Visca gracia.

Esta semana he tenido otra razón para sentirme orgulloso del lugar donde vivo. En las fiestas de Gracia, mi barrio en Barcelona, se engalanan las calles y/o los edificios y hay un concurso para cada grupo, calles o edificios. Justo delante de mi casa hay una plaza y de ella parte una callejuela corta donde se encuentra El Cercle de Gracia, un centro cívico del que soy socio, con un precioso teatro que me atrevería a calificarlo de estilo decimonónico, y donde actúan los componentes de un grupo amateur que hacen teatro, musicales, zarzuela, e incluso se han atrevido con alguna opera. Durante las fiestas de Gracia, cada noche montan una cena en la calle que se inicia a las 21 horas, y a eso de las 22, en un escenario improvisado con una tarima, empieza un espectáculo que cambia cada día a base de fragmentos de zarzuela o musicales, actuaciones de alguna de las excelentes tres corales del Cercle, habaneras, e incluso jazz y swing. Por si alguien quiere acercarse al Cercle a ver el espectáculo después de cenar en casa o en otro lugar, hay también una barra de bar montada en la calle.

También decoran la fachada del edificio sobre la base de un ancho balcón del primer piso, donde el año pasado instalaron un verdadero “llaud”  de los antiguos a vela pero hecho de cartón, que incluía un muñeco representando al pescador a la barra del timón como si estuviese saliendo del puerto de Palamos para faenar, y este año se han pasado. Este año han reproducido con notable fidelidad, y por supuesto en cartón, un tranvía de la línea 39 que hasta hace cerca de 50 años circuló hasta la plaza Rovira en el corazón de Gracia.

Hace pocos días, y aprovechando la hora de comer, que además es la más calurosa, para poder estar cómodo sin el enjambre de visitantes, atravesé la calle, crucé la plaza y me acerqué al Cercle para hacer las fotos que podéis ver a continuación. Para que tengáis idea del nivel de la competición, esta maravilla ha ganado el segundo premio en el concurso de edificios. El primero ha sido para un edificio cuya fachada estaba decorada como un salón chino con multitud de linternas.

Cuando el tranvía llevaba un par de días circulando por el balcón del Cercle, me acerqué a última hora de la tarde para escuchar el ensayo del coro de chicas que actuaban por la noche, porque soy amigo de la directora Laia Jornet, y también estaba un señor ya jubilado que había ocupado un cargo importante en TMB (Transports Metropolitans de Barcelona) que nos enseñó unas fotos del tranvía hechas justo antes de su retirada, y un croquis con las principales cotas y medidas del tranvía y la verdad es que no puede decirse que la fidelidad de su reproducción fuese de una extrema precisión técnica, pero no estaba pero que nada mal.

Para acabar voy a contar algo divertido que me ocurrió con Laia Jornet. Hace años, cuando el coro de chicas del Cercle empezaba su andadura, un día fui a verlas, y oírlas,  por primera vez, y mientras pasaba el tiempo en el bar hasta la hora que empezaba el concierto, me puse a hablar con una chica muy simpática que conocía a mi hija. Como que me gusta la música sinfónica y en cuanto a música soy un ignorante que sabe cuatro cosas empecé a explicarle la importancia del trabajo del director de orquesta, que cuando da golpecitos con su batuta en el atril para dar la señal y la orquesta empiece a tocar, ya tiene hecho el 80% de su trabajo en los ensayos, y otras chorradas por el estilo. Al rato ella se fue y yo entré en el teatro y me senté, y cuando salieron las componentes del coro resultó que la jovencita con la que había estado hablando era Laia Jornet, directora del coro y por entonces todavía brillante estudiante de música.