" Mira, esto te lo envía el Senado. ". Interesante cita la de Dión Casio (Historia Romana, L.XXI), en boca del cándido Claudio Pompeyo Quinciano, para dar comienzo a nuestro relato.
Todos los historiadores coinciden en la idea de que el intento de asesinato de Cómodo en el año 182 d.C., acompañado con estas palabras de su asesino, condicionaron el ánimo del joven emperador durante el resto de su reinado. A partir de esos momentos, el príncipe padecería un perpetuo miedo a posibles nuevas conjuras junto a un odio irascible hacia el Senado romano, lo que le llevaría a una implacable política de terror con el único propósito de anular a sus miembros y librarse de ellos. Pero no adelantemos acontecimientos.
A la edad de 14 años, quiso Marco Aurelio educar a su hijo Lucio Aurelio Cómodo en los avatares del gobierno imperial. Para este arduo cometido buscó rodearlo de un círculo de consejeros de la máxima confianza; personalidades escogidas entre sus propias amistades que, en ese tiempo, gozaban de un enorme peso en la actividad política y administrativa romana.
Cómodo sólo contaba con 19 años cuando, tras la muerte de su padre, fue aclamado como nuevo emperador por las legiones acantonadas en el Danubio. Aún permanecería junto a estas tropas durante seis meses más hasta su regreso definitivo a Roma. En ese intervalo de tiempo, aconsejado por el círculo de amigos de Marco Aurelio, tomará una decisión que pondría en su contra al núcleo duro de la aristocracia senatorial: dar por concluida la guerra firmando la paz con los cuados y marcomanos e iniciando, de esta forma, un nuevo periodo de tranquilidad en las fronteras. De por sí, pensaba Cómodo, el propio Danubio constituía la mejor frontera natural que se podía establecer.
Cierto es que la guerra en esa zona del Imperio empezaba a resultar bastante perjudicial para sus arcas y los beneficios que se valoraron a partir de una posible victoria tampoco eran de mayor consideración. Pero la firma con los bárbaros no fue vista de buen agrado por los senadores romanos que, resentidos y sintiéndose desplazados por el peso político de los consejeros del nuevo emperador, fraguaron una conspiración en el año 182 d.C. Para llevarla a cabo era imprescindible el apoyo desde palacio: Annia Aurelia Galeria Lucila , la propia hermana del joven Cómodo.
Desde la muerte de su madre, Faustina Menor, Lucila había ostentado el título de Augusta. Enviudada de su primer marido, Lucio Vero, su padre la obligó a contraer matrimonio con Tibero Claudio Pompeyano, uno de sus generales, aunque mantendría vigente tan oneroso nombramiento. Hasta esos momentos, Lucila era considerada la primera dama del Imperio, una influyente matrona romana acostumbrada al poder y a ocupar un puesto destacado en los planes sucesorios.
Pero decimos hasta esos momentos porque la relevancia de Lucila en Roma se vería desvanecida cuando, en el año 178 d.C., Marco Aurelio hizo casar a su hermano Cómodo con Brutia Crispina, hija del cónsul C. Bruto Presente y amigo personal. A partir de la muerte del emperador fue Crispina la que ostentará el título de Augusta, disfrutará de los honores derivados de éste y relegará a su cuñada a un segundo plano. Indudablemente, Lucila no aceptaría de buen agrado su nueva condición social.
Y así fue como uniéndose a la conjura de los senadores, la hermana del nuevo césar se convirtió en la principal instigadora para conspirar contra él sólo dos años después de su regreso a Roma. La dama buscará la complicidad fuera de su marido, pues este era leal a Cómodo. La encontró en M. Ummidio Cuadrato, un primo suyo (hijo de la hermana de Marco Aurelio) y perteneciente a una ilustre familia senatorial. El encargado de cometer el magnicidio sería finalmente Claudio Pompeyo Quinciano - a quien nos hemos referido al inicio de nuestra historia - sobrino de su actual esposo, amigo íntimo del nuevo emperador, prometido de su hija y amante de las dos. El sería el brazo ejecutor, el encargado de acercarse hasta Cómodo y clavarle un puñal en el pecho cuando este asistiera al anfiteatro para presidir unos juegos.
