Si por una escala de unas horas ha faltado el canto de un pelo para nombrar al presidente chino hijo adoptivo, por una visita de verdad le hubieran encargado el pregón de las próximas fiestas del Pino. Aún dudo si elegir la carpeta de lo esperpéntico, la de lo ridículo o la de lo patético para clasificar algunas reacciones mediáticas y políticas con motivo del rato que ha estado Xi Jimping en Gran Canaria mientras su nutrido séquito echaba una cabezada y le ponía queroseno al avión antes de continuar rumbo a casa. De todo eso un poco creo que ha habido en las carantoñas dispensadas al Gran Timonel quien, seguramente, habrá tenido que pedir ayuda a alguno de sus asesores para que le señalara en el mapa el lugar del mundo en el que tenía el honor de sentar sus posaderas.
Uno comprende que haya gente a la que se le hacen los ojos chiribitas pensando en que si una pequeñísima parte de los 1.300 millones de chinos que hay en China se le ocurre hacer turismo en Canarias, petamos los hoteles hasta en los años bisiestos y tendríamos que construir un resort con spa a los pies del Roque Nublo. También es de humanos soñar con grandes negocios portuarios a lomos del comunismo capitalista chino, que va por África y Latinoamérica arramblando con las materias primas para mantener sus chimeneas fabriles expulsando humo negro las 24 horas del día.
Todas esas ensoñaciones podrían tener alguna posibilidad de convertirse en realidad si al menos la escala hubiera sido una visita y la misma hubiera tenido una cobertura mediática internacional. Sin embargo, no me consta que, además del equipo médico habitual de la televisión comunista china y el Diario del Pueblo, figuraran en la expedición corresponsales del New York Times, el Times o el Pravda. Incluso tengo para mi que el propio presidente andaba un tanto azorado ante el desparrame político y mediático local que le acompañó desde su llegada hasta su marcha. Si se fijan bien en la foto en la que aparece repatingado en una silla a dos prudenciales metros de la vicepresidenta Sáenz de Santamaría de chaqueta políticamente correcta, notarán un gesto de incredulidad ante lo que ven sus ojos.
Tal vez por eso se dignó dejar un piropo sobre lo buenas que estaban las papas con mojo y los hermosos paisajes de la isla. Lo cual tiene mucho mérito si consideramos el hecho que todo el paisaje que pudo ver fue el del aeropuerto al hotel, vergel de belleza sin par como todos sabemos. Es una lástima que viniera en régimen de todo incluido y no saliera del hotel para darse una vuelta por los múltiples centros comerciales próximos y comprara unos turrones de La Moyera y una botellita de ron miel para brindar con los camaradas en Pekin.
Y hablando de camaradas, lo que sí he echado en falta entre tanta loa al Amado Líder sin boina es algún artículo, declaración o comentario alabando el escrupuloso respeto a los derechos humanos y a las libertades políticas que preside la ejecutoria del Partido Comunista de la República Popular China. Pero no nos pongamos exquisitos y confiemos en que la próxima vez que Evo Morales haga escala en Canarias reciba el mismo tratamiento que Jimping, porque en la anterior el pobre presidente boliviano estuvo a punto de dormir en el cuartelillo con poncho y todo.