Es muy difícil poner un punto y final porque somos seres de costumbres a los que nos gusta la estabilidad. Hay relaciones tóxicas en las que seguimos por costumbre, al igual que hay libros que seguimos leyendo por el mismo motivo. Son libros que nos atrapan por su portada, por su sinopsis y porque tienen un inicio explosivo, apasionante. El problema es que, a medida que pasan las páginas, su historia decae, nos percatamos de que el mensaje es tóxico y de que los personajes empiezan a caernos mal. Aun así, seguimos leyendo porque ya llevamos demasiadas páginas como para dejarlo. ¿Cómo vamos a lanzar por la borda tantas horas de lectura? ¿Cómo vamos a soportar la mirada de los otros lectores, recriminándonos haber sido incapaces de seguir con la lectura? Además, al principio el libro era una maravilla, siempre está a tiempo de encarrilarse, de volver a ser aquella historia que tanto nos había fascinado.
Esos libros los seguimos leyendo porque ya estamos familiarizados con la pluma del autor y eso hace que su narrativa nos resulte sencilla, pues sabemos que no va a sorprendernos con palabras nuevas que habrá que buscar en el diccionario. Puede que no nos caigan bien los personajes, pero llevamos tanto tiempo siguiendo sus aventuras y desventuras, que somos capaces de empatizar con ellos y perdonarles sus incoherencias, que hayan dejado de evolucionar, porque sabemos que han sido capaces de grandes gestas y que todo héroe tiene sus momentos bajos, pero que tarde o temprano, resurgirá de sus cenizas.
Es cierto que la historia es aburrida y que la trama se ha estancado, pero también es cómoda. Sabemos qué ocurrirá en cada momento y eso nos da seguridad. No habrá giros inesperados, pero tampoco tendremos que esforzarnos en resolver misterios, confrontar situaciones con las que nunca nos habíamos encontrado o enfrentarnos a emociones fuertes que nos quiebren por dentro.
Es mejor seguir leyendo, que no encontrarnos un final triste. Los finales tristes nos asustan, pero lo que nos aterra de verdad es la incertidumbre de qué pasará con nosotros tras girar la última página. ¿Seremos capaces de encontrar un libro cuyas páginas nos enamoren de verdad? ¿Un libro que valga el esfuerzo de familiarizarse con unos personajes, una historia y una narrativa distinta? ¿Y si resulta que ese libro también tiene un final triste? ¿Y si resulta peor que el que estamos leyendo?
No ponemos el punto y final, por muy necesario que sea, porque es el camino fácil.
La diferencia con la vida es que las personas tóxicas pueden estar allí toda nuestra vida, no solo los días que nos dura la lectura de un libro. La diferencia es que en la vida real, las personas no siempre evolucionan, no siempre vuelven a ser las que eran, no siempre mejoran. ¿Vale la pena intentarlo? Sí. ¿Vale la pena malgastar la vida en ese intento? No. Hay que atreverse a poner punto y final, aunque vayas a encontrarte un final triste, pues son los finales tristes los que nos hacen más fuertes. Más vale tropezarse con diez libros malos, que leer el mismo libro mediocre una y otra vez, pues gracias a esas malas lecturas, podremos valorar más las buenas. Es importante no tener miedo. Hay millones de libros en el mundo, así como personas. ¿Qué posibilidad hay de no encontrar nunca uno que nos guste? Disfruta el libro mientras te guste, pero una vez empiece a hacerte sufrir, déjalo, reponte y busca otro.