O "la vida es cuestión de prioridades", que también podría haber sido un buen título para esta entrada.
Yo tengo un problema, sí, lo tengo, porque en el momento en que algo que tú haces es bueno para los demás pero no para ti... Tienes un problema. O, al menos, así lo veo yo.
No voy a describirme de nuevo porque ya lo hice, más o menos, en una entrada en la que hablaba de las consecuencias de sembrar vientos (recoger tempestades, exacto). Aunque sí diré de mí que soy una persona a la que le cuesta (horrores) decir NO. Para ser sinceros, mejor diré que no sé decir NO, excepto por equivocación u omisión.
Llevo tiempo practicando, lo juro por Mafalda (que me encanta, dicho sea de paso), pero voy a septiembre siempre, vamos, que lo llevo mal. Y encima no practico ni en verano.
Y creo que lo llevo mal porque en el momento en que digo NO y observo la reacción del de enfrente, ya sea amigo, amiguísimo, allegado o conocido: cara larga, respuesta de resignación, cero empatía... Pues me deja jodida, así sin tapujos, que el blog está siempre en horario de adulto.
Me fastidia porque soy de las que intenta que todo el mundo esté bien, contento; y no por contentar, que es diferente, no sé si me explico. A mi edad, y con bastantes carreras de obstáculos corridas y superadas, lo que puedan pensar los demás de mí, como que me va resbalando. Yo soy yo con mis circunstancias, no hay más. Peeeero, a mí me gusta "estar", ayudar, hacer por y para el resto, colaborar, hacer equipo, compartir... Y no, no es una máscara, ni voy de farol, ni estoy queriendo ponerme galones: soy así, para lo bueno, y lo no tan bueno.
Sí, lo no tan bueno también llega cuando eres así. A mí me lleva "llegando" de hace años. Por suerte, en ciertas parcelas de mi vida he tenido los ovarios de pararlo, de decir "HASTA AQUÍ, ya no te doy más de mí porque ni siquiera me reconozco", a pesar de las leches recibidas a cambio, el vacío, las malas formas, las mentiras tejidas alrededor y una serie de calamidades más que lo único que me han hecho ver es que el ser humano puede estar lleno de miseria y no ser consciente ni un milisegundo de ello. Allá cada cual.
Pero sin embargo, en otros aspectos (tal vez porque aparentemente son menos dañinos) o momentos, soy aún una conductora con una L del tamaño de un camión: no sé decir NO/STOP/HASTA AQUÍ/ME PLANTO. Y ¿eso en qué resulta? En una sensación de rotura interna, de cansancio físico y mental, de impotencia y de necesidad de gritar descomunales.
Este año me he visto así en bastantes momentos, con bastante gente; y ha sido entonces cuando, la única neurona espabilada que me queda dando vueltas por el cerebro ha dicho: "ale, bonita, yo me encargo, que pareces idiota a tus 35 añitos". Y he dicho NO/no puedo/en otra ocasión... Y no se ha entendido. Y ahí entran el resto de neuronas, que van de alternativas, en juego y me hago una paja mental (con perdón de la expresión) y la lío parda: lo intento/a ver si puedo/hago hueco/aunque sea más tarde/yo lo miro... Y me atrapo sola.
¡Narices! ¡Yo es que soy imbécil! No aprendo, no. Y lo dicho, no es cuestión de querer agradar, que eso a estas alturas me lo paso por las mechas californianas. Es... Que me sabe mal... ¡Y a la gente no!
Y entonces me cabreo. Y pienso. Pienso mucho (otro de mis estupendos defectos de serie). Pienso en las personas, el ser humano en sí, y la EMPATÍA. Esa gran desconocida.
Somos egoístas. Somos poco (o nada) empáticos. Somos incapaces de ponernos en la piel del prójimo e intentar sentir como él. No somos capaces de comprender que cada uno es "yo y mis circunstancias". Y ¡ojo! Que esta reflexión la hago para mí misma también.
Hablamos de tolerancia y respeto muy a la ligera porque, a la primera de cambio, hacemos un avioncito de papel con cada uno de ellos y los mandamos directos a la hoguera. Sólo miramos por nosotros: ¡por MI, por todos mis compañeros, (sí, sí, pero...) Y POR MÍ EL PRIMEROOOOOOOO!
Yo me he propuesto como reto personal APRENDER A DECIR NO cuando sienta que así debe ser, por mí, por mi salud mental y física, por mis hijos, por mi pareja y porque el mundo también necesita oírse un NO de vez en cuando.
Me he propuesto no esperar a caer extenuada, a decepcionarme al esperar que la reacción del otro sea diferente, al fin y al cabo, cada uno es libre de hacer, ser y sentir a su manera, y yo he tenido la osadía de hablar de RESPETO.
Así que, perfecto, diré NO cuando así sienta que necesito hacerlo, y tú podrás sentirte decepcionado, o tú quizás te enfades, o tú tal vez no lo entiendas, o tú pongas mala cara y me taches de tu lista de "personas que siempre están dispuestas"... Perfecto, de veras. No hay problema.
Yo por mi parte, prometo no ofuscarme cuando sienta que no me entiendes. Prometo no intentar hacerte ver mi punto de vista. Prometo no "rumiar" la situación más allá de nuestra interacción del momento. Prometo no juzgar tu reacción. Prometo no desear que algún día te veas en mi lugar y comprendas.
¿Y sabes por qué? Porque, cuando a mí me dices NO, lo acepto, sin más. No cuestiono, ni enjuicio, ni critico. Acepto y punto pelota. ¿Me parece bien la respuesta? No lo sé, no me lo planteo. Entiendo que ese NO es necesario para la otra persona. ¿Qué más se puede añadir? Sobraría.
Así que hoy es un buen día para hacer un cambio, girar las tornas y decir bien alto: AHORA NO, quizás en otro momento. Porque he decidido que quiero VIVIR SIN PRISA, sin la presión de llegar a todo y a todos, sin la imperiosa necesidad de atender a todas las llamadas a la vez.
Hoy es un buen día para dedicarme a inspirar profunda y pausadamente, para saborear los segundos que no vuelven, para no correr, para VIVIR.
Hoy es el día perfecto para entender tu necesidad pero también la mía.
Y no sé, quizás algún día, en ese puente de conexión de necesidades, la vida nos sorprenda y el mundo construya sobre la firme base de la EMPATÍA, el RESPETO y la TOLERANCIA.
Y así no diremos sí cuando queremos decir no. Y cuando digamos SÍ será un momento de conexión tal que sólo habrá hueco para la ARMONÍA, el ENTENDIMIENTO y una inmensa sensación de inevitable PAZ INTERIOR.
CON M DE MAMÁ y de nada más.