Artis es el parque zoológico de Amsterdam. Aunque en realidad no se llama 'Artis' sino 'Natura Artis Magistra' (La naturaleza es la maestra del arte), nombre latino infinitamente más pomposo que nos da una pista sobre la época en que fue fundado este zoo: A principios del siglo diecinueve. Lo cual no es demasiado antiguo si lo comparamos por ejemplo con los canales del centro de la ciudad, pero resulta todo un veterano en lo que a zoológicos concierne: El más antiguo del mundo abrió sus puertas en Viena no demasiados años antes. Volviendo a las pomposas costumbres de la época, los fundadores de Artis fueron tres señores de mucho abolengo, de familia amsterdamesa de toda la vida, precursores también de las autopistas de la información: Westerman, Werlemann y Wijsmuller, o como se los conoce en conjunto: WWW.
En un principio Artis no era más que un jardín privado a las afueras en el que www colocaron loros, unos cuantos monos y un gato montés del Surinám para su entretenimiento y el de sus excelsos amigos. Casi veinte años tuvieron que pasar para que el parque fuese abierto a la gente normal y corriente, en principio sólo durante un mes al año, Septiembre. Y casi cien para que finalmente en 1920 acabara por fin convirtiéndose en el establecimiento público que es hoy. Durante todo este tiempo Artis no dejó de expandirse anexionando más y más terrenos de sus alrededores (algunos incluso tenían edificaciones anteriores que se agregaron al zoológico) hasta que ya no hubo más terreno que agregar: se habían alcanzado los límites de la ciudad. Llegados a este punto el larguísimo nombre, como no podía ser de otra manera, también había cambiado. Se cuenta que la antigua entrada principal, ahora en desuso, constaba de tres puertas sobre cada una de las cuales estaba escrita una de las palabras del apelativo original: NATURA ARTIS MAGISTRA. La palabra Artis quedaba pues en la puerta central, que era la que estaba abierta para dar paso al flujo de visitantes. Gran parte de éstos, ingenuamente, pensaron que el nombre del zoo era simplemente lo que veían escrito sobre la entrada y este abreviado apelativo, más fácil de memorizar, se extendió rápidamente por todo Amsterdam.
No vais a encontrar Artis en ninguna lista de los mejores zoos de Europa, pero aún así se trata de un espacio singular, con edificios antiguos y ubicado en pleno casco urbano. La contrapartida es que al estar su espacio limitado por la ciudad es más pequeñito que otros zoológicos más modernos y por ello los recintos destinados a ciertos animales, como los grandes felinos, no son tan grandes como debieran. Claro que esto es lo que se dice, pues yo no piso un zoo desde por lo menos mil novecientos ochenta y cinco. Así que toca comparar sus estadísticas con las de otros parques para tener datos objetivos:
Amsterdam: 14 hectáreas y 900 especies
Berlin: 34 hectáreas y 1500 especies
Barcelona: 13 hectáreas y 200 especies
Comparando con un zoo promedio que no está mal, como el de Barcelona, vemos que el bestiario de Artis es mucho más amplio, cuadriplicando el número de especies. Artis es por tanto un centro a tener en cuenta. Si por contra comparamos con el de Berlin, uno de los más reputados de Europa, vemos que el nuestro se queda corto tanto en área como en especímenes. Lo que ambos casos tienen en común es que los dos tienen un espacio promedio por especie más grande que el de Amsterdam: 226 y 650 metros cuadrados frente a 155. Debe de ser cierto que aquí están más apretados. De todos modos, para que os quedéis tranquilos, también se dice que los animales en Artis están muy bien tratados, aunque de nuevo éste es un dato que no sabría corroborar ni desmentir.
Lo que si que no ofrece lugar a dudas es que el precio es muy caro: adultos veinte euros y niños a partir de 3 años alrededor de quince. ¡Pero ya sabéis cómo es Holanda! Y como resulta que, a pesar de estas tarifas, he estado en él hace relativamente poco, voy a contaros mi experiencia (y a daros un poco el coñazo con las fotitos de animales de rigor, mas no desesperéis porque aunque más de las imprescindibles serán menos de las habituales).
