Revista Cultura y Ocio
Siempre he pensado que tuve una suerte incalculable cuando conocí a dos profesores universitarios que me cambiaron la vida. Italo Tedesco, fue mi profesor de literatura española y fue además el responsable de lograr que me enamorara de las grandes epopeyas literarias y por otra parte, Germán Flores, fue mi profesor de Grecolatina e hizo un trabajo tan maravilloso conmigo que aún después de casi dieciocho años sigo completamente hipnotizada por el mundo de los Griegos.
Lo que más recuerdo de Germán, es la capacidad que tenía para hacer los exámenes más interesantes del mundo. Recuerdo que logré memorizar el capítulo seis de la Eneida, palabra a palabra para poder contestar una sola de sus preguntas y me quedé tan embelesada hacia el tártaro, que si Plutón fuese más atractivo seguramente, me lo pelearía con Proserpina para quedarme allí para siempre.
Hago esta referencia porque en una de sus preguntas de examen, Germán nos pidió comparar el infierno de Dante, con el cristiano y el Griego, y aunque me gustaron los nueve semicírculos de Dante, creo que no hay infierno como el de los Griegos...allí todo es mágico... tenebroso pero mágico y los personajes que hallamos en ellos, son realmente fascinantes.
Hoy voy a hablarles del infierno...de un infierno que valdría la pena conocer aunque sólo fuese literariamente.
EL TÁRTARO
El tártaro es el nombre poético que dan los griegos al infierno. Es un lugar de tormento y sufrimiento eterno, parecido al infierno del cristianismo y al inframundo de las religiones paganas.
Como en todos los infiernos que conocemos culturalmente, hay un sólo Dios, en este caso es el Dios de las profundidades infernales, pero a diferencia de otros infiernos, el Tártaro está dividido en zonas según la gravedad de las faltas de quienes son condenados a él y una de las cosas que probablemente más llama la atención, es que el purgatorio es una de sus zonas y no como en el cristiano, en donde es una parte independiente del cielo y del infierno.
El tártaro o Hades, es el hogar de los muertos y tiene además una serie de habitantes que pueden salir de él cuando quieran, son criaturas que viven en las profundidades infernales pero que estando, no están condenados a él. Los cíclopes por ejemplo, están encerrados allí por la mano de Cronos, pero cuando Zeus los necesitó para luchar contra los Titanes, los liberó sin mayores problemas. Es justo gracias a esta lucha en que muchos de los Titanes terminan en el Hades (Atlas, Crono, Epimeteo, Metis, Prometeo y Menecio). En el Tártaro los capturados son resguardados por gigantes de cincuenta enormes cabezas y cien enormes brazos.
En el Hades cada quien tiene un castigo proporcional al delito que ha cometido: Ixión por ejemplo ( fue el primer humano en derramar sangre de su propia familia) quien asesinó a su suegro lanzandolo a un pozo lleno de carbones encendidos, fue sentenciado a pasar la eternidad girando en una rueda en llamas. El Tártaro tiene una autoridad principal y varios jueces en los que delega algunas responsabilidades. Radamantis, Éaco y Minos eran los jueces de los muertos y quienes decidían quienes iban al Tártaro. A Radamantis le tocaba juzgar a las almas asiáticas. Éaco sentenciaba a las almas Europeas y Minos tenía el voto decisivo y era quien juzgaba a los Griegos.
Haciendo una breve incursión por el Tártaro y utilizando como referencia al gran maestro Virgilio, encontraremos con que Caronte el barquero del Hades, es quien se encarga de trasladar a los muertos desde la Laguna Estigia ( sitio en donde iban a parar las almas después de morir) hasta la entrada del Tártaro, pero Caronte no trabajaba de gratis, de ahí radica la costumbre de colocar una moneda en el párpado del muerto o en la boca del mismo, a fin de que el barquero pueda cobrar su trabajo. En la entrada del Tártaro encontraremos al más fiel guardián: Cerbero ( Can Cerbero como le llaman algunos), que es un perro de tres cabezas y con tres grandes fauces, con cola en forma de serpiente y serpientes en su lomo.
Su trabajo allí es asegurar que ni los vivos entren al infierno, ni que los muertos salgan de él.
Traspasada la zona que cuida Cerbero, comienza a oírse llantos de niños: Niños que han sido arrebatados del pecho de sus madres y niños que no llegaron a nacer. Junto a ellos están los que han sido sentenciados por condenas injustas. Como lo expliqué anteriormente, esta parte del Tártaro es muy similar al purgatorio de los Cristianos, ya que es aquí precisamente, en donde los jueces del Tártaro conocen de la vida y obra de todo el que llega y deciden su condena.
No lejos de allí, se extiende en todas direcciones los llamados campos llorosos, donde secretas veredas que circundan la selva de mirtos, ocultan a los que consumió en vida el cruel amor y que aún muertos no olvidan sus penas. Pasada la selva de Mirtos, se llega a la zona en donde moran los más aguerridos guerreros y en este sitio, el camino se divide en dos: A la derecha están los Campos Elíseos que es donde está el Palacio de Plutón ( príncipe del Tártaro) y a la izquierda está el Tártaro que es donde los malos reciben su castigo.