Revista Educación

VIH: Solidaridad mundial, responsabilidad compartida

Por Siempreenmedio @Siempreblog
VIH: Solidaridad mundial, responsabilidad compartida

Mientras el planeta se enfrenta a la COVID-19, preocupados como estamos si esta navidad vamos a poder estar con seis familiares o con diez, o si vamos a poder salir a la calle a consumir y disfrutar de la iluminación y las compras, esta semana hemos celebrado el día mundial de la lucha contra otra pandemia con la que convivimos desde hace mucho, muchísimo tiempo, el VIH SIDA.

Qué paradoja tan curiosa. Un coronavirus completamente desconocido, cuya incidencia en el ser humano nos era ajena hasta hace unos meses, ya cuenta con miles de millones de vacunas listas para ser distribuidas, y decenas de laboratorios disponen de dinero público para investigación y evitar que la población quede irremisiblemente diezmada.

Claro, la COVID-19 es muy democrática. Se enferman Bolsonaro, Abascal, Montero y Trump, y puede morir cualquiera, joven o viejo. Entre que es contagiosa como una gripe, y que el vecino es incapaz de meterse en su casita o enchufarse una mascarilla hasta que termine por erradicarse sola, resulta que el bichito se ha expandido sin remedio.

El SIDA no. Comúnmente es vista como una cosa lejana, que se reduce quizás a drogadictos, prostitutas y homosexuales, gente de mal vivir, y no como lo que es: Una de las mayores emergencias de la salud pública general, que se ha cobrado más de 33 millones de vidas desde su descubrimiento. Por eso, tal vez, no hay vacuna, sino costosísimos retrovirales que condenan a una píldora eternamente a quien la padece.

Hombre, qué bien, más pasta para las mismas multinacionales que -demostrado- adquieren patentes para fastidiar al prójimo, lo que encarece el tratamiento para cuestiones que, como en estos dos casos, da la impresión de que les conviene que se mantengan. Pastillita diaria, infinidad de inyecciones... ¿No les va a interesar? Teoría de la conspiración, lo llaman.

Prevención, divulgación, formación, campañas... ¿Se ha puesto idéntico empeño desde hace décadas en hallar de verdad la curación? Mi impresión es que no, y si existe, alguien quiere ocultarla. Si se regulara esa asquerosa manipulación esos magnates mangantes terminarían con sus huesos en la cárcel.

ONUSIDA se ha puesto como meta acabar con el VIH en 2030. Winnie Byanyima, su Directora Ejecutiva, recordaba cómo se ceba esta enfermedad con el necesitado: Aún hoy, más de 12 millones de personas siguen esperando un seguimiento médico ante el VIH y 1,7 millones se infectaron en 2019. muchos por no tener acceso siquiera a algo tan básico como un preservativo.

En una misiva brillante y acertada, bajo el lema "Solidaridad mundial, responsabilidad compartida", nos recuerda que este tipo de afecciones globales aumentan la desigualdad en un entorno cada vez menos equitativo. Como ella, me enorgullece que hayan sido los movimientos activistas del VIH los primeros en movilizarse para proteger a grupos vulnerables y tratar de contrarrestar los efectos de la COVID-19.

Mi lazo rojo y mi reconocimiento cada 1 de diciembre, todos los días, a los esfuerzos individuales y colectivos en esta lucha, a quienes conviven con el VIH, a aquellos que han consagrado su vida a hacer desaparecer el estigma. Sobran razones por las que seguir trabajando para poner fin a esta enfermedad, para garantizar el respeto a los derechos de las personas seropositivas, mejorar y abaratar sus tratamientos, minorar la incidencia... Y que se termine por encontrar una puta vacuna.


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