18:05 de la tarde del jueves, un dolor acudo me atraviesa la parte baja de la tripita. Un dolor muy intenso que me deja inmovilizada un ratito… Espero que no sea nada, el dolor disminuye, pero no desaparece. De vez en cuando, a lo largo de la tarde, vuelvo a sentir un latigazo en la tripa… Empiezo a asustarme.
Llamo a Futuro Papá para que me viniera a buscar e ir a urgencias, no sé lo que es ese dolor, pero estoy realmente muy asustada ya. No lo entiendo, es un dolor que no he tenido jamás y no tengo a nadie a quien preguntarle a qué se debe… A regañadientes viene (va muy justo a la hora de entrada a su trabajo y, como todo buen cambio de turno, su compañero depende de la puntualidad de Futuro Papá).
Llegamos a las urgencias de mi hospital de referencia, el que me lleva todo el embarazo. Me invitan a esperar en la sala de espera donde nos quedamos una hora esperando turno…
Por fin nos atiende la ginecóloga de guardia. Por suerte resulta ser mi ginecóloga. Me invita a pasar al potro y antes que nada me hace un tacto vaginal. Comprueba que no hay dilatación en absoluto, comprueba la longitud del cuello uterino y todo parece correcto. Nos hace una eco de comprobación y vemos el corazón de Futuro Bebé, pero éste estaba girado bocaabajo tapándose con las manitas y no nos pudo enseñarlo… Pero nos quedamos más relajados.
El diagnóstico resultó ser una distención del ligamento, que, como pasa en todos los embarazos, de repente tira y duele. Es algo normal e inevitable que ocurre a cualquier buena mujer. La única recomendación ha sido ponerme una faja.
Nos hemos ido mucho más tranquilos, aunque el retraso de Futuro Papá hizo algo de mella.