Durante el XXII Salón del Manga de Barcelona pudimos asistir a la exposición central que ofrecía el certamen sobre literatura y manga, y es que aunque Japón sea el país del cómic japonés para muchos, también es cierto que la literatura ocupa un pilar central de su cultura y el manga es solo una rama más de expresión.
La exposición nos ofrece una interesante estadística donde se constata que Japón es un país de lectores. Según la UNESCO, el 91 por ciento de la población lee habitualmente libros, revistas, diarios o mangas. Se calcula que un japonés lee al año una media de 46 libros, incluyendo mangas. La literatura japonesa tiene una larga tradición, aunque se ha dado a conocer en el mundo tras la Segunda Guerra Mundial gracias a autores como Kenzaburo Oe o Yasunari Kawabata, ambos ganadores del Premio Nobel de Literatura.
A diferencia de occidente, donde parece que el cómic es tratado como un producto cultural inferior respecto a la literatura, en Japón no se hacen distinciones y un mangaka, o dibujante de cómic japonés, tiene el mismo distintivo que un escritor de renombre. En el fondo, la fusión del dibujo y la palabra viene de lejos, y los propios kanji, los ideogramas japoneses, son un buen ejemplo de ello. Otros ejemplos para demostrar que palabra e imagen se presentan a la par para ofrecer una idea o una historia son Genji monogatari, considerada la primera novela japonesa de la historia, se publicó en formato ilustrado en el siglo XII,y la pintura sumie-e y el arte de la caligrafía tienen las mismas herramienta.
Hay que recordar que el manga es un sector clave de la industria editorial de Japón, y es que es muy evidente con estos datos que los japoneses son animales literarios, devoradores de libros y manga, casi por igual. De esta manera, existe una saludable relación entre la novela y el manga y no es nada extraño encontrar títulos de grandes obras que han sido adaptados a las viñetas. Entre ambos mundos hay muchas sinergias, con decenas de mangas que se han inspirado en obras literarias, o que son adaptaciones de obras bien conocidas, clásicos de la literatura japonesa o universal. Prueba de ello es encontrar adaptaciones de clásicos japoneses, como la historia del Rey Mono o Soy un gato, o versiones adaptadas de clásicos como La Ilíada, Maquiavelo o Romeo y Julieta. Si nos situamos en obras más actuales, también existen obras como 1984 llevadas al papel, pero en Japón también es normal que después de una novela existe una versión en cómic, como es el caso de Battle Royale de de Koushun Takami, o de ir un paso más allá y que surjan ideas tan brillantes como Bungô Stray Dogs, una serie de anime que recoge a varios autores de renombre que han existido a lo largo de los siglos y que ahora son detectives con poderes paranormales.
A lo largo de esta exposición queda constatado pues que manga y literatura van de la mano para en el país del sol naciente a la hora de contar historias, y además de encontrarnos un sinfín de novelas volcadas en viñetas y viceversa.