No todo el mundo es bueno, ni siquiera todas las mujeres, jóvenes o viejas: las hay que ejercen la violencia física o moral sobre otras mujeres, algunos hombres, incluso sobre sus hijos, a los que llegan a matar. Diciembre trajo noticias de casos terribles.
Tampoco todos los africanos son buenos, sean estadounidenses descendientes de esclavos, o inmigrantes en España llegados en pateras o saltando las vallas de Ceuta o Melilla.
En Madrid, este viernes, un violento inmigrante ilegal costamarfileño con nueve antecedentes previos, y jaleado por una turba de otros africanos, arrojaba inopinadamente a un policía a la vía al paso de un tren en una estación de ferrocarril.
El policía se agarró a él para evitar caer, pero finalmente el convoy lo mató e hirió gravemente al africano.
Los medios informativos prestaron atención al homicidio o asesinato, pero no al hecho de que su autor era el cabecilla de un grupo de inmigrantes que, antes de que le pidieran la documentación, insultaba y provocaba al agente y a su compañero de pareja.
Lo que señala el peligro que entrañan de las masas, pequeñas o grandes, que generan conflictos de sangre en Madrid, Londres o en EE.UU., turbas de negros, blancos o de cualquier color.
Recuérdese lo peligrosas que son las bandas de matones del fútbol, de narcos, como en algunos barrios en España, de alguna religión, ideología o raza, blanca, negra o cualquier otra.
En EE.UU. la policía mató en diciembre a varios afroamericanos desarmados en zonas conflictivas. Mantienen la tradición de disparar, también los policías negros, a personas aisladas, pero tras las que puede haber turbas ocultas para atacarlos.
Alegan que los aforamericanos, siendo el 13 por ciento de la población, son el 55 por ciento de las víctimas de homicidios, cuyos autores son negros en el 91 por ciento de los casos.
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