Revista Cine
¡Las increíbles aventuras de Viscosito!
Viscosidad es el acertadísimo título con el que se distribuyó en España The Incredible Melting Man, una nebulosa película de finales de los 70’s que hoy en día es recordada como uno de los puntos más bajos de la ciencia ficción. La cinta se demuestra viscosa en multitud de sus aspectos; narrativos, técnicos, artísticos y plásticos, y lo único que posee cierta coherencia es el título. Aunque se trata de una obra con intenciones (por decir algo) serias, está llena de detalles jocosos y delirantes que provocan la sonrisa del espectador más desacomplejado. Quien sienta predisposición ante este tipo de felonías cinematográficas puede disfrutar de todo un completo abanico de lo que jamás debe hacer una película, porque la acumulación de despropósitos puede resultar tan simpática como infructuosa. Pero quien no sienta ningún fetichismo por subproductos de serie Z que se ahorre el tormento, tan solo sería un acto de crueldad hacia sí mismo.
La historia comienza en algún punto inconcreto del espacio-tiempo de la década de los 70’s, con una secuencia que se desentiende de la más elemental narrativa y que mezcla sin ton ni son imágenes de archivo del espacio con otras de tres actores disfrazados de astronautas metidos en una minúscula cabina (la crisis inmobiliaria ha llegado a la Nasa). La película nos cuenta como el Scorpio V, una nave que jamás veremos en pantalla, llega a los anillos de Saturno, un lugar que tampoco veremos jamás (la cámara escamotea lo indecible a causa de la precariedad de medios). A continuación hay un resplandor y unas extrañas radiaciones chamuscan a los astronautas.
Regresamos a la Tierra y nos situamos en las instalaciones médicas donde reposa el único superviviente de la expedición espacial. Dicho astronauta, que va vendado como una momia egipcia, protagoniza una de esas escenas clásicas que tanto gustan a los aficionados; tras despertarse y deshacerse de sus ataduras, se sitúa frente al espejo para quitarse los vendajes, dejando al descubierto el terrible horror perpetrado por la radiación cósmica. El pobre está hecho un flan y enloquece. A continuación irrumpe una enfermera en la habitación trayendo consigo dos frascos de plasma sanguíneo que deja caer sobre el suelo y su calzado, aunque en la siguiente escena la vemos corriendo por el pasillo con los zapatos limpios y unos misteriosos arañazos en el rostro que no sabemos de dónde han salido. La susodicha cruza una puerta de cristal sin antes abrirla y finalmente es atrapada por el increíble hombre viscoso, que hace su aparición de repronto.
A partir de aquí se suceden las escenas en que Viscosito va por el campo degollando al personal, mientras un médico y un militar se las ingenian para perder una y otra vez el evidente rastro de muerte y materia pegajosa que deja tras de sí el monstruo, no sea que la película se acabe demasiado rápido. De entre las payasadas de rigor destaca cuando una pareja de ancianos viaja en coche por la zona. El espectador sabe de antemano que deben bajar del vehículo para que puedan acabar fiambres a manos de nuestro licuado protagonista, pero la película cae presa de una inexplicable indecisión (¿Paran para comprar unos dulces o para hacer una llamada?). Tras varios titubeos se detienen en mitad de la noche porque (redoble de tambores)... Quieren coger limones de los árboles, ¡bravo!
También hay momentos tan burdos e inconsistentes que uno duda de si la comicidad es buscada o no, como cuando el doctor decide explicarle la delicada situación al sheriff local. En escenas anteriores el médico ha puesto al corriente a su mujer y se ha llevado un rapapolvo del General, enfadado porque el tema es alto secreto y no debe enterarse personal no autorizadol. Pero ahora que la situación lo impone y el sheriff le pide explicaciones, se cura en salud y le hace prometer que no podrá decirlo a nadie, ni siquiera a su esposa. Tras unos segundos de silencio ambos se dan la mano en señal de conformidad, pero no sin que el sheriff le recuerde antes que él es soltero.
Rick Baker, una de las grandes leyendas de los efectos especiales, hace lo imposible por facilitar algo de terror a tan anodina aventura, pero el famoso maquillador tampoco se cubre de gloria precisamente. El espectador se angustia ante la espantosa presencia del increíble hombre que se derrite, pero lo hace porque sabe que debajo de toneladas de inmundicia y materia pringosa se encuentra Alex Rebar, un sufrido actor. Este y no otro es el auténtico horror de un filme que funciona como una antología del disparate cinematográfico y está pésimamente escrito, dirigido, interpretado y montado.
La frase: «¡Es increíble, gana fortaleza a medida que se va derritiendo!»
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