Vitamina R pa pasa'la bien

Vitamina R pa pasa'la bien

Siempre he sido más de Martini, pero después de viajar a Samaná, en República Dominicana, he cambiado definitivamente al ron. Y es que en esta isla caribeña nunca falta la “Vitamina R”, como dicen los dominicanos. Siempre hay sitio para una botella de Brugal, una “mentirita” o un trago de mamajuana. Estés donde estés…

Arranca la camioneta y suena en la radio una canción de Anthony Santos, conocido como “el Mayimbe” de la bachata. Pablo, nuestro guía dominicano, abre la nevera y nos sirve una “mentirita” (así llaman allí al cubalibre). Con el vaso lleno, nos dirigimos a Playa Rincón, una de las diez playas más hermosas del mundo (una fama bien merecida). El acceso a la playa no es fácil y los baches del camino hacen imposible que podamos dar un trago a nuestro vaso. Al final, acabamos con más ron en nuestra ropa que en nuestro estómago. Pero no importa, paramos en Samaná para recargar provisiones.

Y es que vayas donde vayas, los dominicanos siempre tienen la vitamina R preparada "pa pasa'la bien". Da igual que vayas en camioneta por la selva, en moto por los caminos o en barco por los manglares del Parque de los Haitises, un paraíso llamado así por los taínos por ser una de las zonas más altas de República Dominicana.

La fiesta sigue en las playas vírgenes de Samaná, donde los chiringuitos son sustituidos por dominicanos que te ofrecen por unos 100 pesos (poco más de dos euros) un enorme coco recien caído de la palmera. Si su agua te resulta un poco "sosa", añádele un poco de ron y tendrás un cocoloco, que junto a la piña colada, son las bebidas más tropicales que puedes encontrar en este paraíso recóndito.

Otra brebaje muy típico que probamos en la isla es la mamajuana. Es fácil de reconocer: se trata de una botella de cristal llena de raíces y hierbas de diversos árboles de la zona (como el maguei, el marabeli o el guayacán, entre otros), a la que se añade miel, dos dedos de vino tinto, y como no, ron. Una bebida cuyo orígen se remonta a los taínos y a la que atribuyen poderes curativos y afrodisiacos. Según los dominicanos, "esto lo cura tó".

Después de visitar la Boca del Diablo en las Galeras, conocer de cerca (muy de cerca) los insectos de la selva tropical (como la esperanza) y cambiar de camioneta por un improvisado pinchazo, nos paramos en el pequeño pueblo del Limón, famoso por su espectacular cascada de más de 40 metros de altura. Pablo vive en el Limón y nos lleva directamente a las piscinas naturales donde cada domingo, los dominicanos se reúnen para pasar una tarde de fiesta, bailando bachata y bebiendo ron y cerveza Presidente. Es curioso cómo las motos que llegan aguantan la carga de tres y cuatro personas (algunos incluso se atreven a llevar la botella de brugal en una mano mientras conducen con la otra). El ambiente promete. Bajamos de la camioneta y nos unimos a la verdadera fiesta dominicana…