Concluidos los espectáculos, el joven emperador abandonó el edificio lúdico a través de uno de sus pórticos escoltado por su guardia personal. Al acecho se encontraba Pompeyo Quinciano, buscando repetir la misma gesta que, tiempo atrás, acabara con la vida del emperador Claudio. Desgraciadamente para él, los acontecimientos no siguieron iguales cauces. En lugar de ir directamente hacia Cómodo y herirlo de muerte, Quinciano perdió un preciado tiempo mostrando el arma y pronunciando su célebre frase: " Mira, esto te lo envía el Senado.". Esos pocos segundos, escasos diríamos, sirvieron para que la escolta del césar detectara la amenaza, se abalanzara sobre el magnicida y lo apresaran. Antes de ser ejecutado, el amigo de Cómodo - sobrino del marido de Lucila, prometido de su hija y amante de las dos - cantó. Y vamos si cantó: M. Ummidio Cuadrato fue apresado y ejecutado, como también lo fueron otros importantes senadores acusados de conspiración. Por su parte, Lucila sería exiliada a la isla de Capri para, posteriormente, ser asesinada.
Descubierta la conjura, llegó el tiempo de las delaciones, de aquel tipo de denuncias falsas ya olvidadas de la memoria colectiva. A Roma regresaron los delatores anónimos, esos personajes oscuros, casi extinguidos de reinados anteriores, dedicados a acusar a todo ilustre ciudadano romano con el que pudieran sacar provecho ante el emperador, estuvieran o no implicados en el intento de asesinato. Toda sospecha equivalía a una prueba y cada acusación en condena a muerte tanto para el señalado como para los miembros directos de su familia. En este sentido, Cómodo se mostró implacable, aún más si las propiedades de los sentenciados pasaban directamente al patrimonio imperial. Entre los innumerables senadores señalados estaban muchos de los viejos amigos de Marco Aurelio. Este sería el caso de los hermanos Quintili.
Sextus Quintilus Valerius Maximus y Sexto Quintilius Condiamos, hermanos de influente familia, habían ejercido como cónsules durante el reinado de Antonino Pio. Bajo la protección de Marco Aurelio ambos ocuparon cargos en la administración de la provincia de Acaya (actual Grecia) y de Pannonia (actual Hungría), incluyendo mando militar. Entre sus triunfos se cuenta que, durante la estancia en Pannonia, los Quintili lograron evitar con éxito dos intentos de invasión por parte de los pueblos germanos.
Su dilatada carrera en la Administración Imperial les reportó importantes riquezas y posesiones. Juntos escribirán tratados agrícolas en griego sobre la medición de tierras ( agrimensura) y cuestiones militares, muy en boga entre la aristocracia romana de aquella época. Cuando el intento de asesinato de Cómodo, ambos residían en una majestuosa villa suburbana levantada a mediados del siglo II d.C. y situada más allá del quinto miliario de la vía Appia, muy próxima a la ciudad por si ambos personajes eran requeridos por la Curia romana.
Tanto la vía Appia, como la vía Latina, además de otras calzadas consulares que partían desde Roma, se caracterizaban por la coexistencia de espacios funerarios y villas residenciales de carácter productivo habitadas por familias de cierta relevancia en la ciudad. Por su tamaño y extensión de terreno que ocupaba, la villa de los Quintili estaba considerada como una de la más grande del suburbio de Roma después de la villa Adriana en Tivoli.
