Revista Cultura y Ocio

Vista de Delft. J. Vermeer

Publicado el 21 octubre 2023 por Academiacruellas

La vista de Delft fue pintada por Vermeer en los primeros años de la década de 1660 y se enmarca en la pintura holandesa del siglo XVII.

Durante la Edad Media, Flandes y Holanda habían tenido unas manifestaciones culturales comunes, pero la reforma religiosa y la posterior división del territorio entre una zona católica (Flandes), de carácter aristocrático, y una zona protestantes (Holanda), más burguesa, marcaron una separación en los ideales artísticos, reflejados fundamentalmente en la pintura de esta época.

El desarrollo económico de las Provincias Unidas supuso un intenso desarrollo comercial y un aumento de la riqueza financiera. En este marco surgió una burguesía adinerada interesada en el arte. La pintura holandesa de este periodo se corresponde, por tanto, con el estilo de vida de la burguesía holandesa.

Por otra parte, la Reforma introdujo la afirmación de la vida corriente y el rechazo a la separación entre el mundo sagrado y el mundo cotidiano. La vida se concibe desde esta óptica como el ámbito en el que se desenvuelve lo sagrado. La concepción de la existencia que predicaba la Reforma supuso en el plano artístico una nueva consideración del artista y de sus clientes, así como una renovación en los temas. La pintura se convierte en el reflejo de las inquietudes del sujeto moderno. El burgués se siente interesado por la vida cotidiana y por la tensión que ésta provoca en su existencia. El desarrollo económico, a pesar de las guerras, de Holanda en el siglo XVII y el auge de su burguesía van a provocar una nueva valoración de los aspectos mundanos. En concreto, del confort de su existencia y de la condición del trabajo, que antes no habían sido valorados.

Esta pintura demuestra un profundo interés por la verosimilitud y la vida cotidiana, en consonancia con el ambiente de la Reforma y del desarrollo comercial y urbano de la época. Se valoran aspectos mundanos desconocidos hasta ahora en el arte, como el confort, a los que se transmite una especial atmósfera de serenidad que parece querer expresar la santificación de lo corriente, de lo cotidiano.

Es un arte que describe la vida, como lo podemos ver en la obra de Vermeer que nos ocupa: una vista de una de las ciudades en las que transcurre la existencia de los holandeses. Pero al mismo tiempo, los artistas manifiestan su interés científico por la visualizad. Lo visual es entendido como una forma de acercarse al mundo real.

En la pintura holandesa de esta época se intenta la fusión de dos mundos, la realidad y la perfección, planteados tradicionalmente en diferentes esferas. De ahí la elección de un motivo mundano (la ciudad de Delft) al que se ha dotado de una absoluta quietud (la esfera superior).

Entre los géneros más utilizados en este estilo, se pueden destacar los retratos, fundamentalmente encargados por la burguesía para declarar las paredes de sus viviendas, las naturalezas muertas y los paisajes, como esta obra de Vermeer. Hay también algunas representaciones de escenas urbanas, generalmente de patios e interiores de las casas. La pintura religiosa e histórica disminuye respecto a periodos anteriores y se multiplican, en cambio, los paisajes que adquieren ahora un protagonismo fundamental. Si bien antes eran excepcionales o aparecían normalmente en función de otros temas, ahora se convierten en el motivo principal de la obra. Quizá el rasgo más característico del paisaje holandés del XVII es su carácter panorámico. Se representan vistas de grandes extensiones de tierra que se pierden en la distancia desde el primer plano. No hay enmarque lateral de la imagen y sí, en cambio, una amplia porción de cielo, que contribuye a crear el clima de quietud y serenidad que hemos mencionado antes. La composición, tal y como apreciamos en esta pintura, es horizontal y se concede gran atención a la estructura de la luz.

La vista de Delft pertenece al género paisajístico, que es uno de los temas preferidos por los pintores holandeses del XVII. La escena se ha tomado desde una posición elevada, como apreciamos en las figuras que aparecen en primer plano a la orilla del río. La ribera se inclina ligeramente en diagonal y los elementos arquitectónicos se ordenan de forma paralela. Vermeer opta en este cuadro por una perspectiva ortogonal tradicional.

Tras el río, aparecen los edificios, formando un cinturón defensivo en torno a la ciudad. En una segunda línea, se aprecia otro grupo arquitectónico, en el que destaca la torre. Como en la mayoría de los paisajes holandeses, la porción del firmamento ocupa una parte muy amplia del cuadro. En la obra llama la atención la división de la luz, con un primer plano en la sombra y la iluminación de los planos del fondo. En este aspecto, sobresale la torre de la iglesia, lo que ha sido considerado por algunos críticos como una referencia política puesto que ahí estaba enterrado Guillermo de Orange, el gobernador holandesa asesinado en Delft en 1584, considerado un héroe caído en la lucha contra los españoles.

En lo que se refiere al uso del color, Vermeer oscurece los edificios más cercanos al espectador. Utiliza para ello una gama de puntos de color a través de la cual reparte la luz por la superficie pictórica. De esta manera consigue transmitir la serenidad a la escena una característica que se repite en las pinturas de este artista.


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