Es el barco que ilustra la fotografía en la entrada de hoy, y hace una semana que zarpó de El Musel, donde hizo la escala en uno de sus cruceros.
No es malo que Gijón se convierta en destino turístico de estos viajes de placer; al contrario, se calcula que cada crucerista gasta, en promedio, unos setenta y cinco euros, que no está nada mal, teniendo en cuenta que son unos dos mil los pasajeros que se alojan en estos buques. Difiero del rechazo que el Ayuntamiento ha hecho hacia quienes visitan nuestra ciudad en autocaravanas, considerándose visitantes de segunda clase, cuando el precio de la adquisición o alquiler de uno de tales vehículos, está al alcance de pocas economías y es una de las formas más difundidas de desplazarse en Europa.
El Vision of the Seas tiene la misma eslora que el Titanic, pero es algo más alto; sus armadores, Royal Caribbean, disponen en su flota de barcos más lujosos y bastante mayores de tamaño, hasta los trescientos treinta metros que ofrece el Oasis of the Seas, lo que le impide atracar en muchos puertos. Dicen que un millonario australiano construirá el Titanic II, eso sí, con los más modernos medios de navegación y seguridad actuales, pero con la misma forma y lujo que el tristemente célebre transatlántico, y que se inaugurará con un viaje a Nueva York similar al que nunca completó su malogrado gemelo. Se olvidan de la célebre descripción que D. Camilo, el del premio, hico de la Costa da Morte gallega, pero que es extensiva a cualquier océano: “El mar se traga un barco o cien barcos, mata a un marinero o a cien marineros, y sigue murmurando, con su voz afónica, con su voz de borracho triste y pendenciero, amargo y peleón”.