"Tengo que elegir entre leer y dormir"
A mí, las horas del día no me bastan. Ya sabéis que leo cada segundo que puedo, cuando encuentro un huequecito libre, pero con las clases, donde más leo es en el autobús, y durante el resto del día casi no tengo tiempo de leer. Únicamente me permito ese placer "unos minutitos" antes de ir a dormir. Y es que el día me tiene tan ocupada, que no me queda otro remedio que, para leer, tener que rascarle horas al sueño. Se recomiendan ocho horas diarias de sueño, ¿no? Bueno, si estar tumbada en la cama leyendo cuenta yo las cumplo (no, la verdad es que no las cumplo ni así)
Hay gente que no puede leer antes de irse a la cama porque se quedan dormidos. Por suerte, eso no me pasa. Nunca me he dormido con un libro en las manos. A ver, no es que no me entre sueño, como a cualquiera, pero si me veo releyendo el mismo párrafo una y otra vez o que se me cierran los ojos del sueño, no importa en qué parte de la historia esté, o si me encuentro a mitad de capítulo. Cierro el libro y apago la luz.
Pero en general, no tengo muchos inconvenientes para leer por la noche, excepto uno: tener que levantarme a la mañana siguiente. Normalmente, leer me despierta, por lo que si la historia es interesante y no necesito pararme a digerir cosas, perfectamente podría estar toda la noche despierta. Pero claro, luego me entran los remordimientos, que si al día siguiente tengo clase, que no rendiré, que me dormiré en los laureles...Así que solo me quedo despierta hasta las tres de la mañana. Yo controlo.
Hay excepciones. Si estoy en vacaciones, no me importa la hora, porque a la mañana siguiente no tengo clase. Del mismo modo, si estoy de vacaciones no suelo leer hasta bien entrada la noche, porque como no tengo nada que hacer, puedo leer durante todo el día y dormir las horas que lo necesito.
Que yo recuerde, sólo ha habido un caso especial, bueno, dos y medio:
1) Mago por casualidad, de Laura Gallego: lo empecé a leer por la noche y lo terminé esa misma noche. Pero vaya, era un libro muy finito, con la letra grande y ilustraciones, de manera que no me duró mucho. Seguramente no estuve hasta más tarde de las dos de la mañana.
2) El libro sin nombre, de Anónimo: Sabéis que soy una miedica y que no soporto las historias de terror. Vale. Pues ha llegado el momento de que sepáis que a veces soy algo masoquista. Este libro parecía de terror, pero me empeñé a leerlo. Y no solo eso, me empeñé a leerlo únicamente por la noche y con una linterna. A eso sumadle que era en verano, es decir, cuando estaba de vacaciones en casa de mi abuela, que es un viejo y gran caserón (lo sé, tengo un problema). Of course, no lo conseguí, aunque lo intenté durante varias noches: me daba demasiado yuyu. Pero el libro sí lo terminé (no está reseñado en el blog), y por lo que recuerdo, realmente no era de terror, pero sí tenía escenas excesivamente sangrientas, detalladas y bastante gores.
3) Besos de murciélago, de Silvia Hervás: Este sí que sí. Decidí hacer un experimento y me reté a leer este libro en una noche. Y lo conseguí, aunque terminé sobre las seis de la mañana. Fue un experimento divertido, tuve sueño durante los días siguientes, para vaya, me gustó y no descarto repetir la experiencia.
Y a vosotros, por la noche, ¿quién os gana, el sueño o las ganas de leer?