Bath es una de esas ciudades que siempre quise visitar, así que con un par de días libres por delante no dejamos pasar la ocasión y allá fuimos. La ciudad es Patrimonio de la Humanidad, tiene unas termas romanas impresionantes y además en estas fechas puede visitarse el mercado de navidad, considerado uno de los más importantes del Reino Unido.
Para llegar hasta allí reservamos con National Express la ida y vuelta en autocar desde Londres. No es lo más rápido, pero los precios en tren estaban por las nubes. Lo mismo nos ocurrió con el alojamiento, con eso de ser fechas navideñas y el mercado de navidad instalado en sus calles, tarifas excesivas para establecimientos no muy allá. Finalmente, y cuando ya estábamos a punto de reservar algo que no nos convencía en absoluto, encontramos algo más o menos asequible en el Travelodge Bath Waterside.
Reservamos directamente en su web aprovechando un código descuento que encontré de casualidad y que nos rebajó el 15% de la tarifa. El hotel no está mal, adecuado para pasar una noche, aunque el baño algo antiguo. Lo mejor de todo, la amabilidad del personal y la situación, a dos pasos del centro. A mejorar notablemente, la cena. Pedimos algo en el restaurante del hotel y decidimos que al día siguiente mejor desayunar fuera.
Durante la estancia en Bath no necesitamos utilizar el transporte público. Todo se encuentra en el centro, accesible a pie y así nos desplazamos. Pasamos por la oficina de turismo para comprar un mapa y conseguir algunos folletos, aunque luego vimos que todo está perfectamente señalizado y muy cerca.
Los puestos del mercado de navidad se instalan en las calles del centro entre el 26 de noviembre y el 13 de diciembre, así que llegamos en uno de los últimos días. Son casetas de madera regentadas por artesanos locales en su gran mayoría, precisamente uno de los grandes atractivos de este mercado es que más del 80% de los puestos tienen que cumplir este requisito: artesanía local. Hay un montón de cosas interesantes para comprar, objetos de fieltro, lana, lámparas de papel, chocolates, objetos de decoración, juguetes de madera… ¡de todo! Si tuviera que elegir sólo una, me quedaría sin dudarlo con las ilustraciones de Clinton Banbury ¡me encantaron! Las casetas se distribuyen por las calles adyacentes a las termas romanas, la abadía, Abbey Green, Abbey Gate Street y Bath Street.
El ambiente navideño se respira por toda la ciudad. Los comercios están decorados, las calles iluminadas e incluso encontramos coros navideños cantando en la entrada de la abadía de Bath. La pista de hielo se encuentra en Royal Victoria Park, aunque cuando pasamos por allí estaba vacía, suponemos que por ser día laborable.
Varias veces paramos en la puerta del famoso Sally Lunn’s pero no nos decidimos a entrar. Dicen que es la casa más antigua de Bath y allí sirven el también renombrado Sally Lunn Bath Bun, pero había gente esperando y la entrada tan pequeña no se nos hacía apetecible con un coche de niño, así que volvimos al restaurante del día anterior, The Real Italian Pizza Company, donde habíamos comido una pizza excelente.
Bath es sin duda un destino totalmente recomendado para pasar un par de días o incluso para una excursión de un día, visitando las termas romanas, el museo de Jane Austen, la abadía, el Pulteney Bridge y los conocidos The Circus y The Royal Crescent, pero todo esto os lo contamos en otra publicación.