Click here to view the embedded video.
No existían los microondas, así que no se trata de una nueva receta para tener a punto en tan sólo cuatro minutos al personal. Y es que hablamos de 1917. En los Estados Unidos, un caballero con las iniciales W.W., y que no tenia nada que ver con el Whisky Doble V, Woodrow Wilson (prueba a mirarte al espejo pronunciando el nombre, ya veras que risa), había ganado su relección a la presidencia con la promesa de no entrar en la I Guerra Mundial. Pero ya sabes que la mala fama que tienen los políticos no viene precisamente de ahora, y que el viento es aquello que siempre se lleva sus promesas. En concreto, está se la llevo el huracán provocado por el hundimiento del RMS Lusitania, con 124 pasajeros norteamericanos a bordo, y el descubrimiento, por medio del Telegrama Zimmerman, de la existencia de un plan del Imperio Alemán para declarar la guerra a Estados Unidos mediante, esta si que es buena, un acuerdo secreto con Méjico. Algo así como pedir ayuda a un crío de 12 años para pegar una paliza a Shaquille O’Neal.
El caso es que el presidente Wilson se vio “obligado” a declarar la guerra a Alemania, el día 6 de abril de 1917. A pesar de aquellos dos bombazos, la opinión pública no estaba nada convencida. Existían grupos pacifistas muy importantes, y la pluralidad étnica era otro grave problema. Mucha gente aún había nacido en Europa, o estaban separados de ella tan sólo por una generación. Así que La Casa Blanca necesitaba convencer en el menor tiempo posible a la mayor cantidad de gente, en un país que no tenia precisamente el tamaño de un cuarto de estar. La Televisión no aparecía ni en las novelas de Julio Verne, y la radio era aún un sueño.
Una de las ideas que surgieron para solucionar aquel problema fue aprovechar el tirón popular del novedoso séptimo arte, el cine, pero no (o no sólo) a través de imágenes, sino con los “Hombres de 4 minutos”. Se trataba de que gente escogida dentro de la propia comunidad, con influencia sobre ella, hablará en los descansos entre cambio de rollos de los cines. Y que lo hiciera en discursos cortos y directos, de tan sólo 4 minutos, de ahí el nombre. Existía toda una serie de normas y recomendaciones acerca de los mensajes y la forma de darlos, incluso con pautas de tiempo para cada uno de los temas a tratar. Se conseguía así acercar el mensaje modificado para cada uno de los grupos a los que iba dirigido, y entregarlo por medio de un personaje de esa misma clase y posición. Aún pudiendo discutir el objetivo (entrar en una guerra), se trató de un esfuerzo propagandístico enorme, el primero de la historia con esa magnitud. Goebbels tuvo la radio. Wilson tuvo a 75.000 voluntarios dando tres cuartos de millón de discursos de 240 segundos ante una audiencia estimada de 11 millones de personas.
Antes de la guerra, una canción popular tenía una estrofa que rezaba: “Didn’t Raise My Boy to Be a Soldier”. En unos meses, una vez cambiada la opinión popular, la última palabra se cambió por “slacker” (vago). Los “Hombres de 4 minutos” lo habían conseguido. Y sin Facebook.
Fuentes (en inglés): Wikipedia, greathistory.com, historymatters
Comparte Cosechadel66: Facebook Google Bookmarks Twitter