Revista Arquitectura
Como última parada en nuestra visita en coche por los Bálticos, teníamos la capital de Lituania, Vilna, desde donde íbamos a tomar el vuelo de vuelta hacia Madrid, y tras un excepcional recorrido aunque demasiado corto, que ya describí en esta entrada, AQUI.
La primera gran sorpresa de Vilna, que ya veíamos venir a nuestro paso por el Monte de las Cruces, es que este país es el más católico de todos los Bálticos, y por tanto su capital parece una reproducción más modesta de Roma.
A poco que uno empieza a pasear por el centro de Vilna, cuya plaza principal es de dimensiones considerables (imag01). Es el primer punto donde además de conseguir un mapa de la ciudad, se puede probar una buena cerveza local enmedio de la misma. Pero a partir de aquí, a cualquier dirección a la que vayas desde este centro, encontrarás una iglesia, las hay de todos los tipos, tamaños y colores, materiales y épocas, es realmente excepcional (imag02030405).
La visita a todo el casco histórico de la ciudad bien necesita unas cuantas horas si además se quiere ver todos estos edifcios por dentro, ya que además muchos de ellos estan en uso, y no siempre se puede acceder. Quizás sea la capital báltica más olvidada debido a que no tiene puerto, pero la sorpresa es descubrir que tiene casi tantas cosas o más de las que tenía Tallinn.
Además hay otros lugares cercanos al centro y de interés que quisiera también mostrar, pero los dejaré para la próxima entrada.