Por su parte, entre el 1 y el 5 de mayo, el festival Play-Doc celebra su vigésimo aniversario en la localidad gallega de Tui con una programación tan arriesgada como suele ser habitual. Destaca la primera retrospectiva europea dedicada al cineasta Leon Hirszman (1937-1987, Brasil), figura clave del Nuovo Cinema Brasileño; un homenaje y retrospectiva dedicados al realizador William Friedkin (1935-2023, Estados Unidos); la presentación de cortometrajes dirigidos por David Gladwell (1935, Reino Unido), montador de cineastas como Lindsay Anderson y James Ivory; el estreno mundial de la versión restaurada de Kriegsende (1993), de la directora alemana Viola Stephan y un homenaje al 50 aniversario de la revolución de los claveles con la proyección de la película colectiva As armas e o povo (1975). Dentro de su sección competitiva, Play-Doc ofrece una selección de cineastas destacados: Cinema Before 1300 (Jerome Hiler, 2023), Bonjour la langue (Paul Vecchiali, 2023, Francia), Film annonce du film qui n'existéra jamais: 'Drôles de guerres' (Jean-Luc Godard, 2023), Frente a Guernica (Yervant Gianikian, Angela Ricci Lucchi, 2023), Gli ultimi giorni dell’umanità (Enrico Ghezzi, Alessandro Gagliardo, 2022), Oú sont tous mes amants? (Jean-Claude Rousseau, 2024) y el estreno europeo de Leme do destino (Júlio Bressane, 2023).
Kamay
Ilyas Yourish
Afganistán, Bélgica, Francia, Alemania 2024 | Competición Internacional | ★★★★☆
La planta kamay, que da título a la película y la productora Kamay Film fundada por Ilyas Yourish, nacido en Kabul pero residente en Bélgica, crece de manera silvestre en las montañas del centro de Afganistán, y representa el carácter autosuficiente y resistente de la población Hazara, de los que se calcula que entre 6 y 8 millones vivían en el país antes del control recuperado por los talibanes en 2021. Veinte años atrás, después de la primera caída del régimen talibán en 2001, muchas jóvenes hazaras acudieron a ciudades como Kabul para estudiar en las universidades, siendo la primera generación que pudo tener acceso a la educación. Pero debido a su origen tuvieron que enfrentarse a discriminaciones y humillaciones, que aumentaron progresivamente a partir de 2016. Zhara Khawari se suicidó en la Universidad de Kabul en 2017 a causa de las humillaciones de un profesor que rechazaba sistemáticamente sus propuestas de tesis, después de que ella se resistiera a su acoso sexual. Kamay (Ilyas Yourish, 2024) comienza con su hermana Freshta recogiendo la planta en la zona desértica y montañosa de Daikundi en la que ha vivido su familia desde los años cincuenta, como una especie de tributo a Zhara. Filmada a lo largo de seis años, hasta justo antes de la entrega de Afganistán a los talibanes por parte de la comunidad internacional, la película es un viaje doloroso a través del trauma que sufre una familia por la muerte de su hija, pero también alrededor del complejo y corrupto sistema judicial afgano. Los padres Hawa y Younes tienen más de cincuenta años, y deben realizar numerosos viajes en autobús hasta Kabul, que duran varios días, para hablar con la abogada que lleva el caso de su hija, tratar de recuperar sus pertenencias o asistir al juicio contra el profesor, con pocas esperanzas de que sea condenado. Esta representación de la persistencia y la resistencia construye una historia que subraya el compromiso con la memoria de Zhara que mantiene siempre la familia Khawari. Encerrados es esa especie de prisión natural que supone vivir aislados en unas montañas desérticas en las que apenas llueve, asumen con mayor profundidad el drama de la pérdida, que no necesita ni siquiera mostrarse de una manera directa, como cuando el director se enfoca en las manos de la madre mientras deshace la maleta de su hija que se había quedado en Kabul. Ilyas Yourish captura este dolor de muchas maneras, envolviendo a Freshta de ese entorno majestuoso de las montañas, utilizando el silencio y los planos de detalles que aportan una atmósfera pesada y callada, y alternando la amplitud del exterior con los primeros planos de los rostros dentro de la casa. Pero la película aporta un punto de vista que se aleja de la simple representación del dolor, a través de la voz en off de Freshta, que en cierta manera es la nueva generación que aspira también, a pesar de todo, a estudiar como su hermana, aunque sus padres no quieren que lo haga en la capital. "Estoy empezando a odiar Kabul", dice la madre. A través de esta historia concreta, sin embargo, Ilyas Yourish, que también es de origen hazara, sabe mostrar las consecuencias de una presión constante hacia una población concreta, lo que él denomina "un lento genocidio" en el que el objetivo es borrar sus huellas. Los planos rodados por el propio director y Shahrokh Bikaran, que es co-autor del guión, tienen un especial cuidado en la composición y la profundidad, incluso aunque muchas veces se utilizaran teléfonos móviles para grabar, sobre todo en las calles de Kabul. La tensión es creciente en la película conforme se reciben noticias de la ofensiva de los talibanes en los alrededores de Daikundi, lo que añade un elemento más de presión a la familia, que ahora debe decidir si huye como muchos de los que les rodean o permanecen en su casa, mientras el sueño de Freshta de estudiar comienza a desvanecerse con el control que van consiguiendo los talibanes, y que acabó con aquella caótica salida de las tropas internacionales de Kabul. A pesar de la exploración del dolor y la pérdida, Kamay sin embargo es una película que transmite la esperanza de la resistencia y la fortaleza de la dignidad. Tras la llegada de los talibanes, la familia Khawari consiguió huir y actualmente vive en Alemania.
