Revista Cultura y Ocio

VII encuentro/tertúlia de los Libris

Publicado el 02 mayo 2019 por Librus

La séptima ya está aquí. Los madridistas invocaron la séptima durante muchos años, hasta que les llegó. De la misma manera lo solicitábamos, ansiosos, los integrantes de Proyecto Librus. Al final llegó. Esta vez incluimos, entre nuestras esperadas novedades, la presencia de un artista invitado, el llamado niño Dios.

Esta vez la cita sería en lugar de culto para los amantes de los bares castizos de Madrí. El bar el Tronco, situado en el centro de la capital. Pero la jornada se antojó demasiado matutina y unos cierres metálicos nos indicaban que quizá nuestra ansia nos llevó a madrugar demasiado. Había que reaccionar, y Sir Charles Lomlarck propuso desayunar en la Menorquina, aunque el afán de lujo y preponderancia de El Duque de la Teruélida incitó a que el desayuno fuese en el Riojano, donde degustamos unas ricas torrijas.

Nuestro invitado, el niño Dios, opuso resistencia desde un primer momento a todo, a saber:

* Desacuerdo con la hora fijada

* Desacuerdo con que el bar estuviese cerrado

* Desacuerdo con pasar por la Puerta del Sol

* Desacuerdo con el desayuno

* Desacuerdo con volver al bar cuando estuviese abierto

Solventado todo esto, por fin pudimos entrar al Tronco, una vez abierto. Allí nos recibieron unos soldados, tomando algo y con las metralletas tiradas por el suelo. Niño Dios estuvo también en desacuerdo con ello.

En cuanto a la tertulia propiamente dicha, abrió el fuego “El vicio Inglés”. Se acordó que el libro, pese a ser bastante llamativo debido a su temática, quizá adoleció de repetitivo. Las azotainas que recibía el personal en la pérfida Albión fueron debatidas con la pasión de la sangre y el sexo que Ian Gibson reclamaba en su obra.

Pasamos después a examinar el Manifiesto Redneck, que a pesar de decir las obviedades que muchos pensamos, caló con fuerza en nuestras mentes lectoras. Gusta leer de alguien lo que se piensa a escondidas. La basura blanca dio vueltas por la mesa en la que comenzaban a abundar las cervezas, anises, patatas y las famosas “meat balls” (especialidad de la casa). Niño Dios no llegó a terminar este tema y abandonó la tertulia, aduciendo que tenía que trabajar el viernes por la tarde, siendo en aquel momento jueves por la mañana.

El Cementerio Marino fue bandeado de lado a lado, desde Mesié de Condemore hasta el Duque de la Teurelida, pasando por Lord Pascualín, encontrando tan solo consuelo en las manos de Sir Charles Lomlarck, quien con más énfasis que convencimiento, trataba de parar el linchamiento provocado, sin duda, por el siempre controvertido tema de las traducciones en la poesía. En este momento la idea de unos torreznos se había apoderado de todos los integrantes.

Por último, la Crónica del rey pasmado vino acompañada, finalmente, de los exquisitos torreznos del lugar. Maridaron bien la obra de Torrente Ballester con la de nuestro amigo el barista, y tras discutir la mayor o menor veracidad de la novela histórica en general y la contada en este caso en particular, se alzó finalmente con el Libri de Oro, mientras que agotadas todas las provisiones nos mirábamos la panza, y Sir Charles Lomlarck nos comentaba que se había comprado por internet unos calzoncillos-faja color carne, con los que evitaría tener que pasar vergüenza en la próxima tertulia de los Libris.


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