Hoy me he reencontrado con algunos de esos primeros vinilos que fueron la banda sonora de mi adolescencia. La verdad es que la era digital los fue empujando al fondo del armario hasta hoy, pero al volverlos a tener en mis manos he sentido cierta nostalgia.
No voy a negar la comodidad que supone un MP3, pero me he dado cuenta de que hace tiempo que no me siento a escuchar música y que, a veces, ni siquiera espero a que termine un tema para pasar a otro. El ritmo frenético que la vida impone nos hace disfrutar la música de manera diferente.
Aquí algunas joyitas que orgullosamente todavía conservo:
Y mi más preciado tesoro… La edición limitada australiana del 89 del Bleach de Nirvana en vinilo amarillo.