Revista Cultura y Ocio
Antes de que Vigilia comience, Santi Arcas dedica unos agradecimientos a nombres tales como Jan Potocki, Francisco de Goya, Luis García Berlanga, o Camilo José Cela entre otros. Esto ya nos pone en situación ante lo que vendrá después, pues marca de manera inequívoca las inspiraciones tonales, formales y de fondo que van a desfilar por la obra. Tras ello, un pequeño prefacio nos habla en pocas viñetas del proceso de creación artística, mostrando las motivaciones a veces instintivas del propio autor, y concluyendo con una frase reveladora: "Me gusta lo raro". Es entonces cuando comienza en sí «Vigilia».
Ambientada en torno al año 1800 en una zona del sur de España, podríamos decir que la trama gira en torno al secuestro de una bella mujer por uno de sus dos pretendientes, y que deriva en su posterior huida. Su desaparición provoca una batida nocturna en su busca, y a lo largo de esa noche se irán sucediendo varios acontecimientos más o menos relacionados con este hecho.
Santi Arcas compone un fresco de la sociedad de la época en el que no es difícil sentirse identificado debido a su cercanía y reconocimiento. El tono de «Vigilia» alterna entre lo ligero y lo críptico, estableciendo entre medias un marcado costumbrismo muy nuestro y un poco de realismo mágico plagado de ambigüedad. El autor aprovecha la historia para proponer diferentes reflexiones, hablando de temas como la superstición enfrentada a la fe, el miedo a la oscuridad, la intranquilidad que provoca el estado de vigilia nocturna y, de alguna manera, la aceptación de la muerte. Para ello utiliza en contadas ocasiones algunas imágenes simbólicas, y cierto componente onírico que resulta bastante inquietante y que acerca a la obra por momentos al género de terror.
Santi Arcas llena su lienzo en blanco (o más bien en negro, en este caso) con una estrambótica galería de personajes que se mueven entre el esperpento, el terror y una suerte de comedia surrealista. Como decía más arriba, desde los créditos iniciales el autor deja claras las influencias y las raíces de «Vigilia», que quedan patentes tanto en el contenido como en el continente. Las continuas referencias a la serie de pinturas negras de Goya son tan evidentes como eficaces, revelándose la obra de Arcas como un logro inaudito dentro del cómic nacional. Pero el homenaje no se queda solo en lo estético, sino en la perfecta recreación de una época y unos modos que están tan anclados en nuestro subconsciente que nos resultan plenamente reconocibles. Bandoleros, aristócratas, religiosos, borrachos, sirvientes y todo tipo de gente de buen y mal vivir desfilan por las páginas de «Vigilia», cada uno con su particular historia a rastras. El autor los maneja a su antojo dentro de un cuadro global que termina reuniéndolos a todos en torno a un evento milagroso, solo para finalizar con una especie de despertar colectivo con la luz del amanecer en un desenlace que me parece genial.
El dibujo que utiliza Arcas, en riguroso blanco y negro, es totalmente apropiado para el tipo de obra que propone, homenajeando al arte del grabado pese a diseñar a sus personajes con un aire un tanto caricaturesco. Para la narración se vale de paneles de 2x3 viñetas, consiguiendo una gran fluidez en su lectura. Quizá lo más destacado es la fantástica ambientación lograda gracias al magistral uso de la luz y, sobre todo, de la oscuridad. Ambas tonalidades adquieren un papel protagónico en la misma historia, y sirven sin duda como recurso metafórico para hablar de los conceptos que comentaba más arriba, además de adornar las páginas con momentos casi cercanos al expresionismo alemán.
Con «Vigilia», Santi Arcas ha creado un cómic fresco y original que echa la vista atrás hacia una época que no ha sido demasiado explotada en el mundo de las viñetas. El gran acierto, además de su tributo estético, es la hábil combinación de un tono costumbrista acompañado de algunos toques de humor, con el elemento extraño e inquietante que riega todo el relato. Ese cierto surrealismo que desemboca en ocasiones en puro esperpento, es el toque diferenciador que ya estaba presente en algunas de las obras pictóricas a las que «Vigilia» homenajea. El resultado, como digo, es algo diferente a lo habitual, que para mi gusto eleva la obra muy por encima de la media.
Viendo el reciente éxito que han cosechado obras que remiten al arte como El fantasma de Gaudí o Las Meninas, no entiendo que «Vigilia» no haya tenido una mayor resonancia en el mercado nacional. No deberían dejarlo escapar.
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