The landscape and the fury
Nicole Vögele
Suiza 2024 | Competición Internacional | ★★★★☆
La imagen muestra varias veces a lo largo de sus más de dos horas de duración una lenta panorámica de la zona boscosa que sirve como refugio y como escondite para los grupos de inmigrantes que cruzan la frontera entre Bosnia y Herzegovina y Croacia, como un manto verde que oculta en su interior las huellas del pasado y los restos del presente. Entre la maleza y las hojas caídas, hay retazos de ropas que ya no proporcionan calor, desperdicios variados y hasta fotografías que dejan constancia de la identidad de algunos de los inmigrantes que han pasado por esta zona, cerca de Velika Kladuša que fue, antes de la guerra de la ex-Yugoslavia, sede de una importante industria agroalimentaria que disminuyó su producción radicalmente a causa del conflicto. La directora Nicole Vögele (1983, Suiza) estudió periodismo y tiene efectivamente esa mirada desde la distancia que le proporciona su experiencia como periodista de investigación que ha tratado en algunos reportajes el drama de los refugiados y sus dificultades para cruzar Europa hacia un destino desconocido. La cámara está muchas veces alejada de sus protagonistas, pero se escuchan con claridad sus conversaciones, como cuando un grupo de refugiados permanecen sentados a un lado de la carretera: "No tenemos dinero para volver pero tampoco sabemos dónde ir", comenta uno de ellos reflejando la incertidumbre que comenzó sin un propósito claro más que el de huir de una situación de pobreza o peligro. Entre las pequeñas localidades de Ravnice y Bućevci, las vidas de los que pasan y los que permanecen se cruzan constantemente, y a veces la película muestra conversaciones entre familias de la localidad que hablan sobre la necesidad de ayudar a estos refugiados proporcionándoles algo de comida, cobijo o dinero, pese a la dificultad del constante flujo de personas: "Son muchos. No podemos ayudar a todos", dice una de las vecinas. Pero a veces se producen vínculos más personales, como el que acaba teniendo Eno con una familia, con la que le que vemos más tarde conversando emocionadamente a través de la cámara de su móvil, cuando ya están asentados en Inglaterra. Pero al margen de estos momentos más cercanos, las imágenes de The landscape and the fury (Nicole Vögele, 2024) mantienen generalmente la distancia, con un sentido del ritmo que está marcado por la propia naturaleza, el entorno que se vuelve protagonista absoluto y por tanto el que sostiene una mirada que no se apresura mientras se van formando nubes o los árboles se mecen con el viento. Acostumbrarse al ritmo de una película que se estructura a través de las estaciones del año requiere por tanto algo de compromiso por parte del espectador, pero una vez que aceptamos la cadencia de la película también consigue envolverse de una cierta atmósfera que está marcada asimismo por la sutil creación sonora de Alva Noto (1965, Alemania), uno de los compositores de la banda sonora de El renacido (Alejandro González Iñárritu, 2015), que establece una cierta sensación de opresión y tensión, junto a la fotografía muchas veces nocturna de Stefan Sick, que ha trabajado anteriormente con Nicole Vögele en películas como Fog (Nebel) (2014), un proyecto experimental que tiene algunas conexiones en cuanto al enfoque visual con ésta, com esos planos generales que se recrean en el discurrir del tiempo. La oscuridad envuelve muchas veces la mirada hacia el bosque, y en una de las ocasiones se escucha un grito que refleja una situación tensa, de la que solo vislumbramos los restos que han quedado a la mañana siguiente. Entre los que permanecen y los que pasan de largo, un equipo de detección de minas que quedaron sin explotar durante la guerra se esfuerza en localizarlas y marcar zonas que podrían ser peligrosas, de manera que las huellas del pasado también forman parte del paisaje, como un tanque oxidado o una edificación destruida. Dos veteranos de ese conflicto fratricida comparten recuerdos sobre su paso por el ejército y su confrontación con la muerte de algunos conocidos. The landscape and the fury utiliza un espacio fronterizo para reflejar los contrastes entre el pasado y el presente, entre los que tienen hogar y los que buscan un hogar, conformando un paisaje humano envuelto en los ritmos del paisaje natural.My stolen planet
