Hoy quiero recuperar y compartir una historia de hace más de 5 años pero que sigue igual de vigente en estos fríos días.
En uno de los días más fríos del año, hablando con un hombre que vivía en la calle, sin más techo que las grises nubes del cielo que amenazaban tormenta, sin más posesión que una manzana en una mano, y un cartón de vino en la otra; me pregunta:
“¿Alguna vez has pasado el frío que yo paso?
¿Alguna vez has pasado el hambre que yo paso?”
No contesté, pero interiormente respondí que no.
Entonces cogió la manzana y la lanzó lejos.
Al instante lo comprendí todo.
La manzana tan solo saciaba su hambre, mientras que el vino saciaba su hambre y calmaba su frío al mismo tiempo.
Comprendí y aprendí a no juzgar, pues no he pasado nunca el frío o el hambre que ellos pasan cada día.