Abrazo en la meta entre Contador y Vino -EFE.
El abrazo es uno de los gestos más sinceros que existen. Un abrazo por compromiso suele empezar y acabar casi sin contacto, como esos besos al aire, tan absurdos. Pareció sincero, adornado con varios golpes en la espalda, el que se produjo en la meta de Revel entre Alberto Contador y Alexander Vinokourov, dos ciclistas unidos por las circunstancias y cuya carrera cambió por completo en la edición del Tour de 2007. El kazajo fue todo un ejemplo de combatividad y coraje, un gran agitador de la prueba pese a no poder doblar las rodillas, en las que coleccionaba quince puntos de sutura. Y los elogios, y puede que las sospechas, surgieron tras un etapón de Vino con el Peyresourde de por medio y llegada en Le Louron en una jornada en la que Contador atacó seis veces con éxito al líder, Michael Rasmussen. Sólo un día después, el 24 de julio, Vinoukurov y su equipo, el Astana, abandonaron la prueba tras conocerse que el kazajo había dado positivo por transfusión de sangre. Vino sería sancionado con dos años sin competir y Contador, de rebote, quedó perjudicado por el castigo al kazajo, pues meses después fichó por un renovado Astaná, al que el Tour no permitió participar en 2008, cuando Contador, frustrado por no poder defender su corona en París (Rasmussen fue retirado por su equipo, el Rabobank a cuatro etapas del final por mentir sobre su paradero en el pasado), corrió y ganó el Giro y la Vuelta. No hay rencores: “Es como si hubiera ganado yo. Vinokourov está volcado conmigo, él y todo el equipo, así que me alegro de su triunfo como si hubiera ganado yo, me cuesta emocionarme pero hoy estoy emocionado”.
El retorno a la competición de Vinoukurov fue romántico, pura metáfora de cuánto le iba a costar hacerse un hueco entre los mejores y de cuánto iba a sufrir hasta perder el crédito perdido. Así que el 4 de agosto de 2009, en el Criterium de Castillon-la-Bataille, compitió sin patrocinadores y con un maillot diseñado por él mismo. A finales de ese mes el Astana confirmó su fichaje y Vino ya correría la Vuelta, prueba que había ganado ante Alejandro Valverde. Ya en abril de este año se impuso en la clásica Lieja-Bastogne-Lieja por segunda vez en su carrera. Lo había logrado en 2005, fecha de sus últimas dos etapas oficiosas en el Tour, con el que se sentía en deuda. El kazajo fue uno de los protagonistas de la fuga de ayer, cuando Contador atacó y le rebañó diez segundos a Andy Schleck (la diferencia continúa siendo de 31 segundos) y con la colaboración interesada del Columbia (su propósito no era otro que preparar el terreno para otro sprint de Mark Cavendish, privado de los cabezazos auxiliadores de Renshaw y que acabó segundo) frustró la victoria de etapa a un terceto Chavanel, Fedrigo y Flecha que rememoró al ciclismo antiguo y se mantuvo por delante del kilómetro cinco hasta el 185… de 196.
El primero en atacar fue Ballan, ex campeón del mundo de ruta, pero Vino, Luis León Sánchez, Barredo o Cunego intentaron seguirle. Vino impuso su ritmo, superior al resto de perseguidores y logró el objetivo con el que había llegado al Tour: lograr una etapa y volver a figurar en las crónicas por su talento y no por sus maldades. Es consciente que el líder del equipo es Contador y quiere ayudarle todo lo posible para que consiga su tercer Tour. El gesto de Vinokurov golpeándose el pecho con los puños cerrados y subiéndose la cremallera para que las cámaras pueden enfocar y fotografiar la inscripción completa de su equipo al llegar a la línea de meta resultó un acto de agradecimiento y reivindicación. El ciclismo necesita de segundas oportunidades como la de Vino. Una segunda caída del kazajo volvería a dejar muy tocada a esta disciplina con recorridos salvajes y esfuerzos infrahumanos.
Revista Ciclismo
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