Farahnaz Sharifi
Alemania, Irán 2024 | Highlights | ★★★★★
Berlinale '24: Panorama
Tesalónica '24: Alejandro de Oro Mejor Película, Premio FIPRESCI
En esta poderosa crónica sobre la resistencia constante de las mujeres en Irán, la directora Farahnaz Sharifi (1979, Irán) que actualmente reside en Alemania, recuerda su infancia dividida en dos planetas, el del exterior con las imposiciones del régimen de Jomeini y el del interior de su hogar, representado por la imagen de ella misma a los siete años con el hijab en la mano: "Mi planeta estaba lleno de baile, incluso con Jomeini en la pared", comenta como narradora de su propia historia. El baile, prohibido en Irán, se convierte en uno de esos actos cotidianos de resistencia contra la cultura de odio impuesta en el país: "Lo primero que nos enseñaban en la escuela era desear la muerte de otros", comenta mientras se muestran imágenes de un aula en la que los alumnos gritan consignas anti-norteamericanas. Como cuando enfermeros y enfermeras de hospitales se grabaron bailando durante la pandemia del Covid-19 para dar ánimos a unos pacientes que no tenían acceso a las vacunas porque Irán se negaba a comprarlas a Estados Unidos (las cifras oficiales de muertos se ponen en duda). Farahnaz Sharifi nació tres días después de la revolución islámica en Irán, la que comenzó precisamente como un acto de resistencia contra las injerencias extranjeras en el país y se fue desarrollando como un régimen opresor, especialmente para las mujeres: "En esta revolución no había espacio para nosotras". La imposición del hijab se convierte en una representación de sumisión, pero posteriormente se convertiría en un símbolo tras la muerte de Mahsa Amini en 2022 después de su arresto por llevar mal puesto el velo, que desató protestas continuas bajo el lema "Women. Life. Freedom" (Mujeres. Vida. Libertad). En un ejercicio de narrativa personal para contar una experiencia colectiva, la directora mezcla imágenes de archivo de su familia con otras que ha ido consiguiendo a lo largo de los años, como ella misma dice en la película: "Compro los recuerdos de la gente", definiendo su obsesión por adquirir metraje en Super 8. Parte de este material ofrece las imágenes más violentas, que Farahnaz Sharifi no tiene pudor en mostrar con toda su visceralidad. Ganadora del premio ReFrame en IDFA 2021 por el uso creativo de imágenes de archivo en la película Radiograph of a family (Firouzeh Khosrovani, 2020), en la que ella realizó el excelente trabajo de edición, Farahnaz Sharifi sigue los pasos de aquel relato sobre la deriva radical del régimen iraní para trazar un recorrido por la historia reciente de Irán a partir de su experiencia personal, pero también de la experiencia de otros. La amistad con Leyla, una académica que huyó a Estados Unidos con su familia después de que su casa en Irán fuera confiscada, refuerza el sentido de dualidad que ella misma siente, y la necesidad de preservar la memoria familiar se proyecta desde el progresivo deterioro de su madre, afectada por el alzheimer, que la directora ve desde la distancia, participando en una residencia de artistas en Alemania en la que precisamente estuvo trabajando en esta película. Tras una de las muchas protestas que protagoniza la propia Farahnaz Sharifi, una de las participantes afirma que "durante cuarenta años hemos buscado la libertad en las calles", como un acto permanente de reivindicación a pesar de la dura represión policial. Una resistencia que se remonta al año 1994, cuando la psiquiatra infantil Homa Darabi se inmoló como acto de protesta, después de haber sido expulsada de la Universidad por incumplimiento del hijab. Aunque la justicia le dio la razón, la Universidad de Teherán se negó a readmitirla, de manera que se convirtió en el primer rostro de la rebeldía de las mujeres. My stolen planet (Farahnaz Sharifi, 2024) es una película emocionante y visceral a veces, que reivindica la filmación como un acto de protesta, especialmente cuando la popularidad de los móviles permitió "grabar la historia que no querían que fuera grabada". También recuerda cómo la policía iraní allanó su casa mientras ella se encontraba en Alemania, una invasión de su planeta privado que difuminó las fronteras entre lo político y lo personal. Y en su enérgico relato, Farahnaz Sharifi utiliza la experiencia personal como una herramienta de protesta que refleja las experiencias colectivas de las mujeres iraníes.Shahid
