A menos cuarto salimos hoy a recordar el fascinante viaje a Vietnam que tuve la oportunidad de hacer el pasado agosto.
En los últimos años, diversos científicos han concluido que la pasión por viajar podría ser genética. Al parecer, aproximadamente un 20% de la población poseería la derivación genética del gen DRD4-7R, que está asociado a los niveles de dopamina que llegan al cerebro. Este 7R ha sido bautizado como el “gen viajero”. Y, conforme pasa el tiempo y acumulo viajes a mis espaldas, me doy cuenta de lo mucho que me gusta viajar. ¿Tendré yo ese gen viajero?
Tenga o no el gen, la pasión por viajar y descubrir mundo me viene de familia. Desde pequeñas, mis padres nos fomentaron la curiosidad por descubrir nuevos lugares y culturas. Los viajes de verano siempre fueron una tradición familiar, pero, cuando me fui a vivir al extranjero y mi hermana y yo empezamos a trabajar, cuadrar las vacaciones de los cuatro se hizo más complicado.
Pero este verano lo conseguimos, retomamos nuestro viaje de verano. Dudamos entre varios destinos, pero al final nos decantamos por Vietnam y fue un acierto. Tengo que decir que la espera valió la pena porque el viaje fue a lo grande.
Recorrimos las principales ciudades de Vietnam de norte a sur en 11 días. Fue un viaje intenso, lleno de contrastes y, sin duda, una experiencia apasionante. Jamás habíamos hecho un viaje tan exótico los 4 juntos y creo que nos sorprendimos a nosotros mismos. Pasamos mucho calor, madrugamos cada día, cogimos 2 vuelos internos y andamos muchísimo, pero nos lo pasamos fenomenal y fue divertido pasar tanto tiempo juntos los cuatro como hacía tiempo que no sucedía.
El viaje empezó en Hanoi, capital de Vietnam. Lo más impresionante de Hanoi es la cantidad de motos que circulan por la ciudad, sin ningún orden. En la moto se transportan todo tipo de objetos y van hasta 4 personas subidas en ella!La población de Hanoi es de 7 millones de habitantes y se cuenta que hay más de 5 millones de motos. Lo primero que hay que aprender al llegar a Hanoi son las normas para cruzar la calle, ya que ni los semáforos ni los pasos de cebra son respetados por los motoristas. La norma consiste en lanzarse a cruzar, venga quien venga, andar a paso ligero, no pararse y jamás retroceder. Parece una locura pero funciona, y nosotros, a las 4 horas de estar en Hanoi, ya éramos unos expertos en el cruce de calles.
Hanoi en una de las ciudades que conserva más patrimonio histórico de Vietnam. Nosotros pasamos 2 noches y visitamos los mayores puntos de interés: el precioso lago Hoan Kiem, epicentro de la ciudad vieja; el mausoleo de Ho Chi Minh; el templo de la Literatura; la pagoda de Pilar Único, la catedral de Hanoi y el museo de la prisión. También acudimos a un espectáculo de marionetas sobre el agua, pero no nos gustó demasiado. Lo que si nos gustó fue el paseo en tuk tuk.
Una de las experiencias más curiosas en Hanoi es “pasear” por la ciudad vieja. Y escribo pasear entre comillas porque resulta muy complicado andar por las estrechas calles abarrotadas de tiendas de todo tipo. Hay andar esquivando cientos de motos aparcadas en la acera y sortear a todas las personas que se sientan en la acera en sus pequeños taburetes a comer su famosa sopa Pho.
Un lugar al que merece la pena ir en Hanoi es al restaurante vegetariano Uu Dam Chay. La comida es excelente y permite aislarse del caos de la ciudad y pasar un rato tranquilo y agradable.
De Hanoi nos fuimos a la Bahia de Halong, uno de los parajes naturales más bonitos que he visto en el mundo. Nos embarcamos en uno de los grandes barcos de madera de Bhaya Cruises y pasamos una noche a bordo navegando alrededor de los impresionantes islotes que emergen sobre el agua. Hay cerca de 2.000 islotes y la mayoría de ellos no están habitados. Pese a que estuvo nublado casi todo el tiempo, las vistas eran impresionantes.
De la Bahia de Halong, nos desplazamos al aeropuerto de Hanoi para volar hasta Danang, que se encuentra en la costa este en el centro de Vietnam. No visitamos Danang, sino que nos fuimos directos a la pintoresca ciudad de Hoi An. En Hoi An convive la arquitectura china, japonesa y francesa. Todo el centro de la ciudad es peatonal y las calles están adornadas con farolillos de papel de colores. Hoi An es famosa por su puente cubierto japonés, sus tiendas de artesanía, y las sastrerías, donde todo el mundo acude a hacerse trajes y vestidos a medida.
Es un lugar realmente encantador y, probablemente, las dos noches en Hoi An fueron mis favoritas de todo el viaje. Tuvimos mucha suerte ya que la segunda noche coincidió con el festival de la luna llena (Lantern Festival). La ciudad se queda a oscuras y únicamente iluminada por los farolillos, y se llena de gente, música y mucho ambiente. Siguiendo la tradición, encendimos un farolillo, lo dejamos en el rio y pedimos un deseo.
Y para no convertir este post en un interminable cuaderno de viajes, publicaré otro con la segunda parte del recorrido por Vietnam, donde os descubriré las ciudades de Hue, Ho Chi Minh y el famoso delta del Mekong.
Espero que os haya gustado esta primera parte!