En uno de sus habituales ejercicios de corrección política para evitar la islamofobia los medios informativos autoproclamados progresistas han presentado otra masacre sufrida por los cristianos en África estos últimos días titulándola “La violencia sectaria se cobra 38 vidas en Nigeria”.
Dicen sectaria, cuando mataron a 32 cristianos e hirieron gravemente a setenta durante la celebración de la Nochebuena en el centro del país. Otros seis cristianos fueron asesinados --perdieron la vida, dicen las informaciones-- en tres ataques contra iglesias en el norte.
En ese norte los extremistas musulmanes han asesinado a unos 13.000 cristianos en los últimos diez años, 326 de ellos en otra matanza masiva hace un año en el ataque a un pueblo cristiano.
La caza de cristianos está incrementándose en todos los países musulmanes. En el Irak actual, y aparte de los asesinatos que sufren, más de 600.000 han tenido que huir del país para no sufrir las persecuciones desde la invasión estadounidense y británica.
Los cristianos estaban protegidos bajo el terrible Saddam Hussein, que perseguía, entre otros, a los extremistas religiosos. Lo que les impedía matar también como deseaban a otros musulmanes menos fanáticos. Ahora imponen sus tesis con jihadistas suicidas.
Uno de los cables de WikiLeaks de la embajada estadounidense en Londres recordaba que una consulta a más de 600 estudiantes musulmanes de 30 universidades de Gran Bretaña, ni siquiera en un país mahometano, señaló que el 32 por ciento de los musulmanes cree que matar en nombre del Islam está justificado.
La persecución y asesinatos de cristianos han hecho que el Papa los recordara esta Nochebuena. Pero a la vez que tiene obispos proponiéndole a las distintas tendencias musulmanas una alianza espiritual de monoteísmos, quizás porque creen que el secularismo es más peligroso que cualquier fe, aunque sea la islámica.
En Pakistán, Irán, Sudán, el norte de África, se asesina a cristianos diariamente, actos que presentamos como “violencia sectaria”.
La realidad es que los cristianos son las víctimas más propiciatorias de los extremismos crecientes entre los mismos musulmanes, en permanentes guerras civiles, estas sí sectarias, desde Mahoma.
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LUIS MARIÑAS
Acaba de fallecer a los 63 años el periodista Luis Mariñas de uno de esos infartos que sufría últimamente su gran corazón.
Era un querido amigo y un profesional que en sus mejores años presentaba la información televisiva con gran equilibrio ideológico, algo que contrasta con la mayoría de las televisiones actuales, cuyas noticias van teniendo el sesgo que imponen los dueños del canal.
Durante mucho tiempo fue un ejemplo de informador riguroso y creíble. Era, además, enormemente atractivo. Las cámaras amaban su imagen. Muchas de las mujeres que lo conocían se enamoraban de él, de sus ojos azules, de su aspecto de Sandokán, como lo bautizaron, y de su sonrisa socarrona y algo pícara.
Era hijo de Enrique Mariñas, un periodista de radio coruñés que junto a Matías Prats narraba hace décadas los partidos de la Selección española de fútbol.
Relevándose con sus locuciones vívidas, descriptivas, imaginativas, Enrique y Matías hacían ver las jugadas con tanta precisión como la televisión que llegaría después.
Ambos fallecieron, pero dejaron dos hijos herederos de su vocación informativa: nuestro amigo fallecido en el caso de Enrique, y en el de Matías la estrella de los informativos de Antena 3 con el mismo nombre.
Quienes conocimos a Luis hemos perdido a un amigo noble, afable y bondadoso. Y su primo, Jesús Mariñas, el cronista social más escandaloso hasta que apareció una generación mucho más procaz, echará de menos a este familiar que lo defendía de todas las ironías y bromas que se hacían sobre él.
Cuando inició los informativos de Tele5, practicamente sin presupuesto, sólo disponía de unas imágenes que creábamos, también con un presupuesto mínimo, en la redacción de televisión de la Agencia EFE de la que era jefe este cronista.
La imaginación de Luis, su manera de presentar aquellos reportajillos, relacionarlos con la actualidad y casarlos con los comentarios de unos colaboradores amenos y bien informados, crearon una nueva fórmula de telediarios rompedores, casi revolucionarios, cuyo éxito asombró a los profesionales de todos los medios.
Quienes trabajaron con él recuerdan que estaba siempre dispuesto a hacerle un favor a quien se lo pidiera y a enseñar todo lo que sabía: un admirable ejemplo de periodista.
Deja tres hijos y, posiblemente, más de una mujer llorándolo.