Se cuenta que, durante el gobierno en Acaya, los dos hermanos Quintili visitaron al oráculo, quien les presagió sus muertes por estrangulamiento. Cuando los delatores pronunciaron sus nombres al emperador, los dos fueron apresados y ejecutados por estrangulamiento, además del hijo de Maximus que por aquel entonces se encontraba en Siria. Como era de esperar, la lujosa villa para el ocio y el descanso de los Quintili, que también incluían la propiedad de Herodes Atticus, fue confiscada por Cómodo, quien decidió ocuparla personalmente y disfrutar de esa tan anhelada ociosidad ( otium) que la campiña otorgaba.
La villa contaba con esplendorosas termas y ninfeos, abastecidas por un acueducto propio, ramal del Anio Novus, y a las que se le habían instalado un complejo sistema de calefacción de aguas. Con amplias extensiones verdes, a parte de las zonas de hábitat, también disponía de un templo dedicado al culto de dioses orientales, tan de moda por aquella época y para el que el propio emperador Cómodo se había hecho iniciar en los misterios de Mitra durante su estancia en el campamento fronterizo del Danubio. Este edificio religioso quedaba embellecido con impresionantes esculturas que, muy presumiblemente, habrían sido obsequiadas a los dos hermanos cuando su extensa red clientelar visitaba la ciudad.
Tras el intento de asesinato fallido, Cómodo se volverá una persona desconfiada, hostil hacia el Senado y a todos sus miembros. No podía suprimirlos, pero se esforzaba en humillarlos y amenazarlos de muerte en cada oportunidad que se le brindaba. El antiguo círculo de consejeros de su padre acabaría por desaparecer.
Ignorado y vilipendiado el órgano senatorial, el joven emperador se refugiará en la prefectura del pretorio, rodeándose de favoritos a los que delegó el gobierno del Imperio. Eran estos unos personajes intrigantes, siempre a merced de los caprichos del emperador, que no dudaron en aprovechar el total desinterés de este por los asuntos de Estado para incrementar su influencia y poder al servicio de las ambiciones personales. Por supuesto, las acusaciones y las condenas a muerte sobre la aristocracia romana, fueran verdaderas o falsas, continuarán durante años.
El primero de estos conocidos como favoritos fue un tal Saotero, antiguo esclavo y ayuda de cámara del emperador, que acabaría asesinado bajo las órdenes de los dos prefectos del pretorio Tarrueno Paterno y Tigidio Perenne.
Como hombre de mayor confianza, le sucedería en el cargo el segundo de estos dos militares, después de acusar y condenar a muerte al primero de ellos por formar parte de la conjura promovida por Lucila y los senadores. Como único prefecto, Tigidio Perenne sería quien gobernará Roma a lo largo de los años 182-185 d,C. hasta que fuera acusado por las legiones acantonadas en Britania por su intento de usurpación al trono imperial a favor de su hijo. El prefecto será entregado a los soldados y ejecutado junto a toda su familia. Muy probablemente detrás de estas acusaciones, infundadas o no, estaría la mano de Marco Aurelio Cleandro, otro ayuda de cámara del emperador y antiguo esclavo liberado por su padre Marco Aurelio.
Cleandro sustituyó a Tigidio Perenne en sus funciones de gobierno después de obtener el grado de caballero en la orden ecuestre y ponerse al frente de la guardia pretoriana. Rodeado de otros libertos, tan ávidos de riqueza como él, ejerció el poder con mayores excesos y crueldades, si cabe, que su antecesor, a la vez que continuaba potenciando los vicios de Cómodo.
Durante su gobierno, en el año 187 d.C., sería acusada de adulterio la emperatriz Crispina, exiliada también a Capri y asesinada. Continuaron las confiscaciones a las personalidades de relevancia y se llegaron a vender al mejor postor, libertos incluidos, cargos políticos y militares, como fueron los de senadores o cónsules. Entre las 25 asignaciones del año 190 d.C. se encontraba la del futuro emperador Septimio Severo. En conclusión, la corrupción del Estado romano no hizo más que aumentar y el poder de Cleandro se prolongará desde el año 185 d.C. y el 190 d.C.
