El toro es un símbolo fundamental en nuestra civilización. En este artículo repasamos la relación de este animal con nuestro continente, y el origen del nombre del mismo.
El toro es un animal que desde siempre nos ha producido cierta fascinación, respeto e incluso miedo. Así, la adoración al toro ha sido una constante en casi todas las culturas, que lo han tenido como un símbolo de la fuerza, el valor y la virilidad.
Nos encontramos con imágenes de toros en las pinturas rupestres de Altamira y Lascaux, altares neolíticos con cuernos de toro en Chipre, toros sagrados en las culturas hurrita e hitita, la veneración en Egipto al dios Apis representado con forma de toro y un disco solar entre los cuernos, la identificación de sus cuernos con la forma de la luna creciente en Mesopotamia, la montura en forma de toro del dios hinduista Shivá, el Minotauro de Creta, la figura del dios romano Dioniso, o el martirio de san Saturnino de Tolosa.
En la tierra, actualmente es considerado como animal sagrado en la India, y en los cielos, le hemos consagrado la segunda constelación del zodiaco: Tauro.
Aunque también lo hemos utilizado para representar la idolatría, la inmoralidad y el ansia viva y desmedida por la posesión de bienes materiales, a través del conocido 'becerro de oro'.
En nuestro lenguaje, empleamos expresiones como ‘a toro pasado’, ‘agarrar el toro por los cuernos’, ‘valor y al toro’, o ‘ver los toros desde la barrera’.
En el arte, no podemos olvidar la presencia del Bos primigenius taurus en las obras de Picasso, ni en ciertas películas de más o menos culto como Sangre y Arena (Tyrone Power y Rita Hayworth), Jamón, jamón (Bigas Luna), La vaquilla (Berlanga) o Matador (Almodóvar).
Pero lo que no todo el mundo conoce es la íntima relación que este animal tiene con el nombre de Europa. Y mucho menos sabe por qué este continente recibe tal nombre. Veámoslo, pues.
Europa era una dulce y cándida doncella, hija de Agenor, rey de Tiro, que por su belleza era pretendida por numerosos dioses y mortales, que se disputaban su amor. Un día, mientras paseaba con sus amigas cerca de la costa, se tropezaron con una manada de reses, conducida por Hermes.
Se les acercó un hermoso toro blanco, sumiso y zalamero, que venció el miedo y desconfianza inicial de las jóvenes, las cuales comenzaron a acariciarle al encontrarle tan manso. Europa, confiada, se montó en su lomo, y fue entonces cuando el toro salió corriendo y saltó al mar desde un acantilado. Se trataba de Zeus, que había urdido este plan para que no pudiese rechazarlo como al resto de pretendientes. Alcanzaron Creta, y allí tuvieron tres hijos.Mientras tanto, Agenor, el padre de Europa, recorrió numerosas tierras en su busca, llamando a gritos a su hija ¡Europaaa...!, por ver si la hallaba. Desde entonces, todos los lugares por los que pasó acordaron en llamar a su tierra con el nombre de aquella hija que su desesperado padre buscaba sin cesar.
Este domingo, emulando al dios griego, numerosos partidos se batirán en la arena de las urnas para ver quién se queda con la ya entrada en años Europa. La única diferencia respecto a aquellos lejanos tiempos de hace milenios, es que ahora será Europa la que decida quién quiere que la rapte.
Que ustedes lo mediten bien. Y cuidadito con los becerros mansos. Ya lo dice el acervo popular: Del toro manso me libre Dios, que del bravo me libro yo. ¡Buen finde!