. Erradicar la tauromaquia y el resto de fiestas salvajes en este país inmoral me perece tarea imposible a día de hoy. Sólo espero que éste haya sido el último Toro de la Vega.
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