Mientras Cómodo delegaba sus funciones de gobierno a los distintos favoritos escogidos para el cargo, el, por el contrario, se entregaba a la ardua tarea de conseguir el favor del populacho romano. Celebraba continuos juegos que no hacían sino arañar, cada vez más, el debilitado erario público.
Se trasladó a la majestuosa villa de los Quintili donde podía disfrutar de sus comodidades y tranquilidad en el campo, alejado del continuo ajetreo de Roma. Entre sus instalaciones contaba con un triclinium de verano y otro de invierno, revestidos de mosaicos y paredes enlucidas, en los que celebraba sus extravagantes banquetes durante todo el año. El relax se lo proporcionaban sus distintos baños termales. Una plaza sin columnas, provista de gradas perimetrales, quedaba reservada a los bailes y espectáculos donde le encantaba recitar poemas con el pelo alisado y teñido de rubio.
Durante el tiempo en el que Cómodo ocupó la villa de los Quintili se llevaron a cabo importantes ampliaciones y reformas hasta convertirla en una especie de palacio imperial en mitad de la campiña romana. Contó con 52 habitaciones, algunas de hasta 14 metros de altura, amplios ventanales, bóvedas decoradas en las estancias y mármoles policromados. Pero si hubo un aspecto a destacar en esta villa suburbana durante su reinado fue, sin lugar a dudas, el circo que ordenó construir no lejos de la residencia imperial. En él se celebraron carreras de cuadrigas de las que el emperador era todo un apasionado, restaurando con cierta opulencia antiguos edificios de cuando los hermanos Quintili habitaron la villa. Este circo de Cómodo, junto a la vía Appia y diseñado al mismo estilo que el de Domiciano en Roma, incorporaba una grada en la que podían sentarse hasta 7.700 personas.
La vida pública de Cómodo, completamente disoluta y desenfrenada, repleta de vicios, era llevada siempre al mayor de los extremos; el ambiente recordaba aquellos tiempos lejanos de Nerón y Domiciano. Se hizo reconocer como Hércules Romano personificado bajo inspiración de su consejo privado, instaurando a tales efectos un culto oficial y creando en la ciudad la nueva figura del flamen Herculaneus Commodianus. Esta circunstancia sería aprovechada para autoproclamarse reformador de Roma a la que haría llamar Colonnia Commodiana.
Como nuevo dios Hércules sobre la tierra, en su mente disociada se imaginó revivir los 12 famosos trabajos del antiguo héroe griego. A tal fin, le gustaba medirse completamente desnudo contgra los gladiadores, luchadores quienes habitualmente le acompañaban. Era un amante de las carreras de cuadriga, las venationes y las cacerías y le encantaba participar en los festejos públicos, eventos por los que llegó a cobrar la suma de un millón de sestercios de las arcas imperiales por sus apariciones. Su contemporáneo Dion Casio recogió un episodio donde plasmó la verdadera personalidad deformada de este emperador, temperamento que el actor Joaquin Phoenix, en la famosa película Gladiator, supo caracterizar magistralmente:
Tras llevar a cabo una caza de avestruces, le cortó la cabeza a una y "[...] la sostuvo en la mano izquierda alzando con la derecha su ensangrentada espada; y aunque no pronunció palabra alguna, con un meneo de la cabeza, en la que exhibía una mueca sonriente, nos indicó que nos trataría del mismo modo. Y realmente muchos habrían perecido en el acto bajo su espada por reírse de él, porque fue la risa más que la indignación lo que se apoderó de nosotros, si no hubiera mascado algunas hojas de laurel que saqué de mi corona y persuadido a los que estaban cerca de mi a hacer lo mismo, para ocultar con el movimiento regular de las mandíbulas el hecho que estábamos riéndonos. ". (Dión 73, 21, 1-2)
Los senadores soportaban cada vez peor los delirios incontrolados de Cómodo. Día a día su comportamiento se hacía más preocupante. No por el hecho de identificarse con Hércules y rememorar su vida, sino por llevar hasta el extremo todos sus actos. Se había convertido en un personaje extravagante, histriónico, cruel y lujurioso.