La primera exposición es una extraña mezcla de camellos, renos, bueyes africanos y un borriquito de los de toda la vida que tienen pinta de haber estado allí, juntos y revueltos, desde los tiempos de www. Tras esta fortuita bienvenida toca la tarea de explorar el parque entero.
Cerca de la entrada se hallan unas casetas de rancio aroma en las que una marea de personas camina junto a pájaros, murciélagos, lagartos y monitos sueltos que ejecutan cabriolas imposibles sobre las cabezas de los visitantes. Me pregunto la tasa de coronillas cagadas que generarán estas salas por jornada.
A mi ni te me acerques
Pero no son éstos los únicos animales sueltos y al alcance de tu mano (o más bien tú al alcance de su zarpa) que se encuentran en Artis. Tenemos también una zona al aire libre por la que pululan libremente unos lémures con cara de muy malas pulgas. Si te sientes frustrado por tener tanto animalejo cerca pero carecer del coraje suficiente para tocar ninguno no te preocupes: estos holandeses piensan en todo. Es por ello que han añadido al zoo el área de granja, una de estas zonas con corderitos y gallinas que tanto éxito tienen en el país, donde los niños pueden interactuar con animales sin riesgo de perder un ojo.Aparte de los animales al aire libre Artis tiene acuario, insectario, reptilario e incluso un mariposario. Merece especial atención el acuario, edificio que en su tiempo constituyó toda una obra de ingeniería. No esperéis un espectacular acuario moderno en los que uno se siente caminando por el fondo marino. Éste consta más bien de amplias salas decimonónicas con múltiples vitrinas llenas de agua distribuidas a lo largo de las paredes. No es tan espectacular pero resulta curioso. Si de repente apareciera por la sala un señor de bigotes, shorts color kaki y un casco de explorador estaría tan dentro de contexto que ni repararíais en su presencia. En una de las peceras a los actuales gestores del zoo les ha dado por construir una simulación de lo que hay en el fondo de los canales de la cuidad y normalmente escapa a nuestras miradas. Básicamente nos muestra un suelo fangoso en el que yacen una bicicleta, medio coche (?) y unos cuantos peces gordotes nadando alrededor (¿¿hay peces?? ahora entiendo por qué de cuando en vez desde mi ventana veo rondar a un calvo sospechoso con una caña de pescar y una bolsa del jumbo...)
Además el edificio del acuario nos reserva en su planta superior una sorpresa un poco desconcertante: el diorama de Heiman. El arte del diorama es otra de estas aficciones extrañas por las que en ocasiones les daba a los señores decimonónicos. Se trata de una especie de cine que en lugar de pantalla tiene una simulación "3D" de una isla del mar del norte. Este 3D del siglo diecinueve se basa en emular un paisaje playero cubriendo el suelo de arena, colocando figuras estáticas en primer plano a modo de belén navideño y plantando detrás de todo el tinglado una pintura de fondo, en esta ocasión con nubes y pájaros al vuelo, para dar sensación de profundidad. Completa el montaje un casete en reproducción continua con ruidos de olas y gorjeos de gaviota. El efecto está logrado, de hecho no eres capaz de discernir cuál es la profundidad real del montaje, pero la conclusión final es que las buenas gentes de ese siglo eran capaces de entretenerse con muy poquita cosa.
¡No te pierdas al tapir malayo!
Aunque en nuestra época los zoológicos se han hecho un lavado de cara, pues más que como museos de animales vivos ahora se describen como centros para la conservación de las especies y la naturaleza en general, la sensación de visitar cualquier zoo siendo adulto es... relativa. Siempre es entretenido volver a ver estos especímenes exóticos pero no dejas de pensar que tal vez todos estos ejemplares estarían más a gusto en su hábitat que encerrados en unos minúsculos recintos con molestos humanos dándoles el coñazo el día entero.Además están los olores. Esto es algo en lo que si eres niño ni siquiera reparas pero desde la perspectiva del adulto todos estos animales, tan asépticos en las fotos, huelen. Todos. Cuando visitas recintos cerrados el problema es evidente. Por ejemplo los reptiles. Si alguna vez tuvisteis en casa una de estas pequeñas tortugas que a los quince días se tornan una carga puesto que no hacen nada de nada recordaréis el desagradable olor que desprende su agua mezclada con excrementos cuando no se cambia a diario (¡en casa hubo una vez un gato que no bebía otra cosa!). Pues este mismo olor tan característico pero multiplicado por cien es lo que encontraréis en las charcas de los cocodrilos o los grandes galápagos. Paseando al aire libre los olores son más leves, apenas se perciben, pues los mamíferos también despiden olores penetrantes pero se encuentran en recintos abiertos y los ves desde mucho más lejos. Sin embargo tras unas cuantas horas empiezas a sentirte envenenado. Nunca he experimentado tanta alegría al llenar mis pulmones de aire limpio que en el momento de salir a la calle tras haber pasado el día en Artis.
