Pocas cosas tienen tanto poder como el botón “Reenviar”. Gracias a esto, muchas más situaciones de las que imaginamos se nos salen de control. El mensaje a la persona equivocada, el chismecito que provocó un cataclismo matrimonial o laboral o el ingreso a la lista de chats archivados de nuestros contactos son apenas síntomas del desmedido envío de mensajes a terceros. Y si hablamos de fake news, el asunto se pone más potente. De eso saben los usuarios de WhatsApp, que han puesto su capacidad de duda en entredicho ante la compulsión por compartir con otros lo sorprendentemente falso.
Que en varias partes del mundo corran tiempos electorales, como en este punto de Suramérica, solo es un ingrediente más para ponerle picante a una práctica que solo mutó. Antes se habían probado mensajes en medios tradicionales, volantes, mensajes de textos y correos electrónicos. Casi todos hemos recibido alguna vez una alerta falsa. Recuerdo una fotocopia que llegó a casa hace años con la advertencia de siete días de oscuridad total como parte de una limpieza de la tierra. Junto a la advertencia venía una instrucción: «Sacarle siete fotocopias más a la hoja y repartirlas a otras familias para salvarse». Lo único que se volvió oscuro fue el bolsillo de los crédulos…
Las prácticas para propagar lo falso no son nuevas, pero se refinan y se adaptan a los tiempos con una velocidad que no deja pensar. Y ahí WhatsApp sigue pujando por el liderazgo, a pesar de las políticas diseñadas por Meta para frenar el reenvío masivo de mensajes, incluidos los falsos. Las particularidades de la red, la construcción discursiva de la mentira y el contexto en el que se difunde, contribuyen a la desinformación.
Según el Digital News Report 2024, Tiktok es la plataforma donde más usuarios reconocen tener dificultad para identificar un bulo y, por tanto, en algunos sectores hay más cautela con esa red, ya sea por razones culturales o por el uso de fuentes informativas. En el caso de WhatsApp “todo tiende a provenir de un círculo social cercano, probablemente más confiable. Paradójicamente, esto puede implicar que la información difundida en WhatsApp conlleva más riesgo, dado a que quizá se bajan las defensas”.
Probablemente, los grupos familiares y de trabajo en esta plataforma de mensajería sean dos de los espacios donde más circulan fake news. Lo hacen con una soltura que se aprovecha del miedo y la falta de memoria. Declaraciones reales sacadas de contexto varias veces para sembrar el miedo, mentiras construidas con elementos reales, relatos inverosímiles cargados de emoción o historias que, sin ser reales, se parecen a lo que ciertos sectores quieren oír están entre las tácticas para desdibujar la verdad. En algunos casos, habrá alguien que advierta la manipulación, pero en muchas ocasiones eso no bastará. Desmontar un sistema de creencias no se resuelve con un par de explicaciones.
Tener conciencia sobre esto puede ser un paso inicial para contrarrestar una práctica maliciosa que goza de buena salud. Aunque WhastApp intenta frenar los bulos, falta más: contar con el criterio para saber “Epa, eso no cuadra”, especialmente cuando aquello que vemos u oímos se parece tanto a nuestro patrón de pensamiento. Mientras siga creciendo su potencial viral, la plataforma califica para ser la nave nodriza de las fake news.
Rosa E. Pellegrino