Así llegamos al 190 d.C., año en el que Roma padecerá una profunda hambruna. Un día en el que el emperador no asistía a los espectáculos que se celebraban en el Circo Máximo, estalló una gran revuelta popular contra Cleandro, orquestada, muy probablemente, por el grupo de senadores contrarios a él quienes le acusaban de malversación. Desde el Senado romano ansiaban con derribar al actual favorito.
En el momento de iniciarse estos disturbios, Cleandro se encontraba en la villa de los Quintili; en sus instalaciones sería informado por la guardia pretoriana. Este, rápidamente, ordenó el envío de cuerpos de caballería para disolver a la masa que ya abandonaba la ciudad en dirección a la residencia suburbana del emperador. Por su parte, el populacho logró resistir la carga de los pretorianos,arrojando piedras y ayudados por otros soldados que permanecían en la ciudad. Finalmente, la caballería pretoriana tuvo que retirarse sin lograr su objetivo. La multitud enardecida, gritando furiosa el nombre del favorito, marchó por la vía Appia recorriendo las cinco millas que los separaba de su presa.
Hasta entonces Cómodo, retirado en las estancias privadas, no había sido informado de nada. Sólo cuando la plebe se agolpaba y empujaba la puerta de acceso a la villa, le fue trasladada la noticia. El emperador tuvo miedo, se asustó. Desde los ventanales de una de las habitaciones superiores pudo contemplar a la multitud fuera de control gritando el nombre de Cleandro.
Cada vez llegaba más y más gente. La muchedumbre ya alcanzaba las proximidades de la fuente con arquería y el pequeño templo dedicado a Hércules que, en un claro gesto político, el mismo emperador había hecho construir para dar descanso y saciar la sed de los viajeros. Cómodo, aterrorizado, no dudó en ordenar la muerte de su favorito y entregar su cuerpo a la multitud que lo trasladó de vuelta a Roma para arrastrarlo por sus calles. Esta fue la única forma de disolver a un pueblo romano enfurecido, la única manera que encontró Cómodo de seguir disfrutando de la paz y la tranquilidad en la villa de los Quintili.
A finales del año 192 d.C., Lucio Aurelio Cómodo, último emperador de la dinastía Antonina, sería asesinado, estrangulado en su bañera después de un intento de envenenamiento. El Senado no tardaría en decretar contra él la damnatio memoriae.
La villa de los Quintili, como propiedad imperial, pasará a manos de su sucesor Septimio Severo y así hasta finales del siglo III d.C. Aún en los últimos años del siglo IV la villa permaneció parcialmente en uso, siendo fortificada en el periodo altomedieval. La tradición local conocía el lugar con el nombre de la Roma Vecchia, tal vez por la grandeza de sus ruinas, hasta que se iniciaron los trabajos de excavación que sacaron a la luz los restos de una impresionante villa romana, a tan sólo 10 Km al sur de Roma, que hoy día podemos disfrutar.
- Historia de Roma. El Imperio Romano (Jose Manuel Roldán, Jose María Blázquez y Arcadio del Castillo. Editorial Cátedra)
- Historia de la Roma Antigua (Lucien Jerphagnon. Edhasa Ediciones)
- El Imperio Romano (National Geographic)
- Historia de Roma (Jose Manuel Roldán Hervás. Ediciones Universidad de Salamanca)
- Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano (Edward Gibbon. Turner Publicaciones)
- Villa dei Quintili en Appia Antica, Roma.
- La via Appia e la Villa dei Quintili
- La villa dei Quintili en la Via Appia