Amo los libros que me llevan al límite. Los libros que consiguen hacerme reír, llorar o enfurecerme. No hay nada peor que un libro que te provoca indiferencia, porque lo que buscan los libros es transmitir. Conocimientos, sentimientos, reflexiones, formas de ver el mundo. Pero transmitir algo, llegar al lector. Y no es fácil. No todos nos reímos con lo mismo ni lloramos con lo mismo. Lo que a uno puede enfurecerle, otro lo verá normal. Lo que a uno puede enamorarle, a otro le parecerá cursi y exagerado. El autor escribe en general, para que le guste a todo el mundo, pero también en particular, porque no puede dejar de lado quién es y qué le hace a él llorar o reír. Y encontrar el equilibrio no es sencillo.
Por mi parte, guardo un maravilloso recuerdo de los primeros libros que leí de Safier. Se podría decir que Yo, mi, me,... contigo se lo leí entero a mi hermano, porque no podía parar de reír y necesitaba que él también se riera. Es un libro brutal. Lástima que el autor decidiera repetir la misma fórmula con todos sus libros, porque llega un punto en el que se hace repetitivo. Otro libro que me arrepentí mucho de leerle a mi hermano fue La princesa prometida, de William Goldman. Y es que en esta ocasión, venía él mismo a leer por detrás de mi hombro porque era la leche. La mitad del libro es para enmarcar. Otros con los que me he reído mucho fueron El dios asesinado en el servicio de caballeros, de Sergio S. Morán y Cosas por las que discutimos mi chica y yo, de Mil Millington. Tenía que ir parando de leer a cada párrafo porque no podía. No podía. Ambos los empecé a leer en el bus y fue mala idea. Muy mala idea, porque no podía evitar reírme como una loca. ¿Pero sabéis qué? Que me reía tanto que ni me importaba.
Y al igual que hay libros que me han hecho reír hasta que me dolían las mejillas, otros me han hecho llorar como una magdalena. La ladrona de libros siempre será un libro que recordaré como el primero que me conmovió hasta el punto de hacerme llorar. El libro del día del juicio final, de Connie Willis, que trata el tema de la peste, también me entristeció mucho más de lo que pensaba al principio, pues tiene un aura de desesperación increíble.
Curiosamente, los libros románticos que más me han impactado son también con los que más he llorado. Qué decir de La princesa mecánica, de Cassandra Clare. Por favor, Carme, LÉELO DE UNA VEZ
A veces mis lágrimas venían de la indignación, de la impotencia ante ciertas situaciones. Sabéis que me encantan los libros de la segunda guerra mundial porque
Por supuesto, no es el libro que me ha puesto más furiosa. Dejando de lado los libros que me han enfadado por lo malos que eran, no puedo hablar de odio y no mencionar Cumbres borrascosas, de Emily Brontë. ¡Madre mía! ¡Es que no se salva ni un personaje! ¡Ni uno! Son todos tan malas personas y tan odiosos...Otro libro que me hizo sentir mucho odio fue La canción secreta del mundo, de José Antonio Cotrina. Cuánta maldad y odio esconden esas páginas, no os podéis hacer una idea de la oscuridad que hay allí. Uno de los villanos que más he odiado. Pero profundamente. Y al mismo tiempo que lo odiaba...no podía dejar de admirarlo, por ser un personaje tan brillante.
Porque sí, hay personajes que me han causado mucha admiración. No voy a repetir lo fan que soy de Artemis Fowl por su inteligencia, porque estos últimos meses lo he dicho un millón de veces. Como personaje que he admirado mucho, quiero destacar al protagonista de El chico, de Steve Hamilton, un ladrón de bancos mudo muy listo o el protagonista de El juego de Ender, de Orson Scott Card, pues se enfrenta a mil y un obstáculos y sigue adelante pese a todo el dolor.
Por supuesto, otra de las emociones que me han generado los personajes de los libros es miedo. No me gusta la literatura de terror, y si leo alguno es por accidente. No veáis la angustia que sentí con Diario del búnker, de Kevin Brooks. Una claustrofobia increíble.
Y a vosotros, ¿qué emociones os han hecho sentir los personajes ficticios?