No es la primera estrella de Hollywood a quien me ha tocado entrevistar, pero encontrarme frente a frente con Viggo Mortensen me resultó extraño. Fue el lunes, antes de la rueda de prensa que iba a ofrecer, junto al resto del equipo artístico, por el estreno de «Purgatorio», una obra de Ariel Dorfman que se estrena este viernes en las Naves del Español, en el Matadero Madrid, con dirección de Josep Maria Mestres. Hice la entrevista junto a Rosana Torres, mi amiga y colega de «El país», y Mortensen acudió junto a su compañera de reparto, Carme Elías (al parecer ha querido que estuviera en todas las entrevistas que le hicieran a él, un bonito detalle de generosidad por su parte). Tiene una mirada azulada y transparente y una expresión tranquila. Habla con una voz ligeramente arañada y en un español perfecto de acento indefinible que, de vez en cuando, salpica con giros y dejes argentinos. Y es que, como ya sabéis muchos, el actor nació en Nueva York, pero pasó buena parte de su infancia en Argentina. Muy futbolero, es fácil oirle presumir de su fidelidad por el San Lorenzo de Almagro. Ahora pasa, además, largas temporadas en Madrid, porque aquí vive su actual pareja, Ariadna Gil.
Precisamente la actriz catalana iba a ser su compañera de reparto en el primer intento de montar en el Español «Purgatorio», hace un par de años. No pudo ser, y el proyecto se retomó meses más tarde, ya con Emma Suárez en el lugar de Ariadna Gil, embarcada en otros trabajos. La enfermedad de la madre de Viggo Mortensen hizo que de nuevo el montaje se postergara (muchos pensaban que de manera indefinida). Pero no: aunque, como el propio actor nos dijo a Rosana y a mí, no había obligación por su parte, él tenía la sensación de que tenía una deuda con el público de Madrid, con el Español, con Ariel Dorfman, y que el círculo no se había cerrado.
Pero a la tercera va la vencida. Hace veinticuatro años que no se sube a un escenario (interpretó «Bent» en California en 1987), y es la primera vez que hace teatro en español. «Es una ansiedad que crece y crece -nos reconocía-, es una obra que no permite relajarse ni un segundo, que no hay escape, y hay momentos de pánico donde... No sé cómo va a ser cuándo esté lleno de gente... Me voy a morir. . Yo he preguntado varias veces (aquí creció su acento argentino): "¿Por qué tiene que venir gente?" Nos estamos divirtiendo, ya estamos aprendiendo mucho. No hay que ser tan vanidoso, no tiene que venir nadie».
En media hora no se puede conocer a alguien, claro, pero Viggo Mortensen, que mira a los ojos de su interlocutor cuando habla, me pareció un hombre educado, afable, simpático, incluso sencillo, alejado totalmente del estereotipo de la estrella de Hollywood. Es, o al menos esa impresión me dio, un hombre elocuente, reflexivo, inteligente, de ideas claras. Al hablar del perdón, la médula espinal de la obra, fue inevitable referirse a ETA; en la rueda de prensa posterior también lo hizo, y ha habido interpretaciones muy diversas a su intervención sobre una cuestión más que vidriosa. Y es que es difícil explicar en pocas palabras, y menos en un titular, lo que dijo y el subtexto de sus palabras. Él se refería al concepto del perdón; la obra, explicó, plantea muchas preguntas; entre ellas, si se puede perdonar todo, y la única respuesta que ofrece es que el perdón, si es verdadero, no puede exigir condiciones. El perdón de ETA, por tanto (un perdón todavía inexistente, que los terroristas no han pedido), debe de ser incondicional. Y si la sociedad perdona a ETA también debe de hacerlo sin condiciones. Pero Mortensen diferenció entre perdón y amnistía (según la RAE, «Olvido legal de delitos, que extingue la responsabilidad de sus autores»): perdonar no significa que no se aplique la ley y que no paguen por sus delitos; «Uno puede perdonar al mayor monstruo -argumentó- y al tiempo encerrarle en la cárcel». Yerran, creo, quienes interpretaron en sus palabras que él era partidario de perdonar (de «amnistiar», en realidad) a los terroristas. Aunque, como he hablado con varios compañeros, tampoco sea relevante lo que Viggo Mortensen pueda opinar en este sentido.
Tengo ganas de verle sobre el escenario, y confío en que como actor de teatro me produzca una impresión tan positiva como la que me produjo la persona.
La foto es de mi compañero Jaime García