Narges Kalhor
Alemania 2024 | Burning Lights | ★★★★☆
Berlinale '24: Caligari Film Award, CICAE Art Film Award
También reside en Alemania Narges Kalhor (1984, Irán), quien participó en la sección Forum del festival de Berlín con esta imaginativa película que utiliza en este caso la creatividad en la puesta en escena para trazar otro relato personal, introduciendo ideas complejas dentro de una metanarrativa que reflexiona sobre la identidad, pero también se cuestiona a sí misma respecto a los diferentes niveles de privilegio dentro de la comunidad iraní en el extranjero. La actriz Baharak Abdolifard interpreta un alter ego de la directora cuando se encuentra en Berlín, perseguida por un grupo de bailarines masculinos vestidos de negro como las sombras de la tradición familiar que permanecen representando al pasado. La intención de Narges es la de eliminar de su nombre el apellido Shahid, que significa "mártir", y que hace referencia al asesinato de su bisabuelo en 1907. Acompañada constantemente por la presencia de este antepasado (Nima Nazarinia), que encabeza la cohorte de bailarines, ella considera su apellido como un lastre que subraya la imposición de la masculinidad en la tradición familiar, tratando de romper el círculo vicioso de su condición de inmigrante: "No quiero ser constantemente una víctima". Pero la burocracia alemana impone algunos criterios para este cambio de apellidos, entre ellos una evaluación psiquiátrica. Para cuando Narges personaje se encuentra en la consulta del psicólogo von Ribbentrop (Thomas Sprekelsen), Narges directora ya se ha incorporado a su propio relato, de manera que la película rompe la cuarta pared constantemente para mostrar no solo la historia principal sino también la construcción de esa historia como película. Y poco a poco, Narges Kalhor va adquiriendo mayor protagonismo dentro de la imagen, conforme se va cuestionando la propia naturaleza de este documental híbrido que juega de manera divertida con los géneros y las narrativas de la representación teatral, el musical y la comedia, convirtiéndolo en una experiencia singularmente creativa y original. Durante uno de los ensayos de la película Shahid (Narges Kalhor, 2024), la directora escucha una grabación de algunos extras que se refieren a ella como una privilegiada, a la que resulta demasiado fácil conseguir todo lo que se propone. La relación familiar con el ex-presidente Ahmadineyad puede haber acelerado el proceso de asilo de Narges en Alemania, que consiguió después de permanecer tan solo tres meses en el Centro de Acogida de Solicitantes de Asilo en Zindorf, mientras que otros, como el dueño de una pequeña tienda a la que acude, ha tardado años en conseguir la residencia. Este cuestionamiento sobre los privilegios dentro de la comunidad emigrante rompe el relato que hemos estado viendo hasta el momento, y la propia solicitud de un cambio de apellido para contrarrestar la imposición de una cultura patriarcal, parece un simple capricho frente a las problemáticas de otros refugiados que están a expensas de la detención y la repatriación, como se representa en una secuencia. En este sentido, es una propuesta valiente que la directora se plantee estas reflexiones sobre la identidad, los privilegios y las diferencias sociales, y aporta una profundidad más compleja a una narrativa que juega constantemente con la puesta en escena visual, con los sonidos y con la música. Pero a pesar de esta mezcla entre el relato ficticio y el ensayo reflexivo, Shahid mantiene una coherencia como narración cinematográfica, no se siente nunca deslavazada ni demasiado ambiciosa, e introduce también un giro de guión que acaba transformando el punto de vista de la directora-protagonista, y por tanto cambiando también la perspectiva del resto de personajes. De manera que se convierte en una de las propuestas más imaginativas y originales que hemos visto este año. ______________________________________Películas mencionadas:
El renacido se puede ver en Disney+ y Netflix.