Apuntes a la lectura de Vineland
Leer a Pynchon es como un mazazo, al menos leer Vineland es como un Gran mazazo. Hay que olvidar todo lo que uno ha leído hasta el momento y afrontar Vineland con la mente abierta, dispuesto a todo. O eso al menos es lo que he hecho, infiltrándome en las vidas de decenas de personajes con extraordinarias vidas, pasados imposibles, futuros impredecibles, pasiones atemporales.
Si alguien se acerca a Vineland con la única intención de conocer la historia de Zoyd, de Frenesí, de Praire, es posible que pasadas las cien paginas abandone toda intención de lectura. Vineland esconde sin duda algo más. Pero ese algo, que sin duda hay que encontrar, hay que descubrirlo apartando las capas una a una, abriendo las puertas de las vidas de cada individuo, de cada sujeto, desplegando sus experiencias, sus historias enormes y ricas y desgraciadas, desmenuzando el enorme mundo de Vineland a trabes de los años, del pasado, escarbando en todos los errores y los sacrificios y luchas y guerras de cada uno de ellos, absorbiendo poco a poco la esencia de cada uno, los matices, las ideas, empapándonos de sus vidas, y entendiendo todo el conjunto como una gran historia de amor y de fracasos.
Sin duda Vineland es sorprendente, hipnótica. Mientras leía, estos días he caído en un pequeño letargo, embobado, insomne, incluso algo taciturno, sin tristeza, hipnotizado e impregnado de la fuerza Pynchoniana, abrumado, fascinado, encantado, hechizado. Deseando encontrar alguien con quien compartir la búsqueda de Praire, deseando encontrar alguien con quien compartir desazón por el fin de Vineland sin cruzar una palabra. Es imposible que todo siga igual después de leer a Pynchon.
Puede que, leer que Zoyd atraviesa ventanales vestido de mujer una vez al año, para cobrar su cheque de incapacidad, suene divertido, o leer la historia de LD, que se convirtió en una experta ninja que domina la técnica de La Palma Vibrante, fue secuestrada para ser vendida como mujer objeto en un país oriental, y fue intima amiga de Frenesí, parezca complejo, o que Brock Vond, ¨perro loco Vond¨ se obsesione por amor y sin limites éticos ni presupuestarios, lo busque hasta en el ultimo de los escondites, movilizando toda la fuerza de la DEA disponible, parezca extremo. Nada de todo eso. Y todo eso, además de un sin fin de detalles y situaciones, escenarios, narraciones extraordinarias, contextos y ambientes perfectamente definidos, tramas inverosímiles tan perfectamente ajustadas, engranadas, que ha nadie se le ocurriría incurrir en la verosimilitud del texto, de la globalidad, de la historia, de Vineland.
Cuando uno lee Vineland; cuando he leído Vineland, Pynchon me ha dado una patada en el culo para sacarme del círculo vicioso de la literatura, y me ha enseñado, con la distancia que te da leer algo de este calibre, lo mucho que me queda por aprender, lo mucho que ya he aprendido, y sobre todo, lo capullo que he sido por no haberlo leído antes.
Imagino a Zoyd, con ese gracioso bigote y sus gafas de alambre, conduciendo la inestable camioneta de Trent, marca Datsun Li´l Hustler, con modulo vivienda, y no puedo mas que sonreír y compadecerme enormemente de su amor por Frenesí…