He estado atento a las desgraciadas noticias de las últimas semanas sobre atentados, masacres, delitos a gran escala. Algo que llama la atención, como en otras ocasiones similares es que buena parte de los atacantes, tenían problemas psiquiátricos y estaban medicados. Como he publicado en otras ocasiones, existe una larga lista de graves actos violentos en los que son también protagonistas los psicofármacos.
El padre del atacante de Niza, Monthir Boulel, que atropelló con un camión a la multitud y mató a más de 80 personas, reconoció que su hijo tenía “una grave enfermedad psiquiátrica”, era inestable y a veces violento. La emisora RTL lo entrevistó en su casa de Msaken, en Túnez, donde el hombre mostró la fotocopia de una receta médica que se remonta a 2004.
Pasó períodos difíciles. Lo llevé a un psiquiatra, tomó los medicamentos y dijo que tenía una enfermedad verdaderamente muy grave”, indicó a la emisora gala, sin especificar cuál enfermedad fue la que le diagnosticaron. ”A veces solía tener crisis nerviosas y lo rompía todo”, reconoció. “Además tuvo problemas con su mujer y creo que eso se le sumó a la enfermedad”.
Días después se produjo el tiroteo en Munich. Ali David Sonboly mató a nueve personas antes de suicidarse. Fuentes del departamento de Migración de Núremberg confirmaron posteriormente el contenido de un informe, avanzado por Bild, que explicaba que el hombre estaba bajo tratamiento psiquiátrico por depresión y tendencia al suicidio.
Su petición de asilo había sido rechazada en diciembre de 2014 porque se comprobó que había recibido protección previamente en Bulgaria, pero la devolución a ese país se suspendió en febrero de 2015 gracias a diversos informes médicos que recogían los problemas de salud -primero físicos y luego psicológicos- del joven.
Luego ocurrió lo de la bomba en el restaurante de Ansbach. Un refugiado sirio de 27 años, al que había sido negada la solicitud de asilo y que sufría trastornos psiquiátricos, murió la noche del domingo pasado en un atentado con bomba que cometió contra un festival de música en la ciudad bávara de Ansbach, al sur de Alemania.
El sirio, residente en dicha población, había tratado de suicidarse en dos ocasiones y estuvo ingresado en una clínica psiquiátrica.
Es curioso comprobar que todos han tenido problemas psiquiátricos, han pasado por las consultas de psiquiatras y o se cuenta o se supone que todos han tomado medicamentos psiquiátricos. Y todos han acabado matando como locos.
La pauta se repite: tienen problemas psicológicos pero no le hacen daño a nadie; acto seguido, van al psiquiatra, les dan medicamentos y el resultado es que acaban provocando una matanza.
Al publicar sobre la semblanza psíquica del asesino de Newtown, Adam Lanza, que acabó suicidándose, ofrecí un enlace interesante sobre las conexiones entre medicamentos psiquiátricos y asesinatos en serie. Una lectora me pasaba el siguiente gráfico escalofriante que había visto en un programa de televisión de Estados Unidos:
Es un fenómeno muy actual este de la la violencia asociada a los medicamentos psicofármacos. Los Psicofármacos están pues en la antesala de muchas matanzas. Estos asesinatos tienen, por lo general, tres cosas en común:
1) Sus protagonistas son hombres jóvenes
2) Los tiradores exhiben una desconexión con la realidad
3) Los asesinos tienen un historial de uso de medicamentos psiquiátricos.
El libro de Patricia Kelly O’Meara Psyched Out citaba ya en 2006 una lista de casos de violencia y asesinatos cometidos por niños bajo los efectos de la medicación que les habían recetados sus médicos.
Lo que es claro es que la medicación (y los médicos y el propio sistema sanitario), en todos estos casos al menos, no aplacan a las “fieras” y lo que se discute es si no sólo eso sino que además las hace más fieras, dada la facilidad que tiene estos tratamientos para facilitar la violencia y el suicidio.
Leed es a su vez superleído post mío Descubierto el fraude con el fármaco antidepresivo paroxetina que incita al suicidio.
Existe un grave problema de salud pública con esto.