Hoy nos toca visitar la localidad de Kamakura, situada a unos 50 km al suroeste de Tokyo. Es una ciudad rodeada de montañas por todos los lados menos uno que está abierto al mar y que le da su maravillosa playa y lo hace uno de los destinos turísticos preferidos por los habitantes de Tokyo. Se tarda en llegar poco más de una hora desde Shinjuku gracias nuevamente al JR Pass.
Kamakura cuenta con dos estaciones, Kamakura y KitaKamakura. Nosotros planeamos bajarnos en Kamakura porque queremos recorrer la ciudad en bicicleta y junto a esta estación hay una empresa que las alquila.
Tras llegar y bajarnos del tren nos dirigimos directamente a alquilar la bicicleta. Aquí nos dieron un mapa, aunque ya contábamos con otro de la oficina de turismo.
Kamakura tiene un buen tamaño para pasearla en bicicleta y además no cuenta con demasiadas cuestas pese a estar rodeada de montañas como hemos dicho. La ciudad cuenta con numerosos templos, aunque no los visitaremos todos, pues hoy es para nosotros una jornada de medio descanso, aprovechando que estamos en una localidad con playa vamos a tratar de tener un día relajado, pues estamos algo cansados.
Con nuestra bicicleta de alquiler nos encaminamos a dar una vuelta por la localidad, paramos con un amable señor que nos indicó en el mapa todo lo que había que ver en la ciudad y lo que no nos podíamos perder, eso sí, el buen hombre no sabía nada de inglés ni nosotros de japonés, pero la verdad que nos entendimos estupendamente. Puesto que estábamos cerca nos encaminamos al Hase-Dera Temple donde dejamos aparcadas nuestras bicicletas. Entramos en el templo y recorrimos su jardín, sus diversos edificios y subimos a sus miradores, tiene varios, uno muy bonito con mesas y maquinas de vending desde puedes observar toda la bahía de Sagami.
Al lado de este mirador hay un templete donde puedes refrescarte con agua vaporizada, que con el calor que hacía agradecimos bastante. En este templo, hay muchas figuritas que protegen las almas de los niños no nacidos o fallecidos antes que sus padres. Al ir a salir del templo te encuentras con una sorpresa, la gruta Benten-kutsu
con figuras budistas que cuentan una historia, aunque en esta ocasión no encontramos quien nos la pudiera contar,
aunque el lugar es agradable se hace algo claustrofóbico a poco que tengas un tamaño estándar europeo, puesto que en algunos tramos hay que andar agachado. Por lo que pudimos ver allí, parece ser que dentro de la gruta hay una diosa ligada a la fertilidad, y fuera de la gruta la gente deja sus deseos en unas tablillas llamadas EMA, tanto para ellos como para sus seres más queridos para que la diosa les sonría y les de descendencia.Al salir volvimos a tomar nuestras bicicletas y nos encaminamos al lugar por excelencia de Kamakura, ese que nadie puede dejar de visitar, se trata del Kotokuin Temple que alberga el Gran Buda de Bronce de Kamakura uno de los más grandes de Japón. La visita es agradable y el buda impresiona, casi tanto como el de Nara. En este caso está al aire libre, pues el templo que lo albergaba quedó destruido y desde entonces el Gran Buda de Kamakura ha estado expuesto a la intemperie. Se puede visitar el interior del Buda, es algo curioso aunque sin mayor trascendencia, no hay mucho que ver desde dentro pero tiene su aquél eso de haber estado dentro del Buda.
Estamos cansados como ya hemos dicho, así que decidimos dirigir nuestros pasos, bueno, nuestras pedaladas, hacia la playa de Kamakura. Esta localidad cuenta con dos playas, Yuigahama Beach y Zaimokuza Beach, nuestro paseo discurre por ambas. Es verano, hace calor y la playa está sorprendentemente llena. Nos llama la atención el contraste de la cantidad de gente que van siempre tapados hasta arriba y las mujeres que usan paraguas para evitar el sol y ver ahora aquí un montón de gente en bañador tomando el sol y paseando por la playa al más puro estilo español. De hecho la playa nos ha recordado mucho a casa, arena fina, mucha gente jugando a las palas o al balón y chiringuitos, montones de chiringuitos donde sentarte a comer o a tomar algo fresquito. Sólo nos había faltado que nos hubieran puesto paella para comer.
Tras la visita a la playa y el merecido descanso continuamos con nuestras bicicletas visitando la ciudad y terminamos nuevamente al lado de la estación donde devolvimos las bicis, aprovechamos para comprar provisiones en un mercado cercano y un estupendo Frapuccino en el Starbucks cercano para emprender nuestro viaje de vuelta a Tokyo con la JR Company.