El Festival suizo Visions du Réel continúa celebrándose en un formato híbrido que ha llegado a última hora, ya que los vaivenes de las decisiones políticas en torno a la apertura o no de las salas de cine llevó a los organizadores a proponer un formato exclusivamente digital como el año pasado. Pero un día antes de la inauguración, las autoridades locales decidieron que las salas de cine podían volver a abrir, así que se han añadido cuatro días más, del 22 al 25 de abril, para que los espectadores tengan la posibilidad de ver parte de la programación de forma presencial. "Básicamente estamos celebrando tres festivales", comenta a la revista Variety la directora del festival, Emilie Bujès. "Está el festival online, las proyecciones del Film Market para profesionales, prensa y estudiantes, y finalmente la programación para el público. Preferimos agregar estos cuatro días en vez de intentar hacer todo al mismo tiempo. Mantener las cosas separadas para garantizar que todos puedan acceder a las películas". Las proyecciones presenciales cuentan, sin embargo, con algunas restricciones: solo disponen de cuatro salas con un número máximo de espectadores de 50 por proyección.
Seguimos repasando durante toda esta semana la programación del 52 Festival Visions du Réel, que ofrece estrenos mundiales e internacionales de producciones documentales.
SECCIÓN OFICIAL
The bubble
La directora austríaca Valerie Blankenbyl regresa a Visions du Réel tras haber participado con su segundo largometraje, Ma na sapna (A mother's dream) (2013). En este caso, con el estreno internacional de The bubble (2021), un documental rodado en The Villages, un lugar de retiro para jubilados que ocupa 142 km2 (dos veces Manhattan) situado en Florida. Con 54 campos de golf, 70 piscinas, 96 centros recreativos y más de 3.000 clubes sociales, acoge a una población de 150.000 personas de más de 55 años. Es un lugar idílico, compuesto por casas unifamiliares y grandes extensiones de césped que se ha convertido en una especie de burbuja para personas mayores. La directora llegó a este espacio investigando sobre lugares de retiro, ya que sus propios padres estaban llegando ya a la jubilación, y en principio se había enfocado en un crucero, pero la financiación no permitió desarrollar esta idea.
Como ocurre en ocasiones en el mundo del cine, el estreno de The bubble (2021) prácticamente ha coincidido con el de otro documental que pone su foco en The Villages. Se trata de la película norteamericana Some kind of heaven (Lance Oppenheim, 2020), producida por Darren Aronofsky y The New York Times, que se estrenó en Estados Unidos el pasado mes de enero. Pero esta otra propuesta se centra principalmente en cuatro residentes del complejo, y ofrece una visión más desenfadada de la vejez y el retiro. The bubble propone sin embargo una visión más amplia, enfocando su mirada no solo en los habitantes del interior de The Villages, sino también en los del exterior del complejo, algunos de ellos no especialmente contentos con su funcionamiento y sus planes de expansión.
De alguna manera, The Villages nos recuerda a aquel aparentemente idílico barrio que se mostraba en Vivarium (Lorcan Finnegan, 2019), un lugar que se convierte en un laberinto terrorífico para sus protagonistas. Especialmente a través de la intervención de una periodista encontramos algunos aspectos inquietantes del complejo. Como el hecho de que esté construido sobre suelo público por el que puede circular legalmente cualquier persona, pero establezca medidas de control como si fuera privado; o datos relevantes sobre su población, un 98% de raza blanca; el hecho de que disponga de su propio periódico y su propio canal de televisión, y una mayoría de tendencia política republicana, que vemos en su evidente apoyo a Donald Trump en la carrera presidencial de 2020. El propio equipo de rodaje es interceptado en varias ocasiones por miembros de la seguridad del complejo, a pesar de que legalmente podían filmar en un terreno que es público.
The bubble consigue equilibrar bien esta visión equidistante entre la utopía que se vive en el interior de The Villages y la distopía que se percibe desde el exterior. Como una especie de lugar idílico que se revela como representación de un estilo de vida eminentemente norteamericano, pero que también nos hace reflexionar sobre este tipo de burbujas sociales con las que nuestra sociedad intenta compartimentar y separar.
