Recuerdo
en mis tiempos mozos trabajando de peón de albañil, en los que siempre era verano y siempre tenía
agujetas. Estábamos trabajando en un pequeño bloque de viviendas, cerrando las
fachadas con ladrillo cara-vista. Cinco oficiales poniendo ladrillos, yo,
sirviendo mortero, ladrillos, cortando piezas con la máquina de agua, alisando
juntas, limpiando los restos de material.
Tenía 16 años y allí aprendí una de las más valiosas lecciones de mi
vida laboral y personal, que posteriormente he aplicado a todos mis trabajos, así como a mi vida cotidiana.
-Visión de juego, tiene dos niveles:
-Nivel
micro: Saber que está haciendo cada persona del equipo en cada instante y cómo
lo hace, lo que nos lleva a saber que va a necesitar en un determinado momento,
para conseguir nuestro objetivo.
-Nivel
macro: Observar si cada uno de los trabajadores está trabajando en la dirección
y al ritmo adecuado para la perfecta coordinación de tareas.
-Actitud de servicio. Una vez
comprendida "la visión del juego" lo siguiente es proporcionar lo que
necesitan, es decir, realizar el servicio, pero no de cualquier manera, hay que
adaptarse a la forma de trabajar de cada "cliente", -uno prefiere que
le sirvas por la izquierda, otro por la derecha-, es decir que el servicio debe
facilitar el objetivo de los demás trabajadores.
Si nos
damos cuenta son actitudes requeridas fundamentalmente en puestos de trabajo de
servicio, como puede ser un peón de albañil, un camarero, un dependiente pero
también en un coordinador de equipo, en un líder. Éste, debe saber en todo momento el objetivo a
seguir, qué hace cada uno de sus colaboradores, cómo lo hace, cuando lo hace y
lo más importante debe servir y modificar las condiciones, tanto materiales,
organizativas, como psicológicas para facilitar
la consecución de los objetivos de cada técnico a su cargo.
Estas
actitudes son tan valiosas que no solamente deberían formar parte del personal
de la empresa, sino que la propia empresa debe crear las condiciones necesarias
para fomentarlas, formando parte de la cultura empresarial, pero no solamente
en espíritu sino lo más importante, con hechos. Para la transmisión de
actitudes y valores dentro de cualquier organización lo principal es la
coherencia entre lo que se predica y lo que se hace.