La tortuga que creció demasiado y un empleado arrojó a un estanque
Contrariamente a la abundancia de olores sorprende la escasez de sonidos. Lo que más se escuchaba en Artis era un pato impertinente que casi expulsa los higadillos de tanto berreo. No andará uno en Amsterdam harto de jaleo de patos... por las noches.. toda la noche, para irse al zoo y que le venga otro pato a dar una serenata. En el puesto número dos de sonidos zoologísticos tenemos un empate. Por un lado están a las focas, que vale, son una fuente de sonido genuina en lo que a parques zoológicos se refiere pero a los diez minutos dan ganas de estamparles un martillazo en la cabeza (con un martillo gigante de colorines a ser posible). A su mismo nivel están las crías... de humano. Y es que nuestros niños parecen ostentar el dudoso honor de ser las criaturas más ruidosas del reino animal. Vaya por dios. Por último, completando el podio de ruidos aparecen los aullidos de lobo... generados una vez más por humanos, que no pararon de increpar a estos animales imitando pobremente su habla mientras éstos echaban la siesta sin hacerles ni (puto) caso.
Lobos que no aullaban
Ya nos lo contaba el cineasta holandés Bert Haanstra cuando en la década de los sesenta rodó este famoso corto en el recinto del propio Artis: el humano es el ser más absurdo salido de las entrañas del planeta tierra.
Extraño especimen avistado en el zoo
El resto de animales calladitos, amodorrados, como quién no los tiene. Daban ganas de tocarlos con un palo para ver si todavía respiraban. Los pocos que sí estaban despiertos se entretenían como podían, por ejemplo comiendo un cactus o chupando una verja. Y los conejos, claro está, haciendo lo que mejor saben hacer los conejos.
M'aburroooooooo
Excepto las zebras, que según nos indica el zoo hacen un montón de cosas
Artis se centra en preservar especies (o eso te dicen cuando te cobran dos euros extra por el mapa del recinto), lo que significa que este zoo no trata de tener el máximo número de animales sino aquellos que son más especiales. No vamos a encontrar por ejemplo rinocerontes ni hipopótamos pero si especies más exclusivas en las que normalmente ni siquiera repararemos pues se trata de reptiles o aves. Entre todas éstas merecen especial atención el mono de bigote y el pavo folclórico.
simius belgicus
pavus sevillanus
Eso si, todos estos animales no estaban ni mucho menos solos. En cada una de las jaulas abiertas encontramos como aderezo un puñado de garzas ajenas al zoológico que pululaban como perico por la casa de su primo. No son tontas ni nada para conocerse perfectamente ese extraño resort en plena ciudad donde los animales viven en islas y se les lleva cada día comida por la cara. A lo largo de todo el articulo, cuando dijimos camellos, pinguinos o jirafas en realidad deberéis interpretar camellos con garzas, pinguinos con garzas y jirafas con garzas. Éste es el auténtico bestiario del Artis. Me pregunto si estas aves tan invasivas vendrían originalmente del propio Artis al igual que los loritos invernales de color verde.
Esto ha sido todo por nuestra parte. Ahora no os queda otra que visitar Artis por vuestro propio pie y extraer vuestras particulares conclusiones (y vuestras propias fotos de animalicos, que siempre quedan muy resultonas). Y por cierto, se cuenta que existe cierto momentos en los que los lobos sí aúllan: Cuando una ambulancia atraviesa las calles que circundan este singular parque zoológico.