Julio es un mes privilegiado, siempre que lo veamos desde la óptica del meme. Quizás, diciembre y enero puedan disputarle algo de atención y creatividad, pero todavía les falta calle digital. El séptimo mes del año se ha convertido en el puente intergeneracional entre nietos y abuelos, en una suerte de profesor de la cultura pop, dueño de una magistral clase de creatividad de la mano de un cantante que, probablemente, poco o nada sea escuchado entre las nuevas generaciones.
No estar en la playlist de muchos de los jóvenes dejó de ser una excusa para revivir la fama de otrora. ¿A qué costo se logra eso? Si vemos el caso de Julio Iglesias, podemos entenderlo. De elegante cantante a improvisado personaje de cómics, películas y series, pasando por una peculiar mutación para transformarse en objetos inanimados, la imagen del artista asume los significados que los creativos quieran darle. Ahora, ¿cuántos llegarán a conocerlo o reconocerlo como lo que realmente es? Nadie lo sabe, pero no debe ser un feliz destino terminar siendo el meme más recordado.
Para bien o mal, los memes han tendido un puente entre los curiosos y una figura que alcanzó el tope de su fama hace más de 40 años. Según Google, conocer el origen de estas imágenes impulsa búsquedas como “Julio Iglesias 2024” o “Memes de Julio 2024”. A eso se suman los medios digitales, que dedican notas a explicar el origen de esta pseudo tradición. En algunos de esos textos se asegura que comenzó hace casi una década.
Hasta ahí, el meme cumplió el papel de profesor pop. Nos puso al frente una imagen resignificada, reconocida y recalibrada. Ahora, ¿qué pasa en la mente colectiva? ¿Es posible reconectar con la esencia original del cantante o nos quedamos con la visión chistosa? ¿Puede un meme unirnos verdaderamente con el sentido original de las personas y las cosas? ¿Qué hace la gente que ha sido “memificada” con ese “yo” viral, que puede ser ironía, sarcasmo o caricaturización?
Según expertos del marketing, los memes son herramientas valiosas para garantizar recordación. Casi nadie quiere quedarse fuera de este juego, aunque para ello se apele a algunas combinaciones inusuales. En eso, Julio Iglesias no está solo. Raffaella Carrá podría deberle a un mapache y a unos “creadores de contenido” el reimpulso de un tema lanzado hace más de 40 años. ¿Cuántos pasarán del estribillo de “Pedro, Pedro, Pedro, ¡Pe!” a conocer a la artista de verdad?
Así como el meme es un eficaz profesor de la moda viral, también podemos objetarle el riesgo de dejar sembradas falsas ideas como, por ejemplo, que Baldor era el señor de turbante dibujado en el famoso libro de álgebra, falacia que muchos descubrimos muy, pero muy tarde.
A pesar de sus bemoles, es casi indiscutible el impacto del meme en la construcción de identidad. Decir que es bastante cuestionable, como lo sería desconocer el efecto futuro de esta práctica en la aproximación a la imagen en todas sus variantes, abre un debate que solo un pésimo profesor podría eludir… Habrá más julios para probarlo.
Rosa E. Pellegrino