Tras el éxito conseguido con anterior documental, Victoria (Sofie Benoot, Liesbeth de Ceulaer, Isabelle Tollenaere, 2020), la directora belga presenta su última película, Holgut (Liesbeth de Ceulaer, 2021), como un estreno mundial de colaboración entre Visions du Réel y el Festival CPH:DOX de Copenhague que comienza el próximo 21 de abril, y en cuya sección New Wave también está incluida. Situado en la región siberiana de la República de Sakha, el documental nos acerca a la extinción de antiguas y actuales especies animales en el denominado permafrost siberiano (una capa de suelo permanentemente congelado), cuyo derretimiento ha provocado sin embargo el descubrimiento de huesos de mamuts en un buen estado de conservación. Estos hallazgos han llevado al científico Semyon Grigoriev a tratar de encontrar ADN de mamut para llevar a cabo una clonación, ayudado por un equipo de siberianos Yakut.
En otro espacio de la misma tundra se encuentran Roman y Kyym, dos hermanos que comienzan una búsqueda tratando de encontrar renos para cazar. Pero la población de renos ha disminuido en los últimos años de forma drástica, en parte debido a la acción del hombre y a la proliferación de rebaños de renos domesticados. se establece así un paralelismo entre la extinción antigua de los mamuts y la actual de determinadas especies animales en algunas zonas del planeta. La directora acompaña a estos dos hermanos y al científico en sus dos búsquedas diferentes, la que tiene como fin la supervivencia y la que pretende representar el pasado en el presente.
Como ya ocurriera con Victoria (2020), que se desarrollaba en una zona ciudad inhabitada en el Desierto del Mojave, que comenzó a construirse en los año sesenta pero fue abandonada antes de terminarse, la directora se contagia del paisaje abandonado y de los restos de estos enormes animales prehistóricos para establecer una especie de impresión futurista. Y entonces se establece en ocasiones una fusión entre ficción y documental a través del diseño de sonido, que introduce al espectador en una atmósfera de irrealidad. Los principales protagonistas, el niño Kyym y el científico Semyon, cruzan sus caminos en el interior de una cueva, en una secuencia de ensoñación. Es una manera poética de establecer definitivamente una conexión entre la realidad y esta sensación de ciencia ficción que desprende la denominada "arqueología del futuro", que no solo consiste en investigar sino también en tratar de recuperar.
BURNING LIGHTS
En la producción austríaca Soldat Ahmet (Jannies Lenz, 2021), el protagonista es un joven de origen turco que trabaja en el ejército austríaco y al mismo tiempo participa en competiciones de boxeo, pero también comienza a recibir clases como actor. Esta última opción de alguna manera rompe con una cierta simbología masculina que desprenden sus otras ocupaciones, así como su propia familia, que se sorprende de que a sus treinta años aún no tenga hijos. El director se acerca a este personaje para convertirlo en protagonista en una transformación que será principalmente emocional. Ahmet tiene que interpretar una escena de la obra de teatro Un tranvía llamado deseo (1947, Tennessee Williams), pero encuentra dificultades para desplegar las emociones que necesita al final durante la escena. Ahmet no ha llorado desde que tenía ocho años, y esta búsqueda de su propia emotividad supone para él también un encuentro consigo mismo y con sus propias raíces.
En la película, el entorno eminentemente masculino del ejército o de la cancha de boxeo se alterna con los momentos más íntimos en casa de Ahmet, especialmente aquellos en los que se encuentra solo. El director consigue una cercanía pero manteniendo la distancia, un equilibrio difícil cuando se trata del retrato de un personaje concreto. Y en algunos momentos intuimos que hay una cierta interpretación de Ahmet delante de la cámara, una postura ficticia que sin embargo alimenta al personaje en vez de hacerlo menos real. Soldat Ahmet es también una reflexión sobre los roles que adoptamos en nuestra sociedad dependiendo del contexto. Y en este sentido encuentra ideas interesantes que van más allá del simple retrato personal.
