Revista Cultura y Ocio

Viñeta del lector 32#

Publicado el 12 octubre 2017 por Laura Coll Rigo
Viñeta del lector 32#
No soy muy adepta a hacer sesiones maratonianas de lectura. Antes sí. Antes dedicaba todo mi tiempo libre a leer. ¿Os lo imagináis? Tardes infinitas para leer. En esa época solo iba a clase por las mañanas y tenía que estudiar para algún examen. Y ya está. Ni siquiera perdía tiempo con las redes sociales porque aún no estaban de moda. ¿Os imagináis la cantidad de tiempo que tenía para leer? Entonces sí que hacía sesiones maratonianas. Me ponía a leer y seguía hasta la hora de cenar, o más tarde. A veces, leía un libro hasta las tantas, simplemente, porque no tenía sueño. NO TENÍA SUEÑO. ¡Ya no recuerdo la última vez que a las once no se me caen los ojos! Aish, qué recuerdos...
La desventaja (minúscula, en comparación con todas las ventajas) de aquella época es que no podía diferenciar entre cuando leía por leer y cuando NECESITABA leer. Todos los que estamos aquí somos lectores (si no es así, por favor, deja un comentario, tengo curiosidad por saber qué haces por aquí) y todos leemos libros (seguramente no enteros) cada día. Leemos por placer, para desconectar un rato de nuestra realidad, para sentir. Pero otras veces, leemos porque lo necesitamos.
Hay libros que los empezamos porque, bueno, tiene una portada bonita/sinopsis atractiva/estoy en el baño sin anda que hacer/buenas críticas, etc. Y de pronto, regresamos a la realidad y nos damos cuenta de que no podemos soltar. NO PODEMOS. Porque se nos va la vida en ello. NECESITAMOS seguir leyendo, saber qué pasará, saborear un par de palabras más. Entonces, es cuando "el libro te coge a ti". No lo puedes soltar para nada. Estás atrapado en su telaraña. No necesitas comer, beber, dormir (respirar sí). Un sentimiento que te embarga el corazón, que hace que te duela separarte de la historia. Porque sí, a veces no queda otra que dejar ese libro a un lado y hacer otras cosas. Pero incluso así, el libro no te abandona. Tienes su trama y sus personajes en la mente, las hipótesis danzando de aquí para allá, y estás, pero no estás.
Y luego lo terminas. 
No tiene por qué convertirse en tu libro favorito. Puede perfectamente no ser el mejor libro del mundo. Pero te ha atrapado de tal manera que hasta que no has leído la última página, no despiertas del hechizo. Porque esos libros tienen algo de magnético.
Sé que estáis esperando este párrafo. Sé que sabíais antes de empezar a leer esta entrada que en un momento u otro estaría este párrafo. Podría saltármelo, porque con el anterior el final de la entrada quedaba muy bonita, pero no me parecería justo que os lo preguntara y no dar mi respuesta. ¿Qué libros me han hecho sentir así?
Uno de ellos es La sombra de la luna, de José Antonio Cotrina, del que ya os hablé hace un par de entradas, un libro lleno de acción y momentos épicos. Otro fue El temor de un hombre sabio, seguramente ya conoceréis mi anécdota de que me lo llevé a un intercambio a Alemania y lo leí ahí. El recuerdo más preciado que guardo de ese viaje es estar tumbada en un sofá leyendo este libro. Aquí también puedo incluir La edad de los milagros, un libro lleno de desesperanza que leí adictivamente, deseando que todo mejorara en algún momento. Es el caso contrario de La princesa prometida y Cosas raras que se oyen en las librerías, dos libros que leí mitad en silencio, mitad en voz alta, porque sentía la necesidad imperiosa de compartirlo con alguien. A esta pequeña lista, hay que sumarle Princesa mecánica, un libro que desborda sentimientos y que me atrapó completamente; El chico, un libro del que no esperaba nada y que resultó serlo todo y La canción secreta del mundo, toda la maestría de José Cotrina (prosa cuidad, oscuridad, originalidad) concentrada en un único libro autoconclusivo.
Y a vosotros, ¿qué libro os ha hecho sentir así, qué libro os ha cogido y no os ha soltado hasta terminarlo?


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