Hace quince años, Nikola Ilić dejó su Serbia natal para trasladarse a Suiza, de donde es su pareja sentimental y también profesional, Corina Schwingruber Ilić, con la que ha codirigido algunos cortometrajes. Pero su vida se desarrolla en parte en Belgrado, para ocuparse del cuidado de su madre. Ella es la protagonista de Dida (Nikola Ilić, Corina Schwingruber Ilić, 2021), el primer largometraje de la pareja, que comenzaron a rodar hace nueve años cuando a la madre le diagnosticaron cáncer. Se trata de un retrato íntimo de una persona que tiene problemas de aprendizaje y que siempre ha sido dependiente de la abuela, pero que tiene que afrontar la vejez progresiva de ésta y la necesidad de adaptarse a una vida en solitario. Pero, aunque el documental se centra en el personaje de Dida, en realidad acaba mostrando una dinámica familiar que es compleja, pero que consigue evitar la mirada trágica para acercarse a esta peculiar relación madre-hijo-nuera con sentido del humor.
A veces no resulta fácil entender por qué un cineasta toma la decisión de rodar una película sobre su propia familia y especialmente sobre personas cercanas que tiene algún tipo de discapacidad, ya sea mental o física. Se entiende la honestidad y el respeto con el que se muestran los aspectos de la vida privada, pero esta exposición de la intimidad a veces resulta poco justificable. Lo que tiene a su favor Dida es principalmente la utilización del sentido del humor para hablar de una situación que resulta eminentemente dramática: el problema al que se enfrenta un hijo que vive en el extranjero para encontrar una forma de mantener el cuidado de su madre, incapaz de valerse por sí misma. Ella cobra una pensión, pero se gasta casi todo el dinero en adornos comprados en las tiendas de chinos, en vez de comprar comida o elementos necesarios. Belgrado es una ciudad en la que aún se ven las huellas de la guerra (vemos de fondo el edificio del Ministerio de Defensa, que fue destruido por los bombardeos de la OTAN), las personas con dependencia solo dependen de sus propios familiares. Esta realidad es la que mejor está expuesta en un documental que transmite vitalidad, aunque tratando temas muy serios.
GRAND ANGLE
Estrenada a en la Sección Competitiva de Documentales Holandeses de IDFA 2020, Dierbaren (Sheltered) (Saskia Gubbels, 2020) muestra la vida diaria en el Refugio de Animales de Amsterdam, el más grande de los Países Bajos. Comenta la directora que cuando visitó el refugio, vio cómo llegaban treinta animales abandonados o maltratados, mientras algunos veterinarios trataban de salvar la vida de un gato, personas que lloraban la muerte de un perro o una familia alegre por haber adoptado a un perro. Este contraste entre la alegría y la tristeza, el miedo y la confianza, la vida y la muerte, es lo que pretende transmitir a través de la representación del trabajo de cuidadores, entrenadores, veterinarios o fisioterapeutas. A lo largo del documental, efectivamente, se muestran los entrenamientos conductuales que tratan de salvar la vida de perros que pueden llegar a ser potencialmente peligrosos, y las técnicas para tratar de ganarse la confianza de animales que han sido maltratados y han perdido el nexo de unión con los humanos.
La directora muestra el contraste entre escenas que son difíciles de ver, como un momento en el que tratan de salvar la vida de un gato que se ha rendido, con otras que demuestran la dedicación de los cuidadores, como aquella que interpreta música clásica para mantener un estado relajación en los animales. Sin embargo, falta algo de profundidad en el relato, demasiado enfocado a tratar de ofrecer una visión lo más amplia del trabajo en el refugio, lo que propone una mirada amplia pero al mismo tiempo superficial. Se siente com una visión que por abarcar mucho se queda solo en la superficie. Y hay también decisiones discutibles, especialmente en dos momentos que a cualquier espectador que tenga animales puede resultar difícil de ver. Una escena en la que un perro tiene sus dientes atascados en las rejas de la jaula, de forma que se necesitan unos alicates para salvarle la mandíbula, que parece enfocarse solo en el momento impactante, pero no da ninguna explicación sobre esa conducta o sus antecedentes.
Y, sobre todo, la secuencia en la que señalan a los perros que van a ser sacrificados porque resultan demasiado peligrosos. Es interesante comprobar que en la reunión algunos cuidadores incluso discuten esta decisión, seguramente por haber establecido un vínculo emocional con uno de estos perros. Y se entiende que la directora quiera ser realista en su descripción del trabajo en el refugio, ese "trabajo de mierda" como lo define una de las cuidadoras cuando tiene que tomar la decisión más difícil. Pero no es realmente necesario mostrar el momento de la eutanasia de uno de los perros, con el que además durante el documental se ha establecido un vínculo de empatía con el espectador. Porque acaba siendo un recurso demasiado burdo para conseguir el impacto emocional, una traición en toda regla a la confianza del espectador.
Desde España se presenta en esta sección el documental Lobster soup (Pepe Andreu, Rafa Molés, 2020), que se acerca a la idiosincrasia de un pequeño pueblo islandés de pescadores a través de una cafetería que se hizo popular por su sopa de langosta, situada fuera de los circuitos turísticos tradicionales. De hecho, Grindavík no es especialmente atractivo, pero está rodeado de esa naturaleza glacial que caracteriza a buena parte del país. Allí los hermanos Alli y Krilli fundaron en los años setenta Bryggjan Café, una cafetería que se convirtió en un lugar de encuentro entre los habitantes de la zona, ahora ya ancianos pescadores que cuentan anécdotas y que se reúnen una vez al mes para recordar a los que han fallecido. Esta especie de Cheers con ritmo pausado islandés se convierte en un lugar donde se preserva la memoria, entre café y sopa, entre fotografías que retratan la juventud de quienes se congregan diariamente para dejar pasar el tiempo.
Hay muchas historias que se condensan en esta cafetería: el ex-boxeador que recuerda sus mejores momentos, el traductor de "El Quijote" al islandés, el volcán que está a punto de entrar en erupción... Bryggjan Café se convierte así en un microcosmos en el que pasado y presente se dan la mano, mientras los hermanos Alli y Krilli experimentan el dilema de aceptar una oferta de unos inversores para vender el local y dejar que ellos lo conviertan en un restaurante, que quiere seguir teniendo un aspecto localista pero que no tendrá la autenticidad de siempre. Este dilema funciona como cuerpo principal de la narración, pero es solo un soporte para reflexionar sobre el turismo y la transformación de estas pequeñas localidades que también se enfrentan al dilema de entregarse a la economía de recreo o mantener su personalidad propia. Los directores plantean una respuesta que acaba siendo desmoralizadora, cuando muestran como epílogo a un grupo de turistas islandeses que visitan Benidorm, un pequeño pueblo de pescadores ahora convertido en un monstruo urbanístico; o cuando vemos a uno de los antiguos visitantes de la cafetería tratando de recordar la letra de una canción tradicional. La memoria comienza a perderse.
OPENING SCENES
Nacido en el Cabo Bojador, en el Sahara Occidental, el joven artista Abdessamad El Montassir utiliza como elemento principal de sus trabajos de fotografía la zona geográfica donde creció. Ha expuesto sus trabajos en galerías de todo el mundo y en eventos como Art Madrid 2020, y en cierta manera se puede decir que el cortometraje Galb'Echaouf (Abdessamad El Montassir, 2021) es una ampliación de su enfoque artístico. A través de imágenes captadas en el desierto para su obra "Achayef", el propio director transmite con su voz reflexiones sobre los acontecimientos históricos de los que han sido testigos las rocas y las arenas del desierto. Acontecimientos de los que los beduinos no quieren hablar: "Si quieres saber lo que ocurrió, pregunta a las rocas". Fragmentos de Historia que están escritas por el paso del tiempo, reconstrucciones silenciosas de la vida en las interminables arenas, donde quedan las huellas del paso del hombre, cuyas vidas son retransmitidas calladamente. "Partes de nuestra vida se ocultan en las arenas". Un eco filmado con gran belleza que no encuentra respuestas, aunque parece buscarlas.
Parte de una videoinstalación, How to order online (Julie Ramage, 2019) se construye a través de las voces de los internos en una prisión, de los que solo se ven sus manos mientras explican una serie de técnicas que les permiten comunicarse entre ellos o intercambiar objetos. El intercambio está estrictamente prohibido en muchos centros penitenciarios, por lo que ingenian tiras de tela o de bolsas de plástico que unen para llegar hasta la ventana de la celda vecina, de forma que pueden conseguir jabón, bolígrafos u otras necesidades básicas. Se establece así un espíritu de comunidad en un espacio en el que no está permitido. Las voces de los internos se mezclan con distorsiones sonoras que establecen un paralelismo con el sentimiento de comunidad que aparentan ofrecer las